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Domingo 27 de mayo de 2018

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Domingo 27 de mayo de 2018
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El poder del amor, tiene rostro de mujer
27 de Mayo, Día de la Madre
Pág 1 
Homenaje a la Madre
La mujer es dulzura y amor preñada de sabiduría
Pág 2 
Ausencia de una madre
Pág 3 
In Memóriam
Patricia Peláez Mazuelo de Magne
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In Memóriam
Amanda Mazuelo de Peláez
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In Memóriam
Dra. María Isabel Pers Montalvo
Pág 3 
In Memóriam
Sra. Miriam Victoria Iporre de Miralles
Pág 3 
A la Madre Eterna
Pág 4 
Oracion a la Madre
Pág 4 
Sofía Mendoza Rodo, una leyenda de vida llena de amor maternal
Pág 5 
Rosario Montaño: "Solo espero que mis hijas pongan en práctica todo lo que les enseñé"
Pág 6 
Olga Alconini de Morales: "Agradecida con Dios porque puedo ver a mis hijos muy felices y cumpliendo con sus sueños y metas"
Pág 7 
Ingrid Robles Burgoa: "Ser madre es la sensación más linda que puede experimentar una mujer"
Pág 8 
Belka Bardales Saavedra: "La vocación de servicio es lo que quiero heredar a mis hijas"
Pág 8 
Abigail Saba Salas: "El reír, jugar y bromear con mis hijos me llena de vida"
Pág 9 
Janet Ledezma: "La fortaleza para seguir frente a un profundo dolor fueron mis hijos"
Pág 9 
Denisse Villca: "Ser madre fue el impulso que tuve para cumplir mis retos"
Pág 10 
Nora Ayala: "La madre es el pilar fundamental para inculcar valores"
Pág 10 
Beatriz Cortés Gumucio: "Mi misión principal fue brindarles lo mejor a mis hijos"
Pág 11 
A mi madre que hoy no estás
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Informe Especial

A la Madre Eterna

27 may 2018

A Yolanda Urquidi de Prudencio

La historia del Día de la Madre, data desde que "en la antigua Grecia, ya se rendía homenaje a Rhea, la Madre de Zeus, Hades y Poseidón. Los griegos celebraban esta fiesta venerando a la madre de los dioses que adoraban, y ya no era solamente la madre de sus dioses, asimismo, fue considerada la diosa de la fertilidad, de la madre tierra, Isis la Gran Diosa Madre de los faraones.

En el afán de recordar a la madre ausente, transformada en ángel, lluvia, beso o estrella, me atrevo a describirla, a este ser que arrulló nuestra infancia.

No ha de ser fácil llegar a retratarla, por todo lo que representa: orbe que gira e ilumina, aglutina a los hijos, es centro y en torno a ella todo gira.

Recorre todos los caminos, tiene amor eterno, es imposible que alguien como ella con el trazo de hacer crecer en ese espacio maternal, no sienta ese lenguaje perdurable, no vislumbre los ojos más largos y profundos de aquel ser que ama profundamente, el hijo que vivió, vive o vivirá en sus entrañas.

Las Madres de antes, del siglo pasado solían asumir el compromiso de amamantar, proteger, consciente e inconscientemente, que no fuera uno, sino varios capullos. Y estaba allí sin más experiencia que la vida misma, soporte inequívoco en las buenas y en las malas, siendo el hogar escuela que regía el orden, disciplina y respeto. El tiempo le otorgaba cariño indescriptible hacia los hijos quienes siempre fueron y serán todo, esperanza, presencia extendida hasta en la sombra de sus ojos.

Ese amor sublime es único, no tiene duplicado, lleva carga y sobrecarga de algún retoño que no reflexiona, tiene arritmia, la palabra no es su vocación.

Ese sabor agridulce por entregar la miel del conocimiento, es verosímil, se torna irresoluto, se diluye. Ella, irremplazable y diáfana con mesura alcanza la plenitud, la cima de la meditación. Su afán de llegar al pedazo de su carne e invocar para que escuche, no tiene resultados.

Madre de todos los encantos, siempre ha de desencadenar la visión e integración, en sacrificio, ha de desgarrarse en silencio y verá el abismo por la existencia de los hijos cerca o lejos y nadie como ella, ha de sangrar para demostrar que arriesgó todo por llegar al mar de la armonía.

A pesar de los abrojos que encuentra a su paso, está el vestigio, la impronta del amor natural.

Madre, labras, eres huerto, tus manos florecen, siempre están en movimiento, aunque se encojan porque se mantuvieron en aguas cálidas o heladas, que importan los dolores, los instantes más cruciales. Cuando ves al hijo, ay... todo cobra vida, las gemas de los dedos se tornan color rosa, hay más hálito de vida.

Madre, quien y como seas, eres glamour perdurable, inextinguible, la dimensión del amor que habita en ti es colosal.

Por esa razón, Dios te ha hecho única y especial. Benditas sean las Madres que están vivas y las que están ausentes de cuerpo más no de su espíritu, porque queda la esencia de su pureza, madero indestructible, rezo cotidiano de pedir su protección, igual que al Creador.

Alabado sea Dios porque nos dio el acierto de ser Mamá.

Por Marlene Duran Zuleta

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