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Domingo 20 de mayo de 2018

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Cultural El Duende

Gesta Bárbara: fragmentos de memoria

20 may 2018

El consagrado poeta cochabambino Antonio Terán Cabero (1932), quien fue miembro integrante de la Segunda Generación de Gesta Bárbara, revela los vericuetos bohemios y revolucionarios que forjaron la institución cultural

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He vuelto a verlos. Están ahí bajo la arquería del antiguo y benemérito colegio Sucre. Un grupo pintoresco, varios de ellos con abundante barba negra. Alguien -¿un profesor?- me susurra al oído, son los jóvenes escritores y poetas de Gesta Bárbara. Aguzo la vista. Distingo al que gesticula con mayor vehemencia, sus "cejas como alas de golondrina", dirán después quienes describieron a Jaime Canelas López. El que luce anteojos oscuros y pasea la mirada por los pisos superiores del viejo edificio, es Héctor Cossío Salinas. Hay uno que lanza de rato en rato carcajadas recias y cantarinas, Mario Rolón Anaya. Otro, silencioso pero atento a los diálogos, "el mechón sobre la frente", Gonzalo Vásquez Méndez. Cabellera generosa, bajito y movedizo, Mario Quiroga de la Zerda. Sorpresa, un japonés (boliviano), Mario Ojara Ágreda. El más alto de todos que aletea con los brazos, Julio de la Vega. René Reyes, pintor, Daniel Bustos Gallardo, arquitecto urbanista, pintor y escritor. Alguien más detrás del grupo y casi indiscernible. Fui conociéndolos después por nombres y apellidos.

Ya los había entrevisto en varias ocasiones. Un día colaboramos con uno que otro verso en el libreto de la velada bufa universitaria. Nuestro blanco preferido el gobierno del PURS y costaba trabajo encontrar consonante para la palabra BURRIOLAGOITIA. Eran tiempos políticamente convulsos, con intentos revolucionarios y hasta bombardeos sobre la ciudad.

La noche del estreno, varios poetas fueron apresados y obligados a ingerir medio litro de aceite de ricino. No olvido el apellido del represor, Ariñez.

Quiso la fortuna que fuese a vivir en una casa vecina del domicilio de Coco Cossío. Le debo consejos y libros que alimentaron mi incipiente poesía. Hay una noche en que lo vi llorar silenciosamente frente al radio que transmitía la ceremonia de los Juegos Florales. No fue a recibir su premio por falta del esmoquin o del frac imprescindible. Era nuestra impecunia.

A una o dos cuadras de distancia vivía Mario Borda Clavijo, el "caboclo" que defendía vivamente a Shopenhauer frente a Cossío, vitalista y revolucionario. Yo, sin pronunciar palabra, obedeciendo a una inveterada inclinación, me solidarizaba emocionado con el pesimista. Aún perdura en mí ese escepticismo.

En algún momento me convertí oficialmente en bárbaro y me embarqué en la bohemia literaria que no termina sino con la muerte.

Los bárbaros no sólo produjeron valiosas obras individual y colectivamente. Su bohemia no era estéril sino un intenso debate cultural que no estuvo exento de humor negro para "epater les bourgouis". Cierto día cundió la noticia del suicidio de Julio de la Vega con invitación pública al velorio en la Academia de Bellas Artes "Man Césped". La sala se abarrotó de gente y de ofrendas fúnebres, pero de pronto Julio se incorporó del ataúd y leyó un extenso poema contra una novia que se propuso abandonarlo. La atribulada novia estuvo presente y sufrió un desmayo de película.

La segunda Gesta Bárbara nació en La Paz bajo la batuta de Gustavo Medinaceli, pariente de don Carlos Medinaceli, el fundador de la primera Gesta Bárbara de Potosí. Muchos de sus integrantes solían visitar Cochabamba y en un baile de carnaval formaron un círculo danzante recitando a coro el inusitado satanismo de la "Tertulia lunática" de Julio Herrera y Reissig, entonces conocido por muy pocos.

No está demás inscribir los nombres de las principales figuras de Gesta Bárbara en Bolivia, lista seguramente incompleta por las limitaciones de la desmemoria: German Céspedes Barbery, Mario Guzmán Aspiazu, Jacobo Liebermann, Ramiro Bedregal, Armando Soriano, Beatriz Shulze, Jaime Saenz, Silvia Mercedes Ávila, Edgar Ávila Echazú, Oscar Alfaro, Roberto Echazú, Mery Monje, Alberto Guerra, Mario Lara López, Mario Lara Claros, Oscar Arze Quintanilla, Edmundo Camargo, Rolando Arze Quintanilla, Mery Flores, Luis Fuentes, Milena Estrada, Alcira Cardona, Héctor Borda, Eliodoro Ayllón, Valentín Abecia, además, por supuesto, de sus fundadores Gustavo Medinaceli y Julio de la Vega. Yolanda Bedregal frecuentó asiduamente a los bárbaros de La Paz y recibió de ellos nutridos homenajes, habiéndosela declarado "Yolanda de América".

