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Domingo 15 de julio de 2018

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Cultural El Duende

La flacura es parte de la hermosura

15 jul 2018

Isabel Allende Llona. Escritora chilena, 1942

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A todos nos llega el momento de hacer dieta. Es inevitable. Es parte del proceso de vivir la crisis de la edad adulta, que comprende entre los 25 años y el asilo de ancianos. En general, uno toma la decisión cuando ya es demasiado tarde, es decir, cuando lo único que se puede usar sin una faja ortopédica es un caftán almidonado, una toalla de playa o un saco de dormir. A partir de la salida del colegio se empieza inexorablemente a aumentar de diámetro. Algunos lo hacen con elegancia, como mi marido, que ha amontonado con disimulo un kilo por año de matrimonio (cando celebremos las bodas de plata habrá que comprarle una cama de dos plazas para él solo), y otros lo hacen en forma abrupta, como yo, que en mi primer embarazo subí 23 kilos y cuando quise agacharme para ponerme los zapatos, me caí de cabeza en el closet y se requirió la ayuda del encerador para rescatarme. Pero, claro, uno siempre tiene la esperanza de que se trate de algo pasajero, como la gripe, y que igual como llegaron, los rollos se irán. Por eso, no botamos la ropa que nos va quedando estrecha y así es como nos pilla la moda. (Ahora estoy usando los zapatos decorados que estrené en mi primer baile y no me he puesto los pantalones de la época de Elvis Presley, porque no me suben de las pantorrillas).

Vivimos en la era que requesón y la lechuga, en el siglo de la sacarina y el boom de los Gordos Anónimos. Ya no saben qué inventar para combatir las calorías. Me enteré que en varios países hay un número donde se puede llamar por teléfono cada vez que la tentación de un empolvado se hace insoportable, para que la cálida voz de un VOR (Voluntario Obeso Rehabilitado) nos refuerce la voluntad.

También hacen cirugía para cortar una parte de las tripas y evitar que el cuerpo asimile los alimentos. Así, si usted come torta de lúcuma, expele torta de lúcuma prácticamente en su estado primitivo. (Esa puede ser la solución al reciclaje de alimentos). Para bajar de peso conozco una señora que se tragó una tenia, se inoculó el tifus y hasta se hizo soldar los dientes con grapas de acero. Cerca de mi casa hay un chino que en los ratos libres que le deja su tintorería, combate los kilos con acupuntura en las orejas.

Antes la gordura era parte de la hermosura. Hoy es obscena. Es síntoma de vida disoluta, de pereza, de poco ejercicio, de incapacidad para preocuparse por los graves problemas de la humanidad. El gordo es un tipo con inclinación a la felicidad, que no vive las mortificaciones del siglo, no participa en la neurosis colectiva ni en la crisis económica. En otras palabras: es sospechoso.

Tal vez el fin del mundo no llegue con una guerra nuclear, como le gustaría a algunos, sino por hambre, como dice la FAO. Mientras dos terceras partes de la humanidad se mueren de hambre por falta de alimento, el otro tercio lo hace porque está a dieta.

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