Los tiranos suelen acabar mal. Algunos caen pronto; otros demoran y algunos mueren en el poder dejando abierto el sendero de la rebelión por la libertad. Por lo que sucede en Venezuela cada vez más asilada y con una gravÃsima crisis provocada por el chavismo, se pensaba que el neopopulismo en ese paÃs terminarÃa con la muerte del uno de sus creadores: el presidente Hugo Chávez FrÃas. Pero no fue asÃ. Primero cayeron sus simpatizantes, entre ellos, aunque no afiliados formalmente a la ALBA, el PT de Lula en Brasil y el kirchnerismo en Argentina. Luego hubo un viraje saludable en el Ecuador.
En lo que no se pensaba es que la tiranÃa de la pareja presidencial nicaragüense -Daniel Ortega Saavedra y su esposa Rosario Murillo-, iba a sufrir un levantamiento popular en demanda de libertad, democracia, freno a la corrupción y elecciones limpias. Es cierto que todo empezó como una protesta, que fue brutalmente reprimida, por una medida administrativa, pero en el trasfondo hubo una rebelión contra la dictadura que aún persiste, especialmente de la juventud.
Con participación de la Iglesia Católica, se impulsa la convocatoria a un diálogo entre el gobierno, la oposición y los universitarios en rebelión. Por la experiencia venezolana de que esto solo sirvió al chavismo para ganar tiempo, los opositores -especialmente los jóvenes que encabezaron las protestas contra el gobierno- exigen que el diálogo se concentre en acuerdos para la salida de la pareja Ortega-Murillo, y la convocatoria anticipada a elecciones generales.
Ortega ha perdido respaldo de amigos y socios. El chavismo en crisis y el afligido castrismo por conservar influencia, no están en condiciones de salvarlo. Su suerte está echada, como sucede frecuentemente con los autoritarios.
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