La sociedad actual, por ignorancia o por malicia se ha apartado de los principios del Cristianismo, vivimos en un mundo anticristiano, la humanidad le ha dado las espaldas a Dios, la pérdida de sentido de pecado es la nota más característica de nuestros tiempos. El populismo reinante afirma que la opinión pública, como voluntad autónoma del pueblo, es la ley suprema en la política y que en ésta los hechos consumados tienen por sí mismos valor jurídico. Esta concepción política deja el campo abierto al desenfreno de la codicia humana.
De la Revolución Francesa se derivaron infinitos males para la Iglesia. Un siglo después, en 1889, León XIII publicaba la «Quamquam pluries», justo después de que II Internacional proclamara el 1º de mayo como fiesta revolucionaria del trabajo. El marxismo internacional produjo luego la fundación de la III Internacional que consagró la hegemonía del Partido Comunista, que tantos males traería al mundo.
El siglo veinte vio surgir ideologías ateas y totalitarias como el comunismo y el socialismo, enemigas de la Iglesia y del obrero cristiano. Sabiendo muy bien la amenaza de estos males los Papas consideraron oportuno advertir a los fieles y confiarlos al cuidado de San José.
El socialismo, fue condenado por León XIII, en «Quod Apostolici Muneris», pues sus objetivos son: 1. Negación de Dios y de la Iglesia, 2. Supresión de toda autoridad, 3. Igualdad absoluta de todos los hombres en la esfera jurídica y en el plano político, 4. Disolubilidad del vínculo matrimonial y por consiguiente disolución de la familia, 5. Abolición del derecho a la propiedad, 6. Acción política demagógica sostenida por una propaganda revolucionaria.
En «Bonum sane et salutare», Benedicto XV, el 25-07-1920, advirtió a los fieles respecto del socialismo y el gobierno mundial, al tiempo que los confiaba al cuidado de San José:
«Por lo tanto, hemos de deplorar mucho más que antes que las costumbres sean más libres y depravadas y que, por la misma razón, se agrave cada día más la que llaman causa social, de modo que debemos temer males de gravedad extrema? Pues, en los deseos y la expectativa de cualquier desvergonzado se presenta como inminente la aparición de cierta República Universal? y en la cual no habría diferencia alguna de nacionalidades ni se acataría la autoridad de los padres sobre los hijos, ni la del poder público sobre los ciudadanos, ni la de Dios sobre los hombres unidos en sociedad? Si esto se llevara a cabo no podría menos de haber una secuela de horrores espantosos? Ya vemos que se pretende producir esa misma situación en los demás pueblos; y que, por eso, ya existen aquí y allá grandes turbas revolucionarias porque las excitan el furor y la audacia de unos pocos... Por la misma razón, para retener en su deber a todos los hombres que se ganan el sustento por sus fuerzas y su trabajo donde quiera vivan, y conservarlos inmunes del contagio del socialismo que es el enemigo más acérrimo de la sabiduría cristiana, ante todo les proponemos fervorosamente a San José para que lo elijan como guía particular de su vida y lo veneren como patrono».
Su sucesor el Papa Pío XI, viendo la creciente amenaza en contra de la Iglesia, de la «pestilente secta comunista», decidió confiar de manera explícita a San José la causa contra el comunismo: «Para acelerar la paz de Cristo en el reino de Cristo, por todos tan deseada, ponemos la actividad de la Iglesia católica contra el comunismo ateo bajo la égida del poderoso Patrono de la Iglesia, San José.
San José perteneció a la clase obrera y experimentó personalmente el peso de la pobreza en sí mismo y en la Sagrada Familia, de la que era padre solícito y abnegado; a San José fue confiado el Infante divino cuando Herodes envió a sus sicarios para matarlo. Cumpliendo con toda fidelidad los deberes diarios de su profesión, ha dejado un ejemplo de vida a todos los que tienen que ganarse el pan con el trabajo de sus manos, y, después de merecer el calificativo de justo (2Pe 3,13; cf. Is 65,17; Ap 2,1), ha quedado como ejemplo viviente de la justicia cristiana, que debe regular la vida social de los hombres» (Divini Redemptoris).
Fue el Papa Pío XII, quien estableció que la fiesta de San José Obrero se celebre anualmente en la Iglesia Universal el 1 de mayo, fecha elegida específicamente para contrarrestar el feriado predominantemente socialista y comunista, conocido como «Día internacional de los trabajadores» o «Primero de Mayo».
En su discurso a los trabajadores italianos Pío XII, el 1° de mayo de 1955 dijo a los trabajadores: «si quieres estar cerca de Cristo, te repito: ¡Ve a José!».
«El Cristianismo se funda en el amor, el marxismo parte del odio, de la lucha de clases, cree en el inmisericorde aniquilamiento de los adversarios. El Cristianismo es un llamado a todos los hombres, el marxismo convoca sólo a los proletarios, a los explotados. Uno cree en la Redención, el otro en la revolución» (Aguilar, Luis E., Encuentro de dos herejías).
El comunismo encierra un falso ideal de aparente redención. La lucha de clases es uno de sus fundamentos. La difusión del comunismo se explica por las deslumbradoras promesas que hacen a los incautos y a los ignorantes, apoyándose en las injusticias del régimen económico liberal, así, vemos hoy en tantas partes del mundo la difusión de los errores del comunismo. El marxismo cultural. Y como avizoraría proféticamente Don Plinio Correa de Oliveira, la revolución en su IV etapa: el comunismo tribal, incluso dentro de la Iglesia Católica con la «teología de la liberación» y múltiples herejías.
Afirma el Prof. Alexander Torres Mega: «Una de las principales lecciones que aprendí hace tiempo -y cuya vigencia puede demostrarse día tras día- es la siguiente: cada vez que la izquierda liberticida avanza y se consolida, ello no ocurre por su propio poderío sino gracias a la pasividad, a la tibieza, a la debilidad cómplice o a la traición de quienes debieran oponérsele con firmeza y no lo hacen. En medio de los esfuerzos enfrentados de palomas y halcones, creo que esa es una especie de constante histórica, observable en todas partes y visible en todos los ámbitos de actividad».
No cabe duda de que el patrocinio de San José Obrero, es de inusitada urgencia.
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