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Domingo 15 de abril de 2018

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Revista Dominical

"Las matanzas de Yáñez" de Gabriel René Moreno del Rivero

15 abr 2018

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El libro del notable intelectual e historiador cruceño es una prolija y precisa recopilación de los semanarios impresos periodísticos que circulaban en la época, debido a que no existía un matutino o vespertino con regular circulación diaria. Moreno del Rivero estructura su libro a través del análisis y de la constatación aproximada de la verdad y, en la época de esta tragedia protagonizada por el militar díscolo, las tendencias de los más importantes semanarios y hojas periodísticas estaban polarizados en belcistas y septembristas.

Notable en esta obra es el proceso de interpretación que acometió el autor para, con una concepción y objetivo teleológico imparcial, además de criterio sosegado, trasvasarnos a los prolegómenos y a la esencia de esta matanza. Sobre el sentimiento ufano del linchamiento de Plácido Yáñez, el autor parafrasea a Montesquieu que dice "quisiera ir con la calma de un río pero me arrebata un torrente", utilizando la metáfora para ilustrar las circunstancias que acompañan el acto de navegar por un río: su calma, furia y profundidad, con los acontecimientos que derivaron en el linchamiento de Yáñez, por el pueblo enardecido por la matanza instrumentada por este militar a ciudadanos y militares inocentes.

Aquí es necesario detenerse para comprender que linchar es ejecutar al autor en acción infraganti de un delito, sin juzgamiento previo. En el específico linchamiento de Yáñez por el ansia de justicia de un pueblo contenido en un principio por su prudencia e iracundo e incontenible después ante la matanza insulsa, se repite esta situación sin esperar la sentencia de un tribunal de justicia ordinaria.

El linchamiento alberga en su origen a la ley de Lynch, que era un sumario originado en EE.UU., que consistía en condenar y ejecutar en el acto a los criminales sorprendidos infraganti en la comisión de un delito, entonces, en la obra de Moreno del Rivero surge una duda mayor y la misma trasciende si fue un linchamiento o asesinato.

El autor equipara la caída de un río con las corrientes de pasión y opinión; una vez calmado el río con la ejecución de Yáñez, el vecindario de La Paz, atestigua su presencia política cuando ya estaba vencida la rebelión. En esa época las clases sociales, sin dejar de lado a la clase indígena, que suministraba núcleos de formación a la estructura política, y componían un panorama celular que genera vida; el autor utiliza la metáfora para mejor comprensión intelectiva de la acción política con el origen celular del cuerpo humano.

Seguidamente centra su atención en Rudecindo Carvajal, quien se caracterizó por actitudes erráticas, pues debía navegar entre la sumisión al mando militar y la impopularidad del momento político. Este es un ejemplo paradigmático de la manera inequívoca por la cual los políticos adquieren conductas incoherentes y desleales. Las figuras de Carvajal y Yáñez incardinan al civilismo y militarismo; dos factores omnipresentes en la política boliviana.

A tal extremo crece la megalomanía de Yáñez que intenta someter a civiles a un Consejo de Guerra, cuando esta alternativa solo puede aplicarse a civiles en guerra declarada y por tipologías concretas, además, ordena suspender los pagos de pensiones a los detenidos arbitrariamente.

El temor que dispersa el malévolo personaje enfundado en Yáñez, genera que personas formadas en la ciencia del Derecho y prestigio consolidado, por temor, traten de encontrar resquicios en la aplicación sesgada de las normas jurídicas de la época como sería la instancia obligatoria de conducir al detenido inmediatamente ante el juez de la materia. Si estos juristas hubiesen asumido una posición indeclinable en hacer respetar las leyes, sin considerar fueros militares, la matanza de decenas de inocentes quedaría en solo intención del militar psicópata.

El luctuoso evento dio pábulo para que los impresos escriban necesaria y abruptamente pues el tema era sobremanera importante. Dentro de este concierto de opiniones, se hace notar la tímida involucración de la Iglesia, aunque sea como sentimiento de compasión. El obispo de la época, conductor de la grey paceña aparece solo días después de las matanzas.

Un libro que esclarece este capítulo nefando de la Historia de Bolivia, significando la destreza del autor en la siempre difícil distinción entre la verdad y pos verdad, exacerbada por la obsecuente polarización política de los impresos que circulaban.

Por: Raúl Pino-Ichazo Terrazas - Abogado. Posgrados en Interculturalidad y Educación Superior, Docencia en Educación Superior, Conciliación y Arbitraje, Derecho Aeronáutico, doctor honoris causa, escritor.

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