Sonríe al miedo

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El miedo es una de las emociones primarias del ser humano. Seguramente nuestros primeros antepasados no hubieran logrado subsistir sin sentir miedo, quizás hubieran acabado destrozados en las fauces de un dinosaurio o un inmenso mamut sin ese instinto primigenio que le instaba a temer y a correr. Así que diremos que el miedo es una emoción que en su debida dimensión evita que seamos temerarios sin sentido de autoprotección, sería algo así como un dosificador de prudencia.

Pero ahora nos referiremos al miedo que nos paraliza e infundadamente evita que demos un paso hacia adelante. Miedo al fracaso, miedo a expresarnos, miedo a hablar en público, miedo al futuro. Tenemos miedos aún más grandes: Miedo a envejecer, miedo a la soledad, miedo al rechazo, miedo a dar ese importante paso hacia la felicidad. Generalmente, todos son miedos sin fundamento, hablamos de un miedo que frena nuestra evolución personal.

¿Recuerdan que cuando éramos pequeños teníamos mucho miedo de ingresar a una habitación a oscuras?; Luego con dificultad, encontrábamos el interruptor y al prenderlo, se hacia la luz, entonces, como por arte de magia, desaparecía todo el temor. En nuestra vida adulta eso es exactamente lo que sucede, tememos porque hay algo oscuro que no conocemos. Para eliminar ese temor, deberíamos buscar dónde están las telarañas y limpiar todos los rincones dentro de nosotros mismos.

Una vez que reconocemos nuestros miedos, podemos reflexionar sobre ellos, evaluarlos objetivamente y finalmente enfrentarlos. Este proceso no es sencillo: meditar, reflexionar, orar, son algunas de las cosas que funcionan para perder el temor. Al conectarnos con nosotros mismos, prendemos esa luz dentro de nosotros, iluminamos todos los monstruos, nos relajamos, lo que hará desarrollar nuestra autoconfianza, y con ello podremos llevar las riendas de nuestra propia vida.

La Biblia nos dice: Nunca se inquieten por el día siguiente, porque el día siguiente tendrá sus propias inquietudes.

Recordemos que la vida sería muy triste sin hacer nada, sin perseguir nuestros sueños, sin aprovechar las oportunidades que van apareciendo por el camino día tras día.