Desde la verificación del «Concilio Vaticano II», el tema del celibato sacerdotal se ha convertido en una constante. Durante el mismo, «se hablaba mucho de la posible supresión del celibato y algunos obispos parece que estaban completamente convencidos que eso iba a suceder, pues, predicando retiros a los sacerdotes, hacÃan alusiones a esta posibilidad. Se dice que hubo sobre este tema serias conversaciones entre un grupo de obispos y el Papa Pablo VI y que el Papa hubiera estado dispuesto a admitirlo bajo ciertas condiciones. A pesar de que la Santa Sede ha tomado al respecto una actitud clara y definitiva, las discusiones que siguen sobre este tema demuestran que hay una tendencia firme en la Iglesia en favor de la supresión del celibato, lo cual es de carácter tÃpicamente protestantizante. Es asà que, en el nombre del "ecumenismo", se exige la supresión del celibato» (P. Miguel Poradowski, la actual protestantización del catolicismo).
Los católicos de a pie, de sobra sabemos lo que debe ser un sacerdote y lo que debe hacer un sacerdote para cumplir su misión divina. Si hay algo que debe estudiarse, es la manera eficaz y oportuna de evitar esa «desacralización», esa «secularización» creciente del clero.
La Conferencia Episcopal de Bolivia al respecto declaró que la denominación «Iglesia Católica Nacional Boliviana», «ha admitido sacerdotes suspendidos por los obispos y exseminaristas "que han sido ordenados diáconos o presbÃteros de forma inválida, en simulacros de celebraciones". Los Obispos advirtieron que una suspensión de un sacerdote puede originarse en "graves irregularidades cometidas en el ejercicio de su ministerio" y que el hecho de que pretendan continuar simulando los sacramentos es una falta grave y "una instrumentalización de la buena fe de las personas, aspectos que estamos en la obligación moral de denunciar".»
Por aquà se puede comprender que los hombres no se separan menos de la unidad de la Iglesia por el cisma que por la herejÃa. «Se señala como diferencia entre la herejÃa y el cisma que la herejÃa profesa un dogma corrompido, y el cisma, consecuencia de una disensión entre el episcopado, se separa de la Iglesia» (San Jerónimo, Commentar. in epist. ad Titum, c.3 v.10-11).
Estas palabras concuerdan con las de San Juan Crisóstomo sobre el mismo asunto: «Digo y protesto que dividir a la Iglesia no es menor mal que caer en la herejÃa (San Juan Crisóstomo, Hom. XXI in Epist. ad Ephes., n. 5)». Por esto, si ninguna herejÃa puede ser legÃtima, tampoco hay cisma que pueda mirarse como promovido por un buen derecho. «Nada es más grave que el sacrilegio del cisma: no hay necesidad legÃtima de romper la unidad (San AgustÃn, Contra Epist. Parmeniani II, c. l l, n. 25)». (León XIII, encÃclica Satis cognitum, Nº 24).
AsÃ, últimamente escuchamos en referencia a la realización del «Congreso Americano Misionero», Santa Cruz, Bolivia, 10 al 14 de julio de 2018, cuyo documento preparatorio menciona un ministerio denominado «ginacólitas» = ¿diaconado femenino?; el «SÃnodo Panamazónico» de octubre 2019, sobre el que el «teólogo» Paulo Suess, «Asesor del Consejo Indigenista Misionero» del Brasil afirma: «en vez de dejar a las comunidades sin EucaristÃa, necesitamos cambiar los criterios de los ministros autorizados para celebrar la EucaristÃa; ¿ha llegado el momento de encaminar un ministerio presbiteral para la AmazonÃa, o desde la AmazonÃa para el mundo» = ¿ordenación de hombres casados? En otras palabras, se tratarÃa de profundizar la protestantización de la Iglesia Católica.
Fuente: Germán Mazuelo Leytón
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