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Domingo 10 de junio de 2018

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Revista Dominical

Potosí: tumba de príncipes, virreyes, marqueses y condes

10 jun 2018

Por: Álvaro Erick Bejarano Zárate

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Dentro de las magníficas cualidades turísticas que posee el departamento de Potosí, se debe también destacar que es la única región poseedora de los marquesados y condados coloniales, que correspondían al Alto Perú, hoy Bolivia.

Entre las calles y templos de la Villa Imperial, convivían históricos y potentados personajes de la nobleza qaraqara, inca y también española. Al fallecer, fueron sepultados en los templos existentes en Potosí al momento de su muerte ya que la ciudad no contó con un cementerio sino hasta el periodo republicano. Sus fallecimientos fueron sucesos dignos de rememorar, por el boato empleado en sus exequias, y sus opulentas tumbas se encuentran localizadas en los magníficos templos de la Villa Imperial de Potosí.

Algunos de los históricos y potentados personajes nobles cuyas tumbas están en la Villa Imperial fueron los siguientes:

LOS CONDES DE CARMA

El Conde Matías de Astoraica y Cereceda (1692-1743), título concedido por el Rey Felipe V, fue el primer conde de San Miguel de Carma, alguacil mayor de corte de la Real Audiencia de Charcas y oficial real de las Cajas de Potosí. Su tumba está en el templo de Santo Domingo, en la actual calle Cobija.

El Conde don Domingo José de Astoraica y Herboso (1728-1760) fue el segundo Conde de San Miguel de Carma, fue sepultado en la Capilla de los Condes del Templo de Santo Domingo de la Villa Imperial de Potosí.

LOS MARQUESES DE OTAVI

Don Juan de Santelices y Castanedo fue vizconde y segundo marqués de Santa María de Otavi. Alcalde ordinario y capitán de milicias de la Villa Imperial, falleció en Potosí el 22 de marzo de 1745 y fue sepultado en el Templo de la Compañía de Jesús, donde actualmente funciona la Dirección de Turismo de la Alcaldía.

Por su parte, don Joaquín José de Otondo Álvarez Monroy fue el tercer marqués de Santa María de Otavi, maestre de campo, caballero de la real y distinguida Orden Española de Carlos III. También fue dueño de las Haciendas de Cayara, Chesche, Jesús del Valle, Oroncota, Santa Lucia, Santa María de Otavi y Tocoro. Falleció en Potosí el 1 de mayo de 1793 y fue sepultado en el Templo de San Francisco, ubicado en las actuales calles Tarija y Nogales.

LIZARAZU Y MONTOYA

La tumba del segundo conde de la Real Casa de Moneda, Felipe de Lizarazu Beumont de Navarra y López Nieto se encuentra en el templo de Nuestra Señora de las Mercedes, mejor conocido como templo o iglesia de La Merced, ubicado en calle Hoyos esquina Millares.

El Rey Carlos III le concedió el grado de Capitán de Granaderos de Infantería. Fue nombrado Caballero de la Orden Carlos III en 1791 y falleció en Potosí el 14 de diciembre de 1808.

En tanto, la tumba del primer conde de Casa Fuerte y vizconde de Salazar, don José de Montoya Salazar y Orbaneja, nombrado regidor perpetuo del Cabildo de Lima se encuentra en el templo de San Antonio de Padua, mejor conocido como San Francisco. Este ilustre personaje falleció el 17 de febrero de 1750.

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El último virrey

La tumba del último virrey español de américa, el general Pedro Antonio Olañeta se encuentra en Patirana, un lugar de la provincia Nor Chichas de Potosí donde fue sepultado después de caer vencido en la última batalla por la independencia de América llevada a cabo en territorio potosino, llamada la "Batalla de Tumusla" donde fue derrotado por el ejército del coronel potosino Carlos Medinaceli Lizarazu, el máximo libertador de Bolivia.

El Virrey Pedro Antonio Olañeta, al saber del cambio de bando del coronel potosino Carlos Medinaceli Lizarazu, se puso en campaña para levantarle guerra en su cuna natal. Retrocedió del punto donde estaba y se dirigió a Cotagaita con 700 hombres. Mientras tanto, el coronel Medinaceli había tomado posiciones en el río Tumusla. El combate se inició el 1 de abril de 1825 y concluyó a las siete de la tarde. Herido por tiros de fusil, el virrey Olañeta, considerado el último león ibérico, cayó en tierra, a cuya vista sus soldados se dispersaron, entregándose algunos al jefe vencedor. Olañeta fallece al día siguiente, 2 de abril. Ese mismo día, Medinaceli remite el parte de la batalla al mariscal Antonio José de Sucre y el vencedor de Ayacucho describe el momento citando:

"El Virrey Olañeta, que había evacuado Potosí el 28 de marzo, tuvo un encuentro con una partida nuestra el 1º del corriente y, siendo completamente derrotado y herido, murió el 2.

