La mañana del 15 de marzo pintaba peculiarmente fría aquel 1995 y los alumnos de la Escuela de Idiomas del Ejército nos apiñábamos para hacernos regalar los primeros rayos de sol que daban sobre un pequeño pasillo que nos guarecía en los descansos entre clase y clase mientras aprendíamos la lengua de Shakespeare.
Exudando vapor por la boca el comentario general era respecto al terrible frío que hacía, cuando nos visitó el muchacho que a diario nos venía a dejar el periódico. Eran como 5 ejemplares diferentes de los matutinos paceños y a quien estaba a mi lado, aquella jornada le tocó recibir La Razón cuyo principal titular enfadó en demasía a su portadora.
Mi muy querida amiga, la Capitán Rosario Vargas (Oficial de Ejército de la segunda generación de Damas Cadetes egresadas del Colegio Militar) empezó a refunfuñar y a protestar por la inacción de los "Jefes" que permitían semejante aberración.
Ante esa reacción mi curiosidad se dirigió a la portada de ese diario y me quedó claro el porqué de su bronca, en la tarde noche de aquel miércoles llegaría proveniente del Brasil, extraditado por las autoridades bolivianas, Luis García Meza Tejada, prófugo de la justicia boliviana que hacía 1 año y 6 días había sido detenido en Sao Paulo en compañía de una morena y un amigo mientras gastaban parte de los 45.000 dólares con los que fue aprendido.
No tuve que preguntarle nada, pero lo que dijo me dejó absolutamente absorto. Según ella, los jefes deberían por lo menos organizar un comando de Satinadores para secuestrar al detenido y evitar de esa manera que pise la cárcel, un lugar inmerecido para un General que le había dado tanto a la Patria y sobre todo a sus amadas Fuerzas Armadas.
Yo era aún muy joven e inexperto para entender la dimensión de todo lo que me decía y con la seguridad que afirmaba una idea que por lo bajo me sonaba descabellada y muy dentro mío me preguntaba ¿Qué le sucedía a esa dama para siquiera imaginar semejante barbaridad?
En poco el descanso terminó, no hubo tiempo ni para discutir el tema, volvimos a clases, nadie se acordó más del asunto y don Luis García Meza llegó esa noche a El Alto, protegido por un chaleco antibalas y sus custodios lo trasladaron rápidamente a que pase su primera noche en una celda que lo esperaba ya hace mucho en la gélida cárcel de Chonchocoro.
En todo caso me quedé con las ganas de saber más sobre su razón y en un almuerzo de Viernes Santo en el que pudimos hablar del tema, ya sin tanta rabia me comentó que en realidad lo que ella guardaba por el ya reo, era gratitud. El General fue su Comandante en el Colegio Militar mientras cursaba su segundo año militar y grabó en ella recuerdos gratos de un gran Jefe como persona y como oficial, pero era también consciente de que se había equivocado de mil maneras.
Yo en cambio de él no guardaba más que los ingratos recuerdos que puede recordar un niño, la edad no me había permitido aún asimilar todo lo sucedido en el golpe del 80 y todas sus consecuencias como lo hago ahora pero definitivamente de mi parte hacia él, no existía el más mínimo espacio para sentimiento alguno siquiera de afecto.
Entendiendo que ella tuvo una relación Jefe Subalterno y hasta comprendí su aprecio y sus comentarios, pero lo que me dejó realmente extrañado fueron los comentarios de hombres de mi tanda, luego que el pasado domingo nos despertó la noticia sobre el fallecimiento del "último golpista".
De pronto, un grupo del whatsapp al que pertenezco empezó a llenarse de rabia y reclamos ante el pasivo o inexistente accionar del mando militar que no se manifestó para rendirle homenajes a quien fuera en su momento Comandante del Ejército.
Leí con paciencia y atención cada una de las posturas sin llegar a entender cómo es que quienes ya ejercieron ciudadanía en democracia, y que durante gobiernos constitucionales juraron defender a la Patria y sus Leyes, conciben la violación de las mismas y la consumación de delitos como "errores humanos" que se deben perdonar o en todo caso, deben estar subordinados a las "virtudes profesionales" que haya podido tener cualquiera y que eso alcanza para estar por encima de cualquier dictamen jurídico, así éste haya sido dictado por la propia Corte Suprema de Justicia.
