La moralidad es la cualidad de los actos humanos según la cual estos son buenos o malos, es decir, conformes o no, adecuados o no, con la regla de las costumbres que es la recta razón humana y consecuentemente al Fin ?ltimo del hombre.
La conciencia es la voz de Dios que me impone el imperativo moral de hacer el bien y evitar el mal (Catecismo n. 1.177). El Padre Jesús María Granero, S.I., afirma: «¿Quién sino Dios, puede entrar hasta lo más íntimo del hombre para aplaudirle cuando obra el bien y flagelar su alma con el remordimiento cuando ha obrado el mal, aunque no lo haya visto nadie?» Luego, la conciencia moral es el juicio del entendimiento práctico sobre la bondad o maldad de un acto que hemos realizado o vamos a realizar.
Un acto humano es cualquier acto normal que una persona hace como ser humano; es decir, todo lo que nosotros hacemos aparte de cosas tales como respirar, dormir, digerir, etc. Los ejemplos simples son: trabajar, hablar, escribir, ayudar, etc.
Hay actos que son malos porque están prohibidos (Circular por una calle en sentido contrario al señalado por la flecha), pero también hay actos malos en sí mismos, ya que van en contra de la dignidad de la persona humana, éstos se llaman «intrínsecamente malos».
Nuestras acciones son realidades complejas en las que intervienen diversos elementos: se conjugan ciertas realidades que son hechas con la intención de alcanzar otras, ejemplo: «una persona da limosna (La acción) a un pobre con el fin de atraerse su voluntad y corromperlo en el futuro (El fin), y todo esto sucede dentro de un templo (Circunstancias del acto)».
Escuchemos al Doctor Angélico: «Es necesario que todo acto individual lleve en sí alguna circunstancia que lo haga bueno o malo, al menos la intención del fin. Siendo, en efecto, propio de la razón el ordenar, todo acto procedente de la razón deliberativa, si no es ordenado al fin debido, ya por ese mero hecho se opone a la razón y es un acto malo. Si, por el contrario, se ordena debidamente al fin, ya es conforme con el orden de la razón y es un acto bueno. Mas esta alternativa de ordenarse o no al debido fin es inevitable en todo acto humano y deliberado. Luego, todo acto humano y deliberado es necesariamente bueno o malo considerado en particular o en concreto» (Suma Teológica, I-II 18, 9).
La acción (También el pensamiento humano) desempeña un papel extremadamente importante en toda vida humana porque configura y forma la personalidad y las actitudes e influye en el desarrollo de la propia vida espiritual, o hace lo contrario: humilla o degrada a una persona e inhibe su desarrollo como ser humano y como cristiano. Son las acciones que hablan sobre quién es una persona; ellas influyen en uno para el bien o el mal; revelan la similitud o la diferencia de uno con la imagen del Hijo de Dios. Cada acción deja una huella en el hombre, multiplicando o reduciendo el bien; esta es la razón por la cual las elecciones, decisiones y acciones humanas son extremadamente importantes.
Nuestro Señor Jesucristo estableció que la entrada al reino de los cielos estuviera condicionada a la práctica de obras, acciones humanas moralmente buenas. Las colocó más alto que las profecías y realizó milagros en Su nombre. ?l dijo: «No todo el que me dice: "Señor, Señor", entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre celestial» (Mt 7, 21), es decir, quien realiza buenas obras de acuerdo con la voluntad de Dios. Entendamos bien lo que significa hacer su voluntad. Si buscamos, por ejemplo, que un hombre no le robe a otro, para que la sociedad ande bien, y no para que se cumpla la voluntad de Dios, no podemos decir que nuestra actitud es cristiana. Ese descuido de la fe sobrenatural nos muestra que hay una manera atea de cumplir los mandamientos sin rendir a Dios el homenaje de reconocimiento y obediencia, que es lo que ?l exige. ¡Cuántas veces los hombres que el mundo llama honrados, suelen cumplir uno u otro precepto moral por puras razones humanas sin darse cuenta de que el primero y mayor de los mandamientos es amar a Dios con todo nuestro ser!
Su llamado a realizar buenas obras se manifiesta con mayor fuerza en la escena del Juicio Final (Mt 25, 44-46).
Cada acción deja una huella en el hombre. La evaluación moral de las acciones humanas (Racional y hecho en libertad) se hace en primer lugar en la conciencia.
La teología no sólo describe los actos humanos, sino que también proporciona los criterios para su evaluación moral. Los criterios desarrollados por la doctrina católica son útiles en la evaluación moral de los actos humanos. Estos criterios incluyen: el objeto de un acto, su intención y las circunstancias. Un acto es moralmente bueno sólo si los tres criterios son consistentes con la ley moral objetiva, la ley de Dios.
Merece la pena destacar que cada acto, se compone de dos partes: una parte «exterior» que es normalmente visible o tangible de alguna manera; y una parte «interior» que no puede descubrirse así. En Teología Moral, la primera parte se llama la acción; y la segunda parte el motivo. Las dos son igualmente reales. La acción es lo que la persona hace, y el motivo, es el por qué lo hizo. Podemos intentar pensar ejemplos: v. g., un hombre se pone un abrigo (Acción), para calentarse (Motivo). Una mujer escribe una carta (Acción) para saludar a un amigo (Motivo).
La regla es clara: un acto humano es bueno si las dos de sus partes son buenas. Y un acto humano es malo si cualquiera de sus partes es mala.
Usando esa regla se puede ver sobre los ejemplos dados que ambos son actos humanos buenos. Nosotros podemos, sin embargo, pensar en casos donde una acción que es buena, se hace para un motivo malo (v. g. dinero dado como soborno), o una acción mala hecha por un motivo bueno (e. g., un aborto), y la regla consecuentemente en teología moral dice que semejante acto humano es malo.
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