Pequeños trabajadores asumen el riesgo y la explotación en la lucha por sobrevivir
28 jun 2018
Fuente: La Paz, 27 (ANF)
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"¡Medias seis por 10 bolivianos, mediaaas!", ofrece a gritos, Juan David de nueve años en la calle Tihuanaco de El Alto. Un chaleco lo cubre del intenso frío que se siente por la tarde en esa ciudad, pero a él no le importa, al contrario con sus pequeños ojos vivaces intenta convencer a cuanta persona pasa por su lado para que le compren sus productos y así pueda llevar algo de dinero a su hogar.
Una mochila vieja lo acompaña todos los días a vender; ahí guarda su preciada mercadería. Mientras ofrece sus calcetines, con uno de sus zapatos pisa fuerte un cordón de la mochila para evitar que los ladrones le roben, algunas veces ya le ha pasado y pese a su corta edad, se atrevió a perseguir a los delincuentes.
"Cuando trabajas en la calle te pasa de todo, dos veces me han robado, pero eso era cuando era más changuito, he debido tener siete", dice tímidamente. Aunque, también relata que algunos de sus clientes malintencionados, lo engañaron, unos no le pagaron o le entregaron billetes falsos.
Juan David que es el segundo de cinco hermanos, relata que desde sus seis años sale a vender, primero ofrecía gelatinas, galletas, papel higiénico y luego calcetines. Todo para ayudar a su mamá que se quedó sola al cuidado de sus hijos, al ser abandonada por su esposo.
"Me da pena ver a mi mamá llorando, por eso he querido vender para ayudar y para que mis hermanitos coman y vayan al colegio", admite con una sonrisa pero sin dejar de ofrecer sus productos.
Revela que la mayoría de las veces su jornada laboral inicia a las 17:00 horas hasta las 20:00, cuando no hay mucho movimiento va caminando de un lugar a otro con la esperanza de ganar algo de dinero y regresa a su casa en la zona del Kenko, alrededor de las 23:00 horas. Dice que ya perdió el miedo a las calles alteñas, aunque admite que algunas veces le dio miedo ser secuestrado y ya no ver más a su familia.
Así como Juan David, en el país existen muchos niños y adolescentes que por la pobreza se ven obligados a asumir roles de adulto y ocuparse de su ropa, estudios y hasta la alimentación de su familia exponiéndose a múltiples riesgos, entre ellos la violencia, trata y tráfico y explotación laboral.
De acuerdo al Censo Nacional de 2012, en Bolivia existen más de 100 mil niñas y niños trabajadores de entre siete y 12 años. Otros 289 mil son adolescentes entre 12 y 17 años, haciendo un total de 391.000 menores de 17 años que trabajan, muchas veces en oficios peligrosos.
Esas cifras colocan a Bolivia en los últimos lugares de protección infantil en el continente.
La situación se agravó cuando el Legislativo aprobó en 2014 el Código Niña, Niño y Adolescente, que en su artículo 129, autorizaba el trabajo infantil por cuenta propia desde los 10 años y por cuenta ajena desde los 12, algo que contradecía a la Constitución Política del Estado (CPE), los acuerdos con la Convención sobre los Derechos del Niño (CDN) y el Convenio 138 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT).
Por esa causa, el Tribunal Constitucional Plurinacional (TCP) declaró inconstitucional el artículo.
Pese a que la normativa boliviana establece que la edad mínima para trabajar es a partir de los 14 años, en el país abundan pequeños trabajadores por debajo de esa edad y así lo confirma Nadia Mendoza (17), representante de las Niñas, Niños y Adolescentes Trabajadores de La Paz, que asevera que la realidad de este sector es "triste", sobre todo para aquellos menores que trabajan en las calles hasta altas horas de la noche.
"Hay varios niños que desde los seis, siete, ocho años o más trabajan de vendedores ambulantes, lustrabotas, la situación es grave y triste. Los niños corren peligro, la OIT dice que está mal que trabajemos y que deberíamos estudiar, pero sino trabajamos no estudiamos o no ayudamos a nuestras familias. Esa es una responsabilidad que nos motiva a seguir trabajando", afirma.
Mendoza que trabaja vendiendo ropa con las mañaneras, dice que debe madrugar desde las 05.00, aunque su salario es poco y no tiene seguro de salud como muchos otros de sus compañeros. Indica que la mayoría al ser menores de edad son explotados por sus empleadores y no tienen ningún beneficio adicional.
"No hay políticas que nos protejan, que garanticen que tengamos un salario justo o seguro de salud, peor es para los que trabajan en la calle, esos niños que venden dulces hasta tarde, arriesgando su seguridad. Incluso, nos hacen trabajar horas extras, se aprovechan los empleadores y no tenemos dónde quejarnos", agrega.
MÁS NI?OS TRABAJAN POR NECESIDAD
La coordinadora del proyecto Tejiendo Redes de Infancia-Redlamyc, Julia Velasco, señala que el trabajo infantil se da por necesidad debido a que existen familias que no tienen los suficientes recursos para pagar alimentación, luz, agua, alquiler, entre otros servicios, y por eso los niños se ven obligados a trabajar para apoyar en la economía familiar.
"Nadie quiere ver a los niños trabajando, sentados en las noches frías, ahí el Estado tiene la mayor responsabilidad de atender a esta población", detalla, a tiempo de cuestionar que hasta la fecha no existen datos disgregados sobre los menores trabajadores del país.
Con ella coincide,
Gladys Villazón, gerente de Aldeas Infantiles SOS de la ciudad de El Alto, que afirma que los menores deberían estar jugando y no asumiendo roles de adulto desde temprana edad.
"Contribuir a la economía familiar, no es responsabilidad de los niños, sino de los adultos. Un niño debería estar jugando, estudiando", expresa, mientras revela que hay cerca de 80 mil menores en el país que ya no viven con su familia.
Villazón dice que esa situación genera que los menores trabajen para subsistir exponiéndose a riesgos como la trata y tráfico y la explotación laboral.
Fuente: La Paz, 27 (ANF)
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