El General fue reconocido entre los uniformados de su época por su gran donaire entre sus subalternos. No sólo tenía un innato don de mando, era un soldado a carta cabal, hombre de Comando que se destacó como uno de los mejores jinetes de su época. Su tarea como Comandante del Colegio Militar le puso en bandeja el mando del Ejército que se lo reclamó casi a la fuerza a una más que asustada Lidia Gueiler, que apenas podía controlar al poder político y mucho menos marcarle el paso a unos envalentonados militares, que en esas épocas hacían sonar sus sables como cola de cascabel.
Su Golpe de Estado fue todo menos "su" golpe, ya que éste en realidad fue urdido y tramado entre círculos de poder logiero que tan solo lo acomodaron a la cabeza e hicieron lo que quisieron mientras fueron el poder detrás del trono. Las cabezas más visibles de este entuerto fueron Arce Gómez y Banzer Suárez y seguramente García Meza no supo darse cuenta en su momento de que sólo era una marioneta, y puede que eso califique como error. Pero su incapacidad lo condujo a cometer y dejar que se cometan delitos, muchos de ellos de "Lesa Humanidad" que le costaron nada menos que 30 años a la sombra y a Bolivia la mitad de una década aciaga y funesta.
Lo peor de todo fue que los uniformados de aquel entonces, cobijados por el poder, pensaron que estaban en su reino y que había piedra libre para hacer lo que se les venía en gana. Fue tal la cantidad de excesos cometidos por el mando, que tuvieron que ser los mismos militares, aquellos cuyo honor y formación no podían permitir que semejante orgía siga, los que le pusieron frenos de mano tan fuertes, que quien quería quedarse 20 años a la cabeza del "Proceso de reconstrucción nacional", luego de un poco más de un año tuviera que renunciar.
Hombres como Emilio Lanza, Luis Áñez, Humberto Cayoja, Alberto Natusch y hasta los Cadetes del Colegio Militar dieron la talla de los hombres que optan por vestir el uniforme y ser disciplinados, pero no por ello obedecer lo que sea, ni permitir que quien tenga el mando, haga lo que se le cante. Todo tiene límites y este General los desconocía todos o al menos no los ubicaba.
También se le quiso reconocer valores como el coraje y la valentía y es probable que haya dado muestra de ello cuando se puso a la cabeza del Estado asumiendo todas las responsabilidades. Pero llegado el momento, cuando las verdaderas circunstancias merecían que mire de frente y tome para sí las consecuencias de sus actos, una fatal amnesia como estrategia de defensa mostró más bien a un hombre incapaz de arrogarse sus errores, faltas y delitos con las mismas agallas que se mostraba cuando uno de sus lugartenientes nos ofrecía la muerte por televisión.
Y para terminar de arruinarlo todo, sus notas póstumas y su autobiografía con detalles tan tristes como afirmar que Quiroga Santa Cruz era su amigo de infancia o que había perdonado a Arce Gómez la masacre de la Harrington porque su esposa había ido a hablar con la suya para disculparse, en lugar de eximirlo algo, le dieron una nota muy pobre de la verdadera personalidad de este tan admirado General.
Cuando un hombre decide entregarse a la carrera de las armas, sabe perfectamente que aunque tenga que afrontar cientos de privaciones, también gozará de una serie de privilegios y uno de ellos es el de ser reconocido y honrado al momento de abandonar la vida. Pompas y honras que amerita todo hombre de honor que sirvió bajo bandera, enorgullecen a su prole cuando por ejemplo un estandarte y su sable ornamentan el féretro. Pero esas honras no son para todos, muchos por ejemplo, las hemos perdido cuando nos hicimos a un lado de la milicia por diferentes motivos, y en cambio otros, han empeñado dichos privilegios por no sujetarse a la Ley, durante su carrera militar y de paso exceder el abuso del poder que tan confiada la Patria les ha asignado.
No pasa lo mismo con su jubilación que no es un derecho ganado, sino adquirido por los aportes que se hicieron en la carrera y que obviamente ninguna sentencia judicial puede anular, al menos, no una como la que sentenció al General García Meza.
Después de lo sucedido, el fallecimiento de este polémico personaje debe servir de ejemplo para la reflexión de dos temas fundamentales. El haber sido bueno en algo, no da carta blanca para ser malo en otras situaciones, pero la más importante es que el ser portador y administrador de la fuerza concedida por la Patria a través de sus Leyes es de muchísima responsabilidad, debe estar eternamente subordinada al cumplimiento estricto de sus designios y nunca la ambición personal puede estar por encima de lo estipulado por la Constitución, así estemos seguros de que tenemos la razón.
(*) Paceño, stronguista y liberal
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