Política y economía no van juntas

Aunque parecería en ciertas visiones que son dos factores inseparables, en los hechos y según los estudiosos del tema son dos elementos que se repelen y por lo mismo su manejo debe ser cuidadoso para no cometer errores que compliquen planes de desarrollo o políticas productivas.

Desde ya, hablar de "política económica" en su verdadero contenido es tarea de expertos, con la gran duda de saber si los políticos se adecúan al tema o los economistas admiten formas políticas, sin embargo, como se enfrente la cuestión y tras el resultado que se logre, algo debe ser utilizable para manejar los complejos factores de gobernabilidad, con aciertos políticos y eficiencia económica que, dicho de paso, son muy difíciles de cumplirlos coordinadamente.

El asunto es referente de importantes cambios en los países latinoamericanos, con mayores efectos en la zona sudamericana donde los cambios políticos del último tiempo u otros que persisten en esquemas especiales, muestran severas contradicciones y mayormente de efectos perjudiciales a miles de ciudadanos.

Brasil confronta problemas, lo mismo que la Argentina, Ecuador trata de salir de algunas limitaciones, mientras el Perú quiere afirmar su potencial productivo para diversificar su desarrollo, lo mismo pasa en Chile, con algunos ajustes en orden presupuestario, reacciones populares como en países vecinos, mientras que hacia el centro, Uruguay y Paraguay mantienen cierto nivel de control económico, en base a políticas de exigente control y disciplina financiera, según los expertos.

Nuestro país se presenta como un ejemplo en la región, con un nivel "saludable de crecimiento" en el PIB, aunque reconociéndose una paulatina disminución de sus reservas estratégicas y una fuerte deuda externa, pero según el Gobierno con menos índices de pobreza y desempleo. El caso es que políticamente no se aprueban ciertos gastos económicos, considerados ostentosos e innecesarios.

En el sector no hay donde perderse a partir de varias experiencias, en diferentes tiempos, espacios y circunstancias, la mayoría de gobiernos aceptan una premisa común, entendiendo claramente que "el desarrollo económico es anterior al desarrollo político". Sobresale el hecho real de que es necesario crecer, antes de convivir, porque cuando el crecimiento no llega y la convivencia no está, queda el gran vació de la frustración. Analistas internacionales, consideran un error creer que la economía es lo primero y que así ocurrió en los países actualmente desarrollados�no hay tal. En los Estados Unidos que lideran el mundo occidental; o en el Reino Unido que lo lideró antes, lo primero que se procuró hace cientos de años fue fundar un sistema de convivencia pluralista bajo el imperio y al amparo de una Constitución, escrita, aprobada y vigente, que se mantiene bajo el respeto de leyes y derechos por parte de gobernantes y gobernados.

Lo importante entonces es que podamos regir nuestras actividades en el marco de una Constitución democrática, que establece reglas de juego para convivir con dignidad, esperando que los proyectos de desarrollo se cumplan en armonía plena con las condiciones reales que no siempre son las políticas. Por eso vale la pena respetar un orden de valores con la política primero y la economía luego, no juntos.