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Domingo 17 de junio de 2018

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Cultural El Duende

Diario de una ciudad que se llamaba Beirut

17 jun 2018

Nizar Qabbani

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fragmentos)

1

Soy Beirut.

Una ciudad que se llamaba Beirut.

Y estoy escribiendo mi diario que les voy a enviar antes de suicidarme.

Es la quinta vez que lo intento.

Las cuatro anteriores, me salvaron en el último instante, gracias a que el Demol que había ingerido era flojo� y a que las cábilas llegaron a un acuerdo, a la manera tribal, para que no muriera.

Pero esta vez mi muerte es segura, porque ha comprado suficiente Demol como para matar a una ciudad -según me dijo el farmacéutico de guardia que me vendió el veneno, pidiéndome que no diera su nombre-, "porque está a favor de la neutralidad, y todos los que mueren por el Demol del sectarismo son amigos suyos".

Ese veneno del sectarismo llena el mar de Beirut, mata a peces grandes y chicos, hunde barcos, viola a las bahías, y se traga, uno tras otro, a los niños que están nadando en el mar.

Si en la prensa internacional leer una noticia acerca de una mujer libanesa que se ha suicidado con treinta años, sepan que soy yo Beirut.

2

Soy Beirut.

Me creía civilizada, y ahora descubro que soy la última que podría hablar de civilización. Pensaba que era la única culta en un bosque de ignorancia y analfabetismo, pero los acontecimientos evidencian que soy yo la única ignorada a quien expulsan de todas las escuelas.

Presumía ante el mundo de haber descubierto para él el alfabeto, de haberle encendido las lámparas de la sabiduría, de haber edificado para él las ciudades de la razón; pero la realidad me revela que el mundo entero se ha beneficiado de la cordura del Líbano, quien, entre tanto, perdía la razón.

3

Soy Beirut.

Les confieso -cosa que no todas las mujeres harían- que no hay en mi vida un verdadero amor� ni un hombre de verdad. Todas las relaciones que he mantenido han sido apasionadas, frágiles y vulnerables.

Todos los hombres que he conocido han sido corceles que me he reservado, para elegir luego sólo al ganador.

Todos han sido ejecutivos, directores de banco, miembros de los consejos de dirección de las grandes compañías�, y han viajado mucho, así que he estado bastante cómoda con ellos.

No he tenido tiempo de mantener unas relaciones largas y románticas con nadie. Soy mujer de puertos, y los puertos, de por sí, no crean relaciones estables, sino que despiden a un barco para recibir a otro, sin preocuparse nunca de llevar un diario.

7

Soy Beirut.

La sirena que en el agua perdió sus anillos, pulseras y collares.

La perla del Mediterráneo caída a los pies. El pez azul de las leyendas, envenenado con azogue.

El barco perseguido por maledicentes, demonios y piratasÂ? para matar a sus tripulantes y robarle sus tesoros.

Soy la niña inocente que murió ahogada cuando estaba nadando en los sucios canales del sectarismo.

Soy sol a quien atravesaron la cadera mientras compraba en el horno un kilo de pan para sus hijos.

Soy Beirut, un poema de amor que no merecen, y que han cambiado por un peine de cartuchos, un ataúd de madera y una esquela.

9

Soy Beirut.

Desde mi más tierna infancia me convencieron de que era fenicia.

Y me metieron miedo con al Fradaq, Imrul-l-Qays y Yarir.

Desde niña me están diciendo que mis primos son Virgilio, Dante, Racine y Víctor Hugo, y que es tradición familiar que las chicas se casen con sus primos.

Desde pequeña me están metiendo en la cabeza que soy hija de marino, y que mis antepasados están enterrados en Malta, Cerdeña, Marsella, Rodas, Chipre y Arwad.

Me mareaban con historias de mar, diciéndome que yo pertenecía a lo marítimo: cada pez que pasaba por el Mediterráneo ya era considerada como de la familia, y a cada marino rubio que bajaba a tierra firme lo consideraba yo mi novio.

En cambio, el desierto era perjudicial para mí. Todos sus productos -dátiles, manteca árabe, lana de oveja, café amargo, poesía con medida- estaban en cuarentena.

Eso era antes de lo del petróleo. Luego, mis sentimientos se hicieron petrolíferos, y mis aspiraciones desérticas y hasta la última foto-souvenir que hay de mí es con la kufiyya (pañuelo) y el uqal (cordón) puestos.

Y hace un año que a mi novio le envié carta certificada en que le comunicaba que rompía el noviazgo porque la vida del mar no me sienta bien� y el pescado me produce alergia.

Naturalmente, mi familia no está de acuerdo con que haya roto el noviazgo con el europeo rubio. Pero en su fuero interno no se opone a mi nueva pasión petrolífera.

10

No voy a librerías, y las únicas revistas libanesas que compro son las que publican fotos mías con políticos o con artistas socialmente famosos.

Mi cultura política es nula. ¿Cómo no iba a serlo, si todos los políticos de este país son amigos míos y se pasan el día en mi casa?

Los libros no me apasionan. El mejor folleto que he leído en mi vida es el talonario.

Que se diga esto no les gusta a las que aceptan dormir sobre una alfombra con el príncipe de sus sueños.

Pero yo no soy de esa clase, ni puedo acostarme con un hombre sobre una alfombra, ni comer pan y cebolla con él sentada en el suelo.

Un amor que no coma en Maxim´s de París, y en el Hotel Vendome y el Saint George de Beirut, se muere de anemia.

Quizá digan que soy una mujer que está montando un show, que soy una narcicista exigente, y que el esnobismo beirutí es lo que me está matando.

Y puede ser que sea verdad, pero ¿hay alguna mujer en el mundo que no se exhiba así también, que no sea tan exigente? Y eso del esnobismo, es un complejo histórico libanés que yo he heredado, junto con mi nombre, mi credo y el color de mis ojos.

Sé que es un error.

Sé que mi vida es marginal, que flota como una cáscara sobre la superficie de las cosas.

Sé que el soñado talonario no es un libro sagrado que me vaya a librar de la bancarrota y la quiebra.

Sé que mi burguesía ya no es tema.

Pero quién va a poder librarme, después de la treintena, de mis complejos históricos.

¿Quién?

* Nizar Qabbani. Siria, 1923.

Líder de la poesía neoárabe.

De: "Opción" - Cuba, 1989

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