Jaime Canelas López, Edmundo Camargo, Rolando Arze Quintanilla, Gustavo Medinaceli y Oscar Alfaro fallecieron a edad temprana.

La lista es numerosa y, como dije, la omisión de muchos nombres es culpa de la memoria fragmentada y ya dispersa de quien se sabe desposeído de las condiciones que definen al crítico o al historiador de la literatura.

En cada capital de departamento y aún en ciertas provincias fue brotando la segunda Gesta Bárbara que, por otra parte, no limitó su membresía a narradores y poetas, sino que atrajo a investigadores sociales, ensayistas, artistas plásticos, compositores de música y otros personajes de algún modo relacionados con las artes y las letras.

Esta concurrencia no por variada y aparentemente heterogénea fue negativa. Por el contrario, incrementó en calidad y número las actividades culturales las más frecuentes y notorias de las cuales tuvieron lugar en La Paz, Oruro y Cochabamba.

Hay un hecho que merece destacarse. Malgrado las personales preferencias en orden a las concepciones intelectuales y artísticas, reinaba en todo momento un apasionado aunque saludable intercambio de ideas. Y es que, por encima de todo, unía a los bárbaros un compartido espíritu de resistencia y repudio a las anquilosadas estructuras de los poderes fácticos imperantes, a la mesocracia ambiente, a las injusticias sociales y a las represiones policíacas contra el pensamiento libre, como lo habían hecho a su turno y en parecidas circunstancias los maestros de la primera Gesta Bárbara.

En La Paz fueron apareciendo sucesivamente novelas y libros de poemas, además de publicaciones colectivas de valioso impacto cultural. Los bárbaros inundaron las páginas de las principales revistas, KHANA, la revista municipal de cultura; CORDILLERA, del Ministerio de Educación; SIGNO, la revista del crítico Juan Quirós; y, sobresaliendo entre todas, TRIGO, ESTA?O Y MAR, texto de ensayos esenciales y ardientes alegatos de reivindicación bolivianista. El documento tuvo el espaldarazo de Franz Tamayo que se valió de la famosa cita de Goethe: "Valor y coraje./ Valor perdido,/ todo perdido./ Más te valiera/ no haber nacido".

No creo que sea impertinente una somera referencia a la Gesta Bárbara de Carlos Medinaceli y Gamaliel Churata, fundada en 1918 en la ciudad de Potosí. Este movimiento cultural rindió fervoroso homenaje al modernismo y fue pionero en el análisis cultural del país y de Hispanoamérica. Ese ferviente modernismo no le impidió, sin embargo, descalificar ciertos excesos europeizantes y más propiamente el afrancesamiento dieciochesco, para destacar en cambio la importancia del atávico sentimiento étnico de la cultura y del paisaje territoriales. En otras palabras, el "telurismo". Asumió la defensa del indigenismo y apuntó sus dardos contra la realidad política y social, sobre todo del campo y de las minas. Un indigenismo justiciero y hasta un indianismo cosmogónico que las generaciones posteriores continuaron y profundizaron, para vergüenza de aquellos etnocentristas pretendidamente "originarios" que ahora, en pleno siglo XXI, borran de un plumazo la historia cultural del país y presumen de ser la única verdad revelada con exclusión de quienes sacrificaron vidas y haciendas en defensa de los grupos y comunidades étnicas subalternizadas. Pues hay ahora "originarios" que practican un racismo al revés, fruto del resentimiento ignorante o de un subconsciente colectivo fermentado secularmente y que los convierte en émulos de sus verdugos de antaño.

Aunque a tiempo de trazar el balance de su generación Medinaceli es patéticamente pesimista, ("nos aplastó y pisoteó el ambiente ignaro y mesocrático", dice), reclama para ella el nombre de "Neptalí", que en hebreo significa "Yo he combatido mis combates".

Ahora bien, la segunda Gesta Bárbara bebió entusiasta y devota de aquellas fuentes, se propuso reivindicar la obra de sus ilustres antecesores, ampliando, además, el horizonte lingüístico, la cosmovisión y las experiencias existenciales, las técnicas verbales, en correspondencia con las vanguardias literarias del momento.

¿Hasta qué punto pudo cumplir esos propósitos?

Un somero deslinde -aunque fuera a ojo de buen cubero- de los libros que he podido leer por simple y pura necesidad intelectual y sin mayor método crítico, me permite unas cuantas intuiciones sujetas a posible rectificación.

