Es imposible en nuestra imperfección no estar abrumado de amores y deseos, de miedos y represiones internas, asà como arrebatos de pasión e ira destemplados, sin embargo, un cuerpo educado al recato, a la moderación de las pasiones y, las desata contenidas cuando exista un sentimiento de amor puro y sincero, blindado por la fidelidad del uno al otro.
Un cuerpo educado y despojado en correspondencia con la imperfección humana de la materialidad, no causa alboroto, perturbación y confusión, entonces, aunque el estado, como se afirma, no es el perfecto para filosofar, surgen momentos, horas y dÃas para que el alma filosofe por sà misma y nos convierta en amantes de la sabidurÃa.
La tendencia progresiva a distanciarse sin llegar al ascetismo, de la materialidad, posibilita la adquisición del saber y el cuerpo no asume un comportamiento insensato cuando se lo educa, implementando la aspiración de conocerse perfectamente a sà mismos, que era una de la práctica de Sócrates que recomendaba a sus oyentes, precisamente para darse cuenta que no se sabe nada.
Una percepción justa para lograr conjugar armónicamente los preceptos de los filósofos antiguos y la azarosa vida actual, para despojarse de la materialidad es acostumbrarse al recogimiento y la concentración en uno mismo.
(*) Abogado, posgrado en Interculturalidad y Educación Superior, Docencia en Educación Superior, Conciliación y Arbitraje, FilosofÃa y Ciencia PolÃtica (maest), doctor honoris causa con tesis, escritor.
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