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Warning: session_start(): Cannot start session when headers already sent in /home/lapatri2/public_html/impresa/index.php on line 8 Año nuevo aymara e identidad cultural - Periódico La Patria (Oruro - Bolivia)
Qué es la Identidad: El término identidad puede hacer referencia a los siguientes dos conceptos.
Identidad es la distinción de cualquier tipo entre cualquier persona, animal o cosa y sus semejantes; se refiere al ente que existe como idéntico a sí mismo en el tiempo y el espacio, una noción del “ser en sí”.
Identidad como una cualidad del “ser para sí”, sólo válido para las personas, y consecuentemente de ser uno mismo o como parte de un grupo.
La identidad, definida principalmente desde el punto de vista de la Psicología, se entiende como aquel núcleo del cual se conforma el yo. Se trata de un núcleo fijo y coherente que junto a la razón le permiten al ser humano interactuar con otros individuos presentes en el medio.
La formación de la identidad es un proceso que comienza a configurarse a partir de ciertas condiciones propias de la persona, presentes desde el momento de su nacimiento, junto a ciertos hechos y experiencias básicas. A partir de lo anterior, la identidad se forma otorgándonos una imagen compleja sobre nosotros mismos, la que nos permite actuar en forma coherente según lo que pensamos.
Según algunos autores, la identidad se comporta como algo relativo, como un núcleo capaz de modificarse a lo largo de la vida y el desarrollo, lo que permitiría al ser humano tener la capacidad de comportarse de formas diferentes según el contexto en el que deba actuar.
En nuestro país por ejemplo, en ocasión de asistir al Solsticio de Invierno en la localidad de Tiwanacu a recibir los primeros rayos de sol (que según la creencia), están cargados de mucha energía cósmica del Willka Tata (padre sol) los asistentes a esa ceremonia son gente en especial de las poblaciones citadinas (no rurales), la que identifica plenamente con rituales atávico-ancestrales de culturas andinas, y que dichos actos ceremoniales están regidos por los Mallcus y Mamathallas de extracción aymara-quechua, como también en la Ceremonia Central de la Wilancha, que consiste (de madrugada), en el “sacrificio” de una ofrenda a la Madre Tierra (Pachamama), que consiste en “asperjar”, (regar), la sangre en especial de una llama de pelaje color blanco, con cánticos y rezos a devoción y pidiendo en este caso un nuevo ciclo agrícola en el Nuevo Año (1518).
Este ritual se realiza cada 21 de junio por “Yatiris”, con la implementación de sahumerios y con vestimenta original y propia del altiplano, no sólo en Tiwanacu sino en lugares especialmente elevados de varias regiones del altiplano andino, como Pampa Aullagas; Sajama: la Tetilla o en lugares públicos como la Plaza Pachamama ubicada en la zona Sud de nuestra ciudad. Como se ve este es sólo un ejemplo de todas y cada una de las festividades, rituales y una serie de acontecimientos en donde la población de las ciudades, se identifica plenamente con culturas propias de la región andina que abarca vastos territorios, a lo largo y a lo ancho de la zona occidental, no sólo de Bolivia, sino de Perú, Ecuador hasta la República de Chile.
Todo ello, es parte del Calendario Aymara que tiene (según estudios), 13 meses y un día durante 3 años. El cuarto año tiene trece meses y dos días, que están exactamente calculados en la conformación de la Whipala, con 49 cuadrículas de 7 colores.
Como es posible de intuir, el contexto sociocultural en el que el individuo se encuentra inserto es fundamental y decisivo en la formación de su identidad; sin embargo, no se trata del único factor que la determina. La identidad humana se configura a partir de la interacción con el medio y el funcionamiento individual propio del sujeto, formándose entre ambos una tensión dinámica que guía la configuración de la identidad hacia una dirección determinada. Gracias a esto es posible que el ser humano sea capaz de notar, que más allá de lo que es, forma parte de un “algo mayor fuera de sí mismo”.
Como se ve, la formación de la identidad sólo se realiza en función de la interacción con el medio externo, ya que en una situación de aislamiento, las características individuales resultan absolutamente irrelevantes y transparentes. Es sólo en relación a la interacción con los otros significados en que las diferencias y características individuales adquieren valor y se comportan como un aporte para la interacción social de las personas.
