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Cuando cursaba el tercer año de la escuela secundaria 1982, en Don Bosco, partido de Quilmes, en la provincia de Buenos Aires, con quince años de edad, la profesora de literatura pidió como trabajo práctico que eligiéramos a alguien para hacerle una entrevista.
La literatura y la figura de Borges, tan controvertida en la Argentina de aquellos años, ya habÃa llamado mi atención, por lo que tuve la idea de hacerle a él ese reportaje. Ni yo ni mi entorno próximo tenÃamos contactos literarios, por lo que pensé ver si encontraba su número en la guÃa telefónica. Buscando por Borges, encontré que estaba, todavÃa, a nombre de su madre, Leonor Acevedo de Borges, que ya habÃa muerto. Aún recuerdo el número: 42-2801. Inmediatamente llamé, me atendió Fanny Ã?beda, la señora que se encargaba de la casa, y me dijo que Borges estaba de viaje.
Como el plazo para la entrega del trabajo transcurrÃa, buscamos a otras personas para cumplir con la tarea, pero cuando faltaban dos dÃas, se me ocurrió intentarlo de nuevo. Me volvió a atender Fanny, y cuando yo esperaba hablar con alguien para explicarle mi idea y que este se lo trasladara a Borges, ella le pasó el teléfono directamente a él, que habiendo escuchado mi propuesta me dijo: "Venga mañana o pasado, 10 o 10 y media". Esa misma noche preparé las preguntas. Se las mostré a mi padre para que me diera su opinión sobre el cuestionario, y me dijo por qué en lugar de tratar de hacer una entrevista imitando a la que le hacÃan los periodistas, buscando generalmente alguna declaración explosiva que diera un titular, no trataba de encararla desde mi punto de vista, viendo lo que pudiera interesarme a mi edad. Me pareció un buen consejo y traté de reformularlo de esta manera. Como el trabajo habÃa que presentarlo en equipo, invité a mis compañeros, varios me acompañaron, y por supuesto estuvimos en su casa el dÃa siguiente a las 10.
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¿PodrÃa contarnos cómo estaba constituida su familia?
SÃ. Mi madre era criolla, era católica, pero católica a la manera argentina, es decir, más una cuestión social que teológica. Mi abuela inglesa, era de tradición protestante, predicadores metodistas. Ella sabÃa de memoria la Biblia. Ud. le recitaba un versÃculo cualquiera y ella le decÃa, sÃ, Libro de Job, capÃtulo tal, versÃculo tal y seguÃa adelante. Entre los protestantes hay mucha gente que conoce de memoria la Biblia. En los hoteles, por ejemplo en Inglaterra, en Escocia y en Nueva York también, siempre en el cajón de la mesa de luz hay una Biblia. Y además las citas bÃblicas que serÃan pedantescas en castellano, son comunes en inglés. La gente continuamente está citando versÃculos de la Biblia o frases bÃblicas, y eso no resulta pedante. En cambio, en los paÃses católicos resultarÃa forzado. De modo que mi abuela era muy religiosa, metodista.
La familia de mi madre era católica, como dije, a la manera de los paÃses latinos, de un modo superficial. Mi padre era agnóstico, es decir, librepensador, y nos llevábamos todos muy bien, eso jamás provocó una discordia.
Qué más puedo decir de mi familia. Mi padre era profesor de PsicologÃa, en el Colegio de Lenguas Vivas, y yo recuerdo exactamente lo que ganaba, él era abogado además, era Secretario Civil. Ã?l tenÃa que dar dos clases de PsicologÃa por semana en Lenguas Vivas y le pagaban 100 pesos al mes. Cien pesos al mes era dinero entonces, y ahora corresponde más bien a la literatura fantástica. Cien pesos no significan nada. En ese tiempo sÃ, todo era mucho más barato que ahora. Yo recuerdo que el dólar estaba a 2 pesos con cincuenta centavos. Creo que actualmente ha subido el precio, ¿no? Nuestra moneda es la más baja del mundo, creo.
Por el lado de mi padre y mi madre, era una familia militar, mi abuelo el Coronel Francisco Borges se hizo matar, realmente, en la batalla de La Verde, que ocurrió cerca del pueblo de 25 de Mayo, provincia de Buenos Aires. Mis abuelos hicieron la campaña de la independencia, luego las guerras civiles, la guerra con el Brasil, todo eso.
Ahora, por el lado de mi abuela inglesa, no. Eran predicadores y profesores.
¿Qué estudios realizó usted?
Pocos. Yo estudié en el Collège de Ginebra, estudié y tengo mi bachillerato. Ahà habÃa dos materias principales, que eran el francés y el latÃn. Yo comprendà que si estudiaba bien francés y latÃn podÃa prescindir de las otras materias, lo cual ha hecho que yo sea extraordinariamente ignorante, ya que estudié fÃsica, botánica, mineralogÃa, zoologÃa, música, gimnasia, quÃmica y no sé absolutamente nada de ellas. Historia sà me gustaba. Pero historia en Suiza no es una materia obligatoria, es optativa. Si usted quiere puede estudiar historia Suiza, si no, no. Yo estaba interesadÃsimo en conocer la historia de Suiza ya que yo estaba ahÃ, entonces la estudié. Sà son obligatorias, la historia antigua, la moderna, etc, pero no la Suiza.
