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Mil novecientos treinta y cuatro es el año en que Icaza se consagra definitivamente con Huasipungo, novela a la que se intenta condenar al olvido, pero que sin embargo, termina por causar revuelo e indignación en los retrógrados cÃrculos literarios, polÃticos y aun gubernamentales de su patria, una vez que ha obtenido el premio latinoamericano de novela y empieza a difundirse rápidamente por el mundo, traducida a infinidad de idiomas.
El argumento de Huasipungo no puede ser más simple ni su lenguaje más directo; pero en esas caracterÃsticas reside, precisamente, el secreto de la grandeza de esta obra, en la que hay escarnio, sátira, sarcasmo, improperio, imprecación, maldición, blasfemia, palabras como dardos quemantes contra la mentira de los hombres...
Empieza la novela de la manera más trivial del mundo, con una referencia a las preocupaciones del latifundista Alfonso Pereira, cuya hija se encuentra encinta sin ser casada. Además, el terrateniente ha contraÃdo algunas deudas, situación de la que aprovecha su tÃo, el usurero Julio Pereira, para convencerlo de que se asocie con MÃster Chapy para la explotación de recursos forestales. La condición impuesta por el yanqui consiste en que se hagan ciertas obras e instalaciones en Cuchitambo, hacienda de Alfonso Pereira, quien se compromete a realizarlas justamente en el lugar ocupado por los huasipungos, o sea en las pequeñas parcelas que se suelen entregar en el Ecuador a los indios, para que a cambio de usufructuarias trabajen como siervos en las haciendas.
Tal el antecedente inmediato de la tragedia. Antes de proceder al despojo de los huasipungueros, Pereira emprende la construcción de una carretera que facilite la comercialización de la madera, y naturalmente son los indios quienes tienen que efectuar los trabajos correspondientes. Cualesquiera resistencia que ellos hubieran podido ofrecer, ha sido evitada a tiempo por el señor cura, "santo varón", encargado de convencerles de que se sacrifiquen en aras del progreso y de la salvación eterna. Asà que se inician las mingas (nombre que recibe en el Ecuador el trabajo colectivo y gratuito de los indÃgenas), y con ellas, el vÃa crucis de la población campesina.
He ahà "el esquema argumental de la obra, que se completa con una serie de escenas destinadas a detallar el fresco de la tragedia indÃgena. Hay episodios terriblemente crueles, como aquel en que la creciente destruye las chozas miserables de los aborÃgenes, quienes imbuidos por el sacerdote de una religiosidad primitiva, atribuyen su desgracia al castigo divino por las irreverencias de Cabascango para con "taita curita". El infeliz reo muere apaleado por sus propios compañeros.
Quien quiera leer Huasipungo como una novela más, argumento idÃlico o trágico de unos personajes, quedará decepcionado, porque Huasipungo no es una novela al uso sino un poema, desmesuradamente poemático, pues el dolor de sus hombres rebasa los lÃmites de la palabra para convertirse en grito y miedo de gritar para no seguir viviendo en el grito".
* AgustÃn Cueva. Sociólogo y
ensayista ecuatoriano (1937).
De: "Lecturas y rupturas. Ensayos sociológicos"
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