Hace unos días ha muerto, en su laberinto, Luis García Meza Tejada. Fue un asesino de alta catadura por sus conexiones con organizaciones criminales y la liquidación física de connotados revolucionarios, aunque ahora lo ha desmentido en una carta póstuma, la que es infame y antes de su desaparición física a través de su abogado. Y no se trata de maltratarlo, se lo merecería, sino de llevarlo al recinto del más allá, el que le corresponde, sino de ubicarlo en su obra trágica para los bolivianos en el contexto del Plan Cóndor, fabricado por los políticos y militares norteamericanos en su enfrentamiento con los soviéticos y cubanos en la época de una guerra que no fue tan fría.
En la actualidad resulta ridículo y deprimente desmentir lo que hizo García Meza con una fuerza brutal, y además, de que hubo una responsabilidad política que ahora se pretende negar. Solamente haber asesinado a Marcelo Quiroga Santa Cruz, al más grande intelectual de nuestra historia, sirve para llevarlo al Infierno. Pero no es solamente esto y es necesario referirlo con precisión, mencionando otros hechos y los propios de su oprobioso régimen.
El autor no hubiera querido referirse a situaciones dolorosas personales y familiares que tienen que ver con las lágrimas y bronca de hechos pasados envueltos en el monstruo de la impunidad aborrecible, pero lo tiene que hacer porque afectó profundamente a sus seres queridos en tiempos oscuros y sangrientos. García Meza no fue un militar ajeno a lo que pasó ya que asumió, desde el primer momento, una responsabilidad política fundamental, independiente de los que lo llevaron al matadero del Holocausto, inclusive mucho antes del aciago Golpe de julio de 1980, aunque lo niegue antes de su muerte, de manera tan cínica. Dijo que el culpable fue Arce Gómez, impulsado por Banzer, era su Ministro y ¿cómo puede inculparlo sin expresar lo propio e individual? Si este ministro hizo lo que hizo fue porque el otro lo permitió, nada más claro. En política es "cínico lavarse las manos con agua llena de sangre" cuando existe un grado de responsabilidad mayor que tiene que ver con una investidura forzada.
La historia se basa en hechos incuestionables, aunque se los disfrace. La tragedia de mi Familia empezó con Banzer, cuando este sujeto cometió crímenes contra la Humanidad y no se trata de ser indulgente con estos perversos neofascistas. Los principios no lo permiten aunque se pueda hablar de revanchismo, existe y tiene que ser porque la sangre derramada no se santifica con el perdón. Los crímenes horribles no se justifican, tiene que haber compensación económica y moral.
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