La trágica muerte de Jonathan Quispe no es ya una excepción en la secuela de actos represivos del gobierno del Presidente Morales en sus larguÃsimos años de gestión, se está convirtiendo en una dramática regla cuando se producen movilizaciones en contra de su poder discrecional. En este caso en el que la muerte del joven universitario fue el producto de una acción represiva para controlar el orden, las autoridades, en particular el ministro de Gobierno Carlos Romero, se empeñaron en tratar de demostrar que Jonathan habÃa caÃdo vÃctima de una canica que habÃa sido lanzada nada menos que por sus propios compañeros con oscuras intenciones de cobrar una vida propia para convertirla en bandera polÃtica.
Esta vez, sin embargo, el tamaño de la mentira no resistió. Romero llegó al extremo de advertir con medidas judiciales a quien acusara al gobierno de tener responsabilidad en esa muerte ¿Nos estaba diciendo a todos que -igual que con la burla flagrante a la soberanÃa popular expresada en el NO del 21F-, hay una Constitución para el común de los mortales y otra no escrita para quienes detentan el poder?
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