En primer lugar me atrevo a dudar de las afirmaciones según las cuales las postulaciones vanguardistas, sobre todo las del surrealismo bretoniano, se trasladaron a Bolivia así fuera con retraso de dos décadas.

El surrealismo europeo bebe en las profundidades del subconsciente como una reacción contra el cartesianismo y el positivismo que cobijaron una sociedad podrida que propició los horrores de una guerra mundial. Reclama una escritura automática, las asociaciones oníricas y el vejamen al contralor racional. Salvo contados escritores, notablemente poetas, el surrealismo europeo no cuajó en Bolivia completa, exhaustiva y fielmente, como sucedió en otras latitudes que nos ofrecen testimonios incontestables de esa cosecha.

Hay que anotar, empero, esta circunstancia. Esos pocos casos excepcionales se prodigaron en la búsqueda del nuevo lenguaje sin mimetizarse, ni filosófica ni expresivamente, con la teoría bretoniana. Se puede conjeturar que hubo una suerte de "imitatio" pero no una "mimesis" profunda. Esa aparente renovación léxica derivó al poco tiempo hacia una textualidad directamente entroncada con las preocupaciones políticas y sociales.

Podría aceptarse que las experiencias oníricas no estuvieron ausentes de la obra de los bárbaros, (al fin y al cabo las vivencias metafísicas y la ensoñación del mundo han sido y son inseparables de la poesía), mas esas experiencias no se desligaron totalmente de la realidad cotidiana, así la "realidad" se asuma subjetivamente. Curioso fenómeno que podría explicarse como constitución psicológica o inconsciente colectivo incompatible con las abstracciones verbales deletéreas, nebulosas y descarnadas. Hubo siempre en la obra de los bárbaros una inevitable objetividad en sus percepciones, distanciadas sin embargo de la simple, ramplona y tangencial visión de la vida y de la muerte. Surrealismo quizá pero de otro signo que el europeo.

Creo recordar que André Breton, cuando visitó México, dijo que mientras en Europa el surrealismo era inventado como un supremo esfuerzo para oponerse a una sociedad inaceptable, aquí, en América, todo, la vida y la muerte, eran surreales a cada paso y en cualquier momento.

Lo evidente es que, en Cochabamba por lo menos, los escritores y poetas transitan las sendas de Herrera y Reissig y de Lugones, y se informan de las vanguardias europeas directamente a través de las "residencias" de Neruda, el creacionismo de Huidobro y las innovaciones del lenguaje vallejiano. Reitero que, salvo casos aislados, no se asumen de manera radical esas tendencias. Neruda enraizó pero con la otra porción de su poesía, la política y la amatoria.

La Paz es una excepción donde destaca la personalidad y la obra de Gustavo Medinaceli con los signos diferenciales que hemos anotado. Otros nombres, como los de Julio de la Vega, Alcira Cardona, Jaime Saenz, Edmundo Camargo, Luciano Durán Boger, Luis Luksic, Sergio Suárez Figueroa y hasta Pedro Shimose, con los que se quiere representar una escuela, una corriente, un movimiento surrealista en Bolivia, o bien no pertenecen estrictamente a Gesta Bárbara, rozaron por un momento los postulados bretonianos, o bien, después de la diáspora lamentable cuyas causas aún no han sido esclarecidas, se decantaron por nuevos rumbos a la luz de las teorías literarias modernas y postmodernas.

La segunda Gesta Bárbara fue influida también en grande medida por la poética juanramoniana aunque ya no en su vertiente modernista sino más bien en lo que tiene de mesura, de economía de lenguaje y de emotividad dictada por la pasión amorosa. García Lorca contagió asimismo a los bárbaros que asimilaron no sólo su tejido metafórico sino la predilección por el romancero. Tampoco olvido que nuestra lectura predilecta fue la famosa antología de la generación española del 27.

Entre paréntesis, invitan a la reflexión ciertas comprobaciones críticas. De Vicente van Gogh se dice que en sus árboles retorcidos y clamantes habita la neurosis del pintor. Acuciosos observadores afirman que esos árboles "son así no más" como en la pintura debido a los constantes y fuertes vientos. La infancia de Neruda transcurre al sur de Chile, en una zona de incesantes y feroces lluvias, donde todo, el mundo entero, parecía desintegrarse en un derrumbe perpetuo. Por tanto, esa atribución surrealista merece un análisis más sutil. Kafka era denostado por los políticos mexicanos de una izquierda ortodoxa, (la del llamado "realismo socialista"), como fantaseador evadido de los problemas vitales y concretos de cada día. Un crítico inteligente reflexionó que Kafka muestra el absurdo de su época y predijo los horrores del nazismo y de la próxima guerra. Si Kafka hubiera sido mexicano, concluyó, sería un escritor costumbrista.