Ese es el único tÃtulo que tengo, los demás son tÃtulos Honoris Causa, que no son más que generosidades, soy Doctor Honoris Causa de Tucumán, de Nueva York, de universidades italianas, colombianas, mexicanas, luego de Harvard, de Oxford, de la Sorbona, pero creo que no puedo llamarme Doctor ya que estos doctorados Honoris Causa son un favor que le otorgan a uno y que por supuesto agradezco, ya que es un honor, aunque no sé si lo merezco.
Personalmente solo puedo decir que soy bachiller del Collège de Calvino en Ginebra.
¿A qué edad toma conciencia de su vocación literaria?
Yo no sé. No recuerdo una época sin leer ni escribir. Yo siempre estaba leyendo y escribiendo. Ahora mi padre me dijo que solo leyera lo que me interesaba, que no leyera un libro por el sentimiento del deber, porque era famoso. Que leyera solo cuando me interesara, y que solo escribiera cuanto tuviera una necesidad de hacerlo. Que escribiera mucho, que rompiera mucho y que no me apresurara a publicar, ya que publicar no es parte necesaria del destino de un escritor.
¿Cómo llega a publicar su primer libro?
Mi primer libro lo publiqué tardÃamente, yo tenÃa 24 años. Se llamó Fervor de Buenos Aires, y se publicó aquÃ, en Buenos Aires. Mi padre me dio 300 pesos que me permitieron la impresión de 300 ejemplares. No se puso en venta, lo repartà entre mis amigos. A mà me gustaba mucho. Pero, en realidad, era el cuarto libro que escribÃa. HabÃa escrito tres antes, que curiosamente, destruÃ. Tal vez deberÃa haber destruido ese también.
¿Cómo surgen sus obras? ¿Se sienta a escribir sistemáticamente o lo hace cuanto siente la necesidad?
Eso es muy complejo. Yo siento que hay algo que quiere que yo lo escriba, y yo trato de disuadirlo. Pero si hay un tema que vuelve, un argumento de un cuento o un poema que vuelve, entonces lo escribo. Me parece un error buscar temas, hay que dejar que los temas lo busquen y lo encuentren a uno. Si no salen libros fabricados.
Creo que todo el mundo escribe asÃ, aunque los periodistas, no, ellos buscan temas. Y, por ejemplo, un escritor que admiro mucho, Capdevila, escribió un libro sobre las catorce provincias argentinas, es muy raro que todas le interesaran, y menos que le interesaran favorablemente. Eso es ponerse a fabricar un libro. Yo por ejemplo he escrito un poema al agua, y no se me ocurrió escribirle al fuego, a la tierra y el aire. SerÃa una cosa mecánica. Escribà un poema al agua porque me interesaba. De modo que buscar temas es un error. Hay escritores que se proponen escribir sobre la vida de los campesinos de tal sitio, y asà salen los libros.
¿Qué es para usted la amistad?
Cuando Eduardo Mallea publicó el libro Historia de una pasión argentina, yo pensé: será sobre la amistad, ya que la amistad es la pasión argentina, quizá la única. Yo tengo esa impresión de que la amistad es muy importante para nosotros, lo cual está bien, ¿no?
¿Cómo definirÃa Buenos Aires?
Yo tengo un poema, en mi último libro, que se llama La Cifra. Voy a citar el primer verso, que es una definición: "He nacido en otra ciudad que también se llamaba Buenos Aires", es decir, que ha cambiado tanto que es otra. Es que uno no llega impunemente a los 83 años. A los 83 años casi todos mis amigos están en La Recoleta. La ciudad ha cambiado enteramente. Yo nacà en el centro de Buenos Aires, en la calle Tucumán entre Esmeralda y Suipacha. Toda la manzana, salvo el almacén que estaba en la esquina, era de casas bajas, con azoteas, con patios, con aljibes, habÃa algunas casas altas que se hicieron después, en la calle 25 de Mayo o Reconquista.
¿Cree que los jóvenes deben interesarse por la polÃtica?
Yo no sé. A mà no me interesó nunca la polÃtica. Me interesa más la ética. Creo que si cada uno actúa éticamente eso puede tener un efecto polÃtico muy grande.
¿Qué forma de gobierno prefiere?
Yo querrÃa un mÃnimo de gobierno, pero lamentablemente todavÃa los gobiernos, aún los gobiernos malos, son necesarios. Como la policÃa, que es evidentemente necesaria. Si fuéramos éticamente perfectos no serÃan necesarios los gobiernos, que son un peligro, sin duda. Pero yo no puedo opinar en materia polÃtica, soy un anarquista conservador. Mi padre era anarquista. Una vez fuimos a Montevideo y mi padre me dijo que me fijara en las banderas, en las aduanas, en los uniformes, en las iglesias, en las comisarÃas, porque todo eso iba a desaparecer. Nosotros, cuando fuimos a Europa, en el año 14, viajamos sin pasaporte. No habÃa pasaporte, usted pasaba de un paÃs a otro como de una habitación a otra. Luego vino la Primera Guerra Mundial, la desconfianza, el espionaje, y ahora todo ha cambiado, no se puede dar un paso sin identificarse, es muy triste eso. Espero que en Quilmes estén mejor las cosas que en Buenos Aires...
Para terminar ¿querrÃa dejarnos algún consejo o mensaje?
Yo no he sabido manejar mi vida, no puedo dirigir la vida de los demás. Mi vida ha sido una serie de equivocaciones. No puedo dar consejos, ando un poco a la deriva, cuando pienso en mi pasado me avergüenza. Yo no doy mensajes, los polÃticos dan mensajes.