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Domingo 03 de junio de 2018

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Revista Dominical

La Antropología: del lugar al no-lugar

03 jun 2018

Por: Nestor Suxo Ch.

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34 Aniversario de la carrera Antropología de la U.T.O., 4 de junio de 1984.

En el campo de la investigación académica, desde el enfoque de la "antropología de la antropología" delimitar el objeto de estudio no significa que dicho objeto coincida en stricto sensu con el campo, en tanto lugar y/o grupo, donde se llevará el estudio como había sostenido Malinowski que decía que el trabajo de campo consistía en convivir con el nativo, tener residencia en la aldea: "Desde que uno instala su residencia en un compartimento de la vecindad blanca, de comerciantes o misioneros, no hay otra cosa que hacer sino empezar directamente el trabajo de etnógrafo"; sino connota también un otro sentido al de la residencia.

Así por ejemplo, para James Clifford, la idea del otro sentido del trabajo de campo comprendería la siguiente experiencia: "Al día siguiente del terremoto de Los Ángeles en 1994, ví por televisión una entrevista a un especialista en suelos. Manifestó que había estado ´en el campo´ esa mañana buscando nuevas fallas. Sólo después de uno o dos minutos de conversación, comprendí que el científico había estado todo el tiempo sobrevolando el área en un helicóptero. ¿Podría considerarse esto un trabajo de campo?"

En los alcances y limitaciones de la postmodernidad, los conceptos del lugar fijo (campo), identidad (territorio) centro (hegemonía) o el de la territorialidad, por ejemplo, demandan de un otro significado como el de la desterritorialización que, para autores como Clifford, se tratarían de estudios desde una modalidad de análisis cultural como viaje, así entonces será posible hacer etnografía en torno a los desplazamientos físicos como los procesos de inmigración, migración y diásporas dentro de las cuales se perfilan identidades complejas de constituciones transculturales.

Esta modalidad de trabajo de campo implica dar la participación al mundo de lo diverso y la multivocalidad y, a la vez, comprender cómo se construyen y deconstruyen identidades con fronteras culturales frágiles, esporádicas y complejas. Respecto a la faceta de las diásporas, Jesús Martín-Barbero las aborda desde los criterios de la desterritorialización referida por ejemplo a procesos migratorios e inmigraciones, de dar cuenta de pueblos y personas aisladas, de las desagregaciones culturales.

Hoy la gente vive experiencias culturales dinámicas y a la vez desligadas de todo territorio, discurso que implica comprender por qué las ciudades al ser cada vez más grandes son, al mismo tiempo, dispersas y fragmentadas. Desterritorialización significa desurbanización, así refiere Martín-Barbero: "La ciudad se me entrega no a través de mi experiencia personal, de mis recorridos por ella, sino de las imágenes de la ciudad que recupera la televisión".

El objeto de estudio pensado tanto por Clifford como Martín-Barbero, cuando hablan de las prácticas espaciales, como los viajes, las diásporas y las desterritorialidades no son susceptibles de ser comprendidos desde la noción de tiempo y espacio funcional, es decir, las investigaciones no tratan de estudiar una comunidad sino en la comunidad, en el "barrio, una casa, una oficina, un hospital, una iglesia o un laboratorio. Puede definírselo como una sociedad móvil, la de los camioneros de larga distancia, breves visitas repetidas" (Clifford); objetos de estudio donde impere como condición sine qua non procesos de interacción intensa, conversatorios o estilos antropológicos de prácticas espaciales que garanticen una residencia prolongada aunque temporaria.

En torno a ese lugar antropológico, para luego pasar a las ideas del no-lugar planteadas por Marc Augé, describamos brevemente los términos lugar y espacio desde los aportes de Michel de Certeau. Para de Certeau el lugar es donde coexisten elementos en cierto orden o donde las cosas ocupan en el lugar un sitio propio, sin movimiento y estable susceptible de ser identificado en el tiempo: "El espacio es un lugar practicado. De esta forma, la calle geométricamente definida por el urbanismo se transforma en espacio por intervención de los caminantes.

Un lugar es el orden (Cualquiera que sea) según el cual los elementos se distribuyen en relaciones de coexistencia. Ahí pues se excluye la posibilidad para que dos cosas se encuentren en el mismo sitio. Ahí impera la ley de lo ´propio´: los elementos considerados están unos al lado de otros, cada uno situado en un sitio ´propio´ y distinto que cada uno define. Un lugar es pues una configuración instantánea de posiciones. Implica una indicación de estabilidad".

Mientras que el espacio no es un lugar propio, sino un lugar practicado, transitado, dinámico y en movimiento invadido por las palabras: "Hay espacio en cuanto que se toman en consideración los vectores de dirección, las cantidades de velocidad y la variable del tiempo. El espacio es un cruzamiento de movilidades. Está de alguna manera animado por el conjunto de movimientos que ahí se despliegan. Espacio es el efecto producido por las operaciones que lo orientan, lo circunstancian, lo temporalizan y lo llevan a funcionar como una unidad polivalente de programas conflictuales o de proximidades contractuales. A diferencia del lugar, carece pues de la univocidad y de la estabilidad de un sitio "propio" (De Certeau).

Así, tanto lugar como espacio están atravesados de dos temporalidades que dan forma a la coexistencia humana entre las cosas; además para de Certeau, esa suerte de intersubjetividad transcurre con y en un espacio donde se practican relaciones y se construyen lugares con los otros. O sea, bajo estas características de inmovilidad y dinamicidad es como se llega a originar lugares comunes con valores de intersubjetividad y atributos como la territorialidad.

Ahora bien, definidas lugar y espacio abordemos ciertas características antropológicas de la sobremodernidad a partir de las ideas del lugar y no-lugar propuesto por Augé. ?l, sobre el cimiento de ambos conceptos descritos líneas arriba, edifica su teoría partiendo del término lugar y arribar al no-lugar: "si un lugar puede definirse como lugar de identidad, relacional e histórico, un espacio no puede definirse ni como espacio de identidad ni como relacional ni como histórico, definirá un no lugar". Es decir, la existencia del no-lugar remite a espacios donde no se construyen relaciones; ni las necesarias interacciones sociales orgánicas estables sino son espacios construidos con determinados propósitos, "cada cual va a lo suyo".

Es el tiempo de las relaciones contractuales de carácter individual, donde predomina un ego individual asociado a los límites del tiempo y espacio, como en el caso del transporte, los billetes en el tren o avión o así como en el alojamiento donde los individuos no poseen más personalidad que la documentada en sus tarjetas, fichas o cédula de identidad.

Y así esos espacios se multiplican en un mundo de puras individualidades, provisionales y efímeras, como denominara Augé, características que son la medida de la época actual identificada en las vías férreas, aéreas o autopistas, el comercio, las cadenas hoteleras, los parques de recreo, el ocio, entre otros, proyectados como lugares sin historia común e identidad pero construidas socialmente: "los no lugares son tanto las instalaciones necesarias para la circulación acelerada de personas y bienes (Vías rápidas, empalme de rutas, aeropuertos) como los medios de transporte mismos o los grandes centros comerciales, o también los campos de tránsito prolongado donde se estacionan los refugiados del planeta".

Es bajo estas percepciones en torno al lugar o espacio que remiten a relaciones singulares con el mundo, con el lado existencial fenomenológico de lugares habitados por seres sin más en el mundo atravesado de subjetividades y objetos; así, la antropología va discurriendo transcursivamente tras el objeto de estudio.

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