Al cabo de tantos años, casi tres cuartos de siglo, es necesario recordar que los poetas de Gesta Bárbara, y aún otros si bien no ajenos, no integrados en el grupo, vivieron los avatares de un tiempo signado por las luchas revolucionarias -las utopías- que culminaron en el levantamiento popular de 1952. La poesía política que esa época produjo ha sido olvidada con toda justicia cuando se trató de eclosiones meramente verbalistas, proclamas prosaicas o circunstanciales. Aquella otra, casi vallejiana y hondamente comprometida con la estética, aún perdura.

Sus creadores continuaron ejerciendo el oficio, mucho después de haber desaparecido Gesta Bárbara de los escenarios culturales. Y lo hicieron acuciados esta vez por otras preguntas fundamentales de la cultura contemporánea. Mencionamos algunas.

1. El nuevo tratamiento del tiempo, que no es ya el tiempo sucesivo, el continuo, la duración que somete, envuelve y hasta anula la noción de espacio.

2. La poesía era un arte temporal. La palabra en el tiempo, como quería Antonio Machado. Ahora se vive el tiempo como un presente mítico, como un instante privilegiado, inseparable del espacio, un instante que contiene a todos los demás que son, por supuesto, intercambiables.

3. Con el debate del tiempo está también el de la memoria, que ya no es el acopio de escombros ni la recreación cronológica de una vida, sino una incesante modificación e invención del pasado.

4. Está la experiencia del cuerpo, la imaginación del cuerpo, cuerpo y alma en su unidad esencial, es decir el erotismo que no rechaza sino funde el uno con el otro.

5. Está el dilema -para los que lo tienen- acerca de las relaciones u oposiciones entre la cosa y la palabra que la nombra.

6. Y, como experiencias importantes, están el intento huidobriano de crear una realidad paralela a la naturaleza y la historia, y, por qué no, la proposición lezamiana de convertir la poesía en el logos de la imaginación.

7. Las teorías de la lectura insisten, por otra parte, en la ineludible participación del lector para completar el sentido de los textos.

8. Y, para coronar esta lista de novedades, obligadamente parciales, la sospecha de que la poesía escrita ya no forma parte de la literatura, sino que sería un metalenguaje y una especial introspección que tiende al auto-conocimiento.

Aquí me detengo. Por alguna deformación profesional, estos comentarios volanderos han venido dibujando la figura y obra de los poetas de Gesta Bárbara, descuidando las de narradores y ensayistas, que los hubo y de excelente nivel intelectual.

Ya traspuestos los umbrales de la vejez advierto que aquellos hermanos y cómplices de taumaturgia fueron descendiendo paulatinamente a sus tumbas y que, en este momento, somos apenas tres sobrevivientes, me parece: Mario Quiroga de la Zerda, Oscar Arze Quintanilla y yo.

Acostumbrado a releer constantemente sus libros olvido a veces que ya no están aquí porque siento que me acompañan y hasta conversan o discuten conmigo. Pero la verdad al fin de cuentas es inexorable y escritura alguna podrá reemplazarlos jamás. Los sueños son acaso el lugar donde su presencia es más intensa y sus figuras humanas casi palpables, pero también los sueños son lo que son, el reino de la vivacidad caótica e inescrutable. Coco Cossío aparece en primer plano exclamando como solía, con un vaso de vino en la mano, "A ver, a ver, a ver / por qué llora esa mujer"; Gonzalo Vásquez Méndez habla muy rara vez pero te hace saber que sigue buscando allá a la amada que lo precedió en el viaje; caboblo Borda repite incansablemente "Más allá del horizonte estarán siempre nuestros sueños"; inca Lara me canta su copla "Antoño retoño mató a su mujé / con siete puñales y un alfilé", y así todos, cinéticos y fugaces. Inclusive alguien entreabre la puerta y con los brazos en jarras pregunta "Cómo es pues ché / cuándo vas a venir".

Alguna vez me atreví a visitar los lugares que cobijaron nuestra bohemia, aquella chichería del Yaku-Ujya con su enormísimo piano de patas de león; la sillp´anchería de la yarqéy plazuela donde bromeábamos con matarifes siempre provistos de deslumbrantes cuchillos; el altillo con el armonio y la concertina del ciego Anselmo; (qué casualidad, también el ciego de "La casa verde" se llama Anselmo); las callejas desiertas a media noche que recorríamos coreando huayños, coplas populares, canciones republicanas de la guerra civil española. Peregrinación inútil. Aquellos lugares han desaparecido y los reemplazan ahora edificios de mal gusto o establecimientos comerciales inhóspitos para la literatura. La ciudad bucólica y apacible, las noches de lirismo incontenible ya no son de nosotros.

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