Ya este tÃtulo muestra una caracterÃstica, muy propia de este Papa, que aparece en casi todos sus escritos, dirigidos a las personas católicas pero sin excluir a las pertenecientes a otras comunidades cristianas. Se trata de la actitud personal y comunitaria alegre por haber sido vivificados por el EspÃritu de Jesús para vivir como fieles seguidores suyos.
Francisco subraya que la santidad es una actitud y una misión que la Iglesia nos obsequia en el bautismo. Un cristiano no debe resignarse a ser una persona apocada, tristona, agriada, melancólica. "No se trata de comer, beber y satisfacer necesidades corporales, sino de vivir plenamente la caridad en el EspÃritu Santo" (Rm 14,17), porque "al amor de caridad le sigue necesariamente el gozo, pues todo amante se goza en la unión con el amado. De ahà que la consecuencia de la caridad sea el gozo" (Sto. Tomás de Aquino).
En la vida todos atravesamos momentos duros, tiempos de cruz, pero nada puede destruir la alegrÃa sobrenatural, que "se adapta y se transforma, y siempre permanece al menos como un brote de luz que, más allá de todo, nace de la certeza personal de ser infinitamente amado" (Francisco, Evangelii gaudium, 24 noviembre 2013, 6). No da una seguridad interior, una serenidad esperanzada que da una satisfacción espiritual, incomprensible para los parámetros mundanos.
Como san Pablo señala hay que estar siempre alegres (Flp 4,4). El discÃpulo alegre ilumina a los demás con un espÃritu positivo y esperanzado. "Hemos recibido su Palabra y la abrazamos con la alegrÃa del EspÃritu Santo en medio de muchas tribulaciones" (1Ts 1,6). En el fondo, como decÃa León Bloy, en la vida "existe una sola tristeza, la de no ser santos"»
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