Al caudillo Túpac Katari no lo identificamos con las innumerables vicisitudes que afrontó como tal en su enjundioso contenido de vida, sino por su indeclinable convicción por la libertad y la equidad, además de la inclusión.
Su lucha se inicia con la reivindicación de sus derechos de cacique, por su sangre real inca y enarbola una controversia jurídica por derechos conculcados con características de tenacidad infranqueable. Este propósito lo conduce a Buenos Aires para exponer directamente al Virrey José de Vertiz, las injusticias y vejámenes que sufrían los indios en el Alto Perú (Bolivia). En todos estos esfuerzos, la inequidad de las autoridades españolas y del Corregidor de Chayanta, obstruyen a Katari toda posibilidad de defensa para alcanzar la justicia.
Katari dimensionando esa mentalidad abstrusa dominante en la jurisdicción de la Audiencia de Charcas, no logra un ápice de avance a favor de su raza ni reivindicación a sus derechos del cacicazgo, siendo este el segundo tema en su estancia en Buenos Aires, pues, para él imbuido por el amor a la libertad, justicia y equidad, defender indeclinablemente los derechos humanos de los indios, era objeto de vida.
Katari, cuyo periplo a Buenos Aires es toda una odisea, quizás única en el mundo, camina 700 leguas (5.572 m. cada legua), de Macha a Buenos Aires y otras 700 leguas para el retorno. En esta precitada Audiencia el gran indio Katari, tras una detallada y circunspecta exposición del martirologio de sus congéneres, obtiene una orden escrita y firmada por el Virrey, cuya parte dispositiva ordena una severa investigación sobre las denuncias de Katari y la ratificación de sus privilegios y atributos del cacicazgo.
Como es recurrente en nuestra turbulenta historia, los traidores y enemigos suyos, como Blas Bernal esbozan quejas sin fundamento al Corregidor Alos y este impávido, sin investigar, ni solicitar pruebas convincentes, lo apresa remitiéndolo a Aullagas. Los indios al conocer esta arbitrariedad, abandonan sus labores y liberan a su caudillo. Entonces, el traidor Bernal inicia una querella criminal contra Katari y, como era usual, ondula la injusticia y el corregidor instruye sumario contra Katari; este en lugar de contrademandar, promete a los indios equidad en el cobro de los tributos y la anulación de la mita; la más cruel invención de los españoles.
Fiel a su palabra, este notable indio, aun sin estar confirmado en sus derechos al cacicazgo y pese a su gestión ante la máxima a autoridad, se dedica a la recaudación de tributos con equidad para entregarlos a los Oficiales reales de Potosí, y cuando se presenta para redimir lo recolectado, es detenido. Katari se presenta a la Audiencia a exponer los padecimientos de los indios y el Tribunal expide una orden para que el Corregidor Alos eleve obrados, empero, como este tiene comprado a más un miembro de la corrompida Audiencia, sencillamente se mofa. Este es un hito que refleja la herencia de corrupción practicada por los españoles en la justicia, y que hoy se sigue presente como un cáncer difícil de eliminar.
Katari permanece en la cárcel de Potosí y, este es el punto de inflexión, para racionalizar sobre la cadena de maquinaciones en la justicia para mantener a este patriota indio sin libertad; hasta el extremo de incomunicarlo. Luego se precipitan los eventos en Pocoata, donde se celebraba una feria con expresiones de cantos, bailes y costumbres tradicionales, hasta que la estupidez del Corregidor provoca el estallido de la revolución india, cuando éste es requerido por Tomás Achu para liberar a Katari, aquél lo asesina en el acto con un tiro de pistola.
Conmocionados los indios por esta muerte, protegen a su líder Katari que, ya erigido en Gobernador, dirigía una inspección en los dominios a su mando, situación aprovechada por los Oidores, que sentían un odio feroz al indio alzado y recurren a la traición para aprehenderlo cuando Katari y su séquito circundaba por Aullagas conduciéndolo a La Plata, empero, una multitud de indios iba tras su líder preso; Acuña, venal y feroz, temiendo le arrebaten a su preso, maniata a Katari y en la cuesta de Chataquillo lo arroja al precipicio, produciéndole una muerte espantosa.
El determinante error de Katari fue esperar las órdenes de Túpac Amaru, perdiendo tiempo y dilatando la revolución, que hubiera tomado fácilmente bajo sus dominios a Chuquisaca y luego con la misma característica a Potosí, Oruro, Cochabamba y La Paz. Una vida ejemplar por sus nobles convicciones de justicia y devoción a la equidad de este extraordinario ser humano.
(*) Abogado corporativo, posgrados en Interculturalidad y Educación Superior, Docencia en Educación Superior, Conciliación Arbitraje, Derecho Aeronáutico, doctor honoris honoris causa, escritor.
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