Existen modelos de estudio de la identidad cultural; es decir, existen dos corrientes en antropología a la hora de abordar el fenómeno de la identidad cultural; a mencionar: La perspectiva esencialista estudia los conflictos de identidad como algo inmanente y hereditario culturalmente; esta aproximación considera que los diversos rasgos culturales son transmitidos a través de generaciones, configurando una identidad cultural a través del tiempo. Uno de los defensores de este modelo es el politólogo David Laitin, quien señaló que en la Guerra de los Balcanes, los serbios asesinaban croatas, debido al odio ancestral que sentían por ellos; es decir, por una cuestión de identidad cultural heredada. Laitin afirma que la movilidad social e ideológica es posible, pero la cultural no.
La perspectiva constructivista, en cambio, señala que la identidad no es algo que se hereda, sino algo que construye; por lo tanto, la identidad no es algo estático, sólido o inmutable, sino que es dinámico, maleable y manipulable. Un ejemplo es Somalia, que hasta el año 1991, era un país homogéneo, étnica, cultural y lingüísticamente, pero a partir de ese año el país cayó en una guerra civil entre clanes, debido en parte, a una ruptura de la identidad cultural hasta entonces homogénea.
Críticas a los modelos.- Las críticas que se pueden hacer al modelo esencialista son que la cultura no es algo que se hereda totalmente, y por lo tanto, la identidad cultural tampoco puede ser heredada férrea e inflexiblemente. Si así lo fuera, todo el mundo lucharía contra todo el mundo, porque en algún momento del pasado siempre ha habido un conflicto entre dos o más grupos. Sí así fuera, los ciudadanos de Pamplona, por ejemplo, seguirían luchando entre ellos, debido a que en el pasado se produjo un conflicto entre los ciudadanos de los tres burgos que formaban la ciudad; por lo tanto, puesto que la cultura no es algo inmutable, sino que se transforma continuamente, la identidad cultural tampoco es algo inmutable y se transforma continuamente, convirtiendo a los que antes eran enemigos irreconciliables en un único pueblo y a los que antes eran un único pueblo en entidades culturales opuestas. Respecto a la perspectiva constructivista, las críticas que se le pueden hacer son que la identidad cultural tampoco depende únicamente de factores coetáneos, sino que existe una transmisión modificable a lo largo del tiempo. No es simplemente una construcción que se realiza desde cero, sino que existe un sustrato básico sobre el que se trabaja y se moldea una identidad cultural determinada.
Identidad cultural como oposición a otras.- Algunos autores han comenzado a estudiar las identidades culturales no solamente como un fenómeno en sí mismas, sino como un fenómeno en oposición a otras identidades culturales. En esta corriente se considera que la identidad cultural se define por oposición a otras. En grupo se define a sí mismo como tal, al notar y acentuar las diferencias con otros grupos y culturas. Según esta corriente, cualquier cultura se define así, misma en relación, o más precisamente en oposición a otras culturas. Así, la gente que cree pertenecer a la misma cultura, tienen esta idea porque se basan parcialmente en un conjunto de normas comunes, pero la apreciación de tales códigos comunes es posible solamente mediante la confrontación con su ausencia es decir, con otras culturas.
La dinámica de la auto-definición cultural implica un continuo contacto entre culturas. Más aún, esas relaciones nunca son de igualdad, dado que nunca se manifiestan de manera aislada: la complicada red de relaciones creada por la superposición de relaciones políticas, económicas, científicas y culturales, convierte cualquier relación entre dos culturas en una relación desigual el hecho mismo de que dentro de una cultura o práctica cultural exista la conciencia de una identidad común, implica que también hay un impulso hacia la preservación de esta identidad, hacia la auto-preservación de la cultura. Si la identidad es construida en oposición a los extraños, las intrusiones de otras culturas implican la pérdida de autonomía y por lo tanto la pérdida de identidad. Las convenciones compartidas en las que se basa una identidad son frecuentemente implícitas. Para que el funcionamiento interno de una cultura sea posible, ciertas reglas básicas y significados que subrayan su producción son generalmente dadas por hecho por los participantes.
Referencias: texto de Laitin, Pág. 125 y sgtes.
(*) Funcionario UTO
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