Cada dÃa, los internos se alinean en el patio central del recinto budista, situado 150 kilómetros al norte de Bangkok, para consumir una bebida verde granulada.
El trago da paso a un concierto de arcadas y expresiones de asco en los rostros de los pacientes que, en algunos casos, sufren roturas de vasos capilares en los ojos provocados por los retortijones que les causa la pócima depurativa.
El brebaje "está compuesto por un centenar de hierbas recogidas de la selva e induce al vómito", según explica a Efe Peter Suparo, quien recurrió a esta fórmula para dejar las drogas antes de ponerse los hábitos de monje.
El bonzo de origen británico es uno de los que logró dejar las drogas gracias a este elixir, cuya receta es secreta y que no puede ser transportado más allá de las verjas que cercan el complejo.
En su caso fue la cocaÃna la que le arrastró al fracaso y motivó que, tras siete años de adicción, decidiera darle un giro a su vida y viajar hasta este centro de Saraburi, en el centro de Tailandia, con el fin de dejar las drogas.
Su caso no es único pero su experiencia fue tan impactante que terminó por convertirse en monje y ahora ayuda a quienes acuden al lugar en busca de auxilio.
En el templo, el alojamiento y la desintoxicación son gratuitos, solo se sirve una comida al dÃa y todos los internos usan los mismos uniformes proporcionados por los monjes.
Además, los pacientes deben renunciar a sus pertenencias personales durante su estancia, cuya durada mÃnima es de siete dÃas, aunque "hay quienes permanecen hasta un mes o más", según Suparo.
El monasterio ofrece el remedio especialmente a consumidores de metanfetaminas, un problema creciente en Tailandia debido a la prevalencia del "yaba", que se traduce literalmente como "droga de la locura".
Según datos del Centro Nacional de Información Biotecnológica de Estados Unidos, un buen número de consumidores de este narcótico en Tailandia son adolescentes de entre 15 y 19 años que adquieren una dosis por unos 300 baht (unos 9 dólares o 7 euros), lo que explica que la gran mayorÃa de los internos en el templo ronde esa edad.
"Estoy aquà porque estoy enganchado a la metanfetamina desde hace un año. Esto me hacÃa sentir muy triste y hacÃa que no acudiera a trabajar de manera regular", explica Khanokpoj Khakai, un profesor de universidad de 27 años que llegó al templo empujado por su familia.
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