Antonio José de Sucre, Potosí, 6 de abril de 1825".

Según cita Stevenson, Medinaceli tomó 200 prisioneros de tropa y más de 20 oficiales, bagajes, municiones, etc. Fue este el último combate de tropas regulares por la Independencia de Bolivia sellándose la liberación de la Patria en territorio potosino. Días después, el 7 de abril, perseguido por el General Medinaceli y Burdett O´Connor; José María Valdez, al frente de 200 supervivientes se rindió sin batalla alguna en Chequelte, ante el general Urdininea, poniendo fin al dominio español en el Alto Perú. Tres meses más tarde, el rey de España Fernando VII concedió al fallecido virrey Pedro Antonio Olañeta el nombramiento de "?ltimo Virrey Perpetuo del Virreinato del Río de la Plata".

NOTA DE APOYO 2??

Un príncipe de España

También en la Villa Imperial de Potosí se encuentra la tumba del príncipe infante de España y de Nápoles, hijo del rey Carlos III de España, Nápoles y Sicilia y de la princesa de Nápoles, Cecilia de Lafita. Su nombre fue Francisco de Paula Sanz y Espinoza de los Monteros Martínez y Soler, quien fue ejecutado en el atrio de la catedral y sepultado secretamente en el templo de Santa Teresa que está ubicado en la calle del mismo nombre.

Paula Sanz fue un funcionario español de fines del siglo XVIII y comienzos del XIX, uno de los más destacados y polémicos administradores en la historia del Virreinato del Río de la Plata y en particular en la Real Audiencia de Charcas. El Príncipe Infante Francisco de Paula Sanz nació en España, en la ciudad de Málaga, según obra en el expediente de pruebas del caballero de la orden de Carlos III, y fue bautizado el 5 de julio de 1745 en la parroquia de los Santos Mártires de esa ciudad. Fue hijo del Rey Carlos III de España y de la Princesa de Nápoles, Cecilia de Lafita. Cruzó la mar llegando a América para ser primeramente nombrado Gobernador Intendente de Buenos Aires en 1783.

En el año 1788, el príncipe Francisco fue nombrado gobernador Intendente de Potosí en reemplazo de Juan del Pino Manrique de Lara. Se destacó por su decidido apoyo a las obras de caridad y casas de misericordia durante su mandato y sus medidas para favorecer la actividad de las misiones pero fue la cuestión de las minas y el trabajo de mita lo que caracterizaron su larga gestión en Potosí. Le toco vivir el 10 de noviembre de 1810 como gobernador de la Villa Imperial, fecha en que sucedieron los levantamientos independentistas en Potosí. Ese mismo día llegó a la ciudad un oficio del vocal de la Junta de Buenos Aires Juan José Castelli anunciando su inminente arribo y ordenando al cabildo el apresamiento del gobernador. La noticia cundió rápidamente en Potosí y el pueblo amotinado pidió cabildo abierto. El patriota Manuel Molina aprisionó al gobernador Sanz en pleno cabildo y lo condujo preso a su domicilio.

Vicente Nieto, José de Córdoba y el príncipe de Paula Sanz quedaron detenidos en la Casa de la Moneda de Potosí durante un mes. Días después llegó a Potosí Castelli. Juzgados en el cuartel general de Potosí, el 14 de diciembre de 1810 se condenó "a los referidos Sanz, Nieto y Córdoba, como reos de alta traición, usurpación y perturbación pública hasta con violencia y mano armada, a sufrir la pena de muerte". El 15 de diciembre de 1810, a las 10 de la mañana, fueron puestos de rodillas en el atrio de la Catedral de la Villa Imperial frente a la Plaza Mayor y fusilados. El príncipe Sanz recibió una segunda descarga al dar señales de vida. Por algunas horas su cadáver permaneció junto a los otros expuesto a la vista del público hasta que fue reclamado por las monjas del Monasterio del Carmen, las que le dieron sepultura en el Templo del Convento de Santa Teresa, donde los restos del príncipe Infante de España y de Nápoles se encuentran hasta el día de hoy. Su ataúd llevaba incrustaciones de oro y el sello de la realeza española.

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