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Sábado 05 de mayo de 2018

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Expresar las emociones negativas de forma inteligente es ganar en salud

05 may 2018

Fuente: lamenteesmaravillosa.com

Expresar emociones negativas cuando las sentimos no significa perder la razón. Porque enfadarse, decir "basta, hasta aquí he llegado", reaccionar frente a quien nos quiere sumisos, predecibles y callados es una reacción saludable y hasta necesaria. Nuestro temperamento, al fin y al cabo, tiene pleno derecho a desbordarse de vez en cuando para permitirnos expresar, para dejarnos canalizar estas emociones negativas.

La ira es problemática solo si es muy intensa, frecuente e irracional, gestionada con inteligencia puede ser nuestro mejor canal para resolver ciertas situaciones. Se pueden expresar las emociones negativas sin perder las formas. Si hay algo que nos ha enseñado nuestra sociedad de forma equívoca es que hay emociones buenas y emociones malas.

De hecho, si decimos en este mismo momento que el enfado, la rabia y la ira son saludables es muy posible que más de uno vea cierta contradicción en el enunciado. ¿Cómo puede ser buenas una serie de emociones relacionadas tradicionalmente con la agresión, la disputa o incluso la violencia?

Bien, este tipo de atribuciones tan comunes entre la población son un ejemplo más de nuestra falta de competencia en materia emocional. Porque si hay algo que debemos tener claro es que "no hay emociones buenas y malas". Aún más, si cometemos el error de reprimir, tragar o disimular nuestros enfados o nuestra ira lo que conseguiremos a largo plazo, además de una indigestión emocional, es que las emociones a las que llamamos "positivas" pierdan su intensidad.

Tenemos pleno derecho a expresar las emociones negativas. Eso sí, lo mejor es que lo hagamos con inteligencia y asertividad. Concedámonos permiso para demostrar nuestra rabia y nuestra ira ante todo aquello que nos cause contradicción, molestia o enfado. Porque el hecho de que estas emociones se asocie al malestar no significa ni mucho menos que "sean malas". Aún más, lo que conseguimos con ellas es algo muy necesario para nuestro bienestar psicológico: hacernos valer y resolver conflictos para poder adaptarnos mucho mejor a nuestros contextos.

Las personas hemos nacido con la capacidad de ser agresivos. Sin embargo, eso no nos convierte en malas personas. La rabia nos ha acompañado desde nuestra infancia y nuestra responsabilidad última con ella es utilizarla de forma funcional para defendernos y poner límites.

En primer lugar, es necesario recordar un detalle: para manifestar nuestras emociones negativas sin perder la razón debemos hacer uso de la ira funcional, adaptada y controlada. Nos referimos a esa comunicación en la que la persona no hace uso del grito, del insulto ni del reproche inútil. Esa donde cada palabra dicha pasa previamente por el filtro del respeto, la calma y la firmeza.

Los sentimientos no se reprimen ni se maquillan. Si hay cosas que nos molestan, que nos vulneran y que nos hacen daño, no nos tragaremos esas emociones como quien engulle con la nariz tapada una comida que no le gusta.

Sin embargo, no se trata tampoco de responder "al segundo" ante aquello que no nos gusta justo cuando la rabia nos tiene secuestrados. En caso de hacerlo, es muy probable que la ira se nos lleve hasta su lado más disfuncional y resolvamos la situación del peor modo posible.

Lo más adecuado en estos casos es planificar previamente qué vamos a decir, cómo decirlo y cuándo decirlo. Este plan nos da la posibilidad de ser más inteligentes, que no necesariamente falsos o artificiales.

Para concluir, tal y como hemos podido ver la rabia bien gestionada tiene el potencial de darnos la fuerza que necesitamos para resolver muchas situaciones. Por lo tanto, perder las formas de forma inteligente, respetuosa y asertiva nos da la posibilidad de liberarnos de ese nudo en el estómago, de ese cepo en la garganta e incluso de ese "perro negro" llamado depresión al que Winston Churchill paseó tanto y en secreto durante buena parte de su vida.

Fuente: lamenteesmaravillosa.com
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