La historia nos transporta retrocediendo en el tiempo a un 1ro de mayo de 1886, cuando en la ciudad norteamericana de Chicago, un grupo de trabajadores cansados de injusticias sociales y abusos decidieron salir a la calle y manifestar su reclamo públicamente, en lo que se considera la primera manifestación laboral que terminó reprimida violentamente y en una acción confusa generada por la propia policía, se culpó del hecho a los líderes sindicales, arrestados y condenados a morir en la horca, como castigo a su valiente reclamo. Juicios injustos determinaron que cuatro de los ocho acusados murieran en la horca, uno de ellos prefirió suicidarse antes de ser ejecutado injustamente, otros cuatro fueron sentenciados a prisión perpetua. Por su valentía, su sacrificio y su ejemplo, esos y otros líderes que cayeron por la violencia policial, han sido denominados como los Mártires de Chicago, su ejemplo perdura en el tiempo y prevalece en la conciencia de los trabajadores del mundo.
En el tiempo en que la poderosa industria del norte no tomaba en cuenta el valor del sacrificio humano, se trabajaban hasta 14 o 16 horas diariamente y el motivo principal del movimiento obrero era lograr un trabajo digno en un horario justo, por lo que plantearon la imposición de las ocho horas de trabajo diario. Fue entonces que comenzó la lucha por dividir el día en tres horarios que permitían a los trabajadores, hombres y mujeres, disponer de 8 horas para trabajar, 8 para el hogar, capacitación y distracción y 8 horas para el descanso de cada jornada.
Por supuesto que se demoró mucho tiempo en lograr que se aplique el horario de las ocho horas diarias, pero al definirse su aplicación, se reconocían también las prestaciones sociales, especialmente las de salud y el respeto a los derechos civiles de los trabajadores, en condiciones aceptables y en ambientes de seguridad y comodidad. 132 años han pasado de la epopeya laboral de Chicago y hay quienes con justificada razón aseguran que todavía prevalecen condiciones de injusticia laboral, sitios insalubres para trabajar, ausencia de seguridad social, carencia de un seguro laboral generalizado y como corolario vigencia de un estado discriminador, de favoritismo político y con normas que se cumplen a medias.
En nuestro país se ha establecido desde algunos años atrás, aprovechar la fecha para lanzar públicamente las disposiciones sociales que marcan el incremento salarial de la gestión, que resulta una especie de "regalo" a los trabajadores y que por su aplicación monetaria, se traduce en una opción de mejorar las condiciones de vida familiar.
Esa es la idea de una buena parte de la comunidad, sin embargo, el resultado práctico de tener más ingresos, se siente en los gastos que se encarecen por efecto de una inevitable subida de precios, especialmente en los centros de abasto, donde los comerciantes obtienen su aumento a través del fácil sistema de elevar el valor de lo que venden, por supuesto sin ningún escrúpulo y con total ausencia de control de autoridad, pues rige la ley de la oferta y la demanda, como herencia no liquidada del famoso 21060, que abre el juego de valores a las empresas de servicios que también reajustan sus tarifas.
Pero el hecho importante es que el trabajo es el factor ineludible para manejar la dignidad familiar, personal y colectiva, en un estado de respeto a la condición humana y los derechos ciudadanos que no deben transgredirse con acciones ilusorias. Buen Día del Trabajo para la clase laboral boliviana.
Fuente: LA PATRIA
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