Es imposible ser corrupto y hablar de honestidad. Hoy en dÃa nos encontramos ante esta realidad: se combate a los adversarios con la sombra de la corrupción y se utiliza esa misma sombra para tapar la deshonestidad propia.
Los tentáculos de la corrupción atrapan a todos los sectores sociales y actúan tanto en paÃses ricos como en los pobres, tanto en juntas de vecinos, clubes deportivos, como en alcaldÃas municipales, gobernaciones, ministerios.
«La corrupción es un sistema de relaciones sociales, en el que los sujetos que intervienen en un asunto, público o privado, privilegian ilegalmente su beneficio personal, por sobre la función que legalmente cumplen, estando generalizada esta forma de actuar.
La corrupción es un verdadero fenómeno, un vicio siempre presente en la sociedad, pero del que sólo se ha tomado real conciencia a nivel internacional hace un cuarto de siglo. En junio 2006, el «Pontificio Consejo para la Justicia y la Paz», organizó la Conferencia Internacional sobre «La lucha contra la corrupción», con la participación de organismos internacionales y expertos de todo el mundo, debido a que la corrupción ha venido a convertirse en un fenómeno relevante.
La Iglesia Católica considera que la corrupción es un fenómeno que deforma gravemente el sistema polÃtico: «La corrupción distorsiona de raÃz el papel de las instituciones representativas, porque las usa como terreno de intercambio polÃtico entre peticiones clientelistas y prestaciones de los gobernantes. De este modo, las opciones polÃticas favorecen los objetivos limitados de quienes poseen los medios para influenciarlas e impiden la realización del bien común de todos los ciudadanos» (Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia: Nº. 411). La corrupción se enumera «entre las causas que en mayor medida concurren a determinar el subdesarrollo y la pobreza» (Nº. 447), que «compromete el correcto funcionamiento del Estado, influyendo negativamente en la relación entre gobernantes y gobernados; introduce una creciente desconfianza respecto a las instituciones públicas, causando un progresivo menosprecio de los ciudadanos por la polÃtica y sus representantes, con el consiguiente debilitamiento de las instituciones» (Nº 411).
El citado Compendio de la Doctrina Social considera la corrupción como un obstáculo para el desarrollo económico. Y, en el contexto de los sistemas polÃticos, describe la corrupción como una traición tanto de los principios morales como de la justicia social.
«La corrupción distorsiona de modo radical el papel de las instituciones representativas, puesto que se convierten en una arena para el trueque polÃtico entre las peticiones de los clientes y los servicios gubernamentales», observa el Compendio.
Grandes cantidades de recursos son sustraÃdas de la economÃa, la producción y las polÃticas sociales, y desviadas de su legÃtima utilización para el bien común, a los bolsillos de los polÃticos corruptos.
El soborno es una enfermedad moral. Los polÃticos han desacreditado la polÃtica. La corrupción y el nepotismo, son algunas de las causas para ese desprestigio. El Estado y los Partidos PolÃticos no son monopolizadores de lo público, sino, sus articuladores.
Sobre la honradez podemos citar dos frases antológicas: «la honradez es siempre digna de elogio, aunque no reporte utilidad» (Cicerón). «Todo está perdido cuando los malos sirven de ejemplo, y los buenos de mofa» (Demócrito).
En este marco, los partidos polÃticos tienen la enorme responsabilidad de formar a los más jóvenes en la probidad, no se puede pensar en un cambio de rumbo formando personas con los mismos defectos que hay que combatir en los polÃticos y gobiernos corruptos.
Oruro merece una pronta aclaración respecto de los actos de corrupción que se señalan a la actual administración municipal.
german_mazuelo_leyton@yahoo.com
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