Los ocho mineros fueron despedidos ante una multitud, en medio de llanto, oraciones, dinamitazos y un huayño
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"Para el minero no hay justicia, para el minero no hay perdón", era el estribillo de un huayño que ayer una banda de música interpretó en el Cementerio General de Huanuni, durante el entierro de los mineros que dejaron de existir a consecuencia de una explosión en el nivel 240, interior mina, de la Empresa Minera de Huanuni (EMH).
Era un sentimiento entremezclado de miles de personas que asistieron a las exequias de los trabajadores del subsuelo. Llanto, pesar, consternación en los allegados de las vÃctimas. Les costaba creer que de un momento a otro, desaparecieron fÃsicamente de sus vidas.
Mientras tanto, las melodÃas de aquel huayño "Para el minero" se envolvÃa en el ambiente del "último adiós", que hacÃan juego con las explosiones de dinamita que sirvieron para despedir a seis de los ocho mineros fallecidos, ya que otro fue llevado a su natal Llallagua y el octavo a Sajsani, una comunidad de Huanuni.
ENTIERRO
A las 15:00 horas aproximadamente se inició la misa de cuerpo presente. El coliseo de Huanuni fue el escenario que congregó a miles de personas, coparon el campo deportivo y las graderÃas, otras estaban fuera del coliseo a la espera del entierro.
Mientras tanto, en el interior, se observaba un ambiente de puro dolor. Para la salida de cada minero, se formaron columnas de personas, quienes en manos llevaban arreglos florales y coronas. Esa imagen era "rota" por bandejas que sostenÃan varias personas, repartÃan a la multitud, un picante de pollo.
Una vez fuera del coliseo, el cortejo fue dirigido por patrulleros policiales, quienes con su sirena anunciaban el camino final de los mineros. La Plaza Principal fue uno de los puntos, que juntó a miles de personas, despidieron a los trabajadores. La calle Camacho era la ruta hacia el cementerio, pero como un homenaje no pensado, el cortejo pasó por la Plaza del Minero, cuyo monumento era testigo mudo del triste desenlace.
A medida que llegaban al campo santo, las explosiones de dinamita comenzaron estrepitosamente y no se detendrÃan. Era el sonido que no podÃa faltar. Antes de ingresar al cementerio, los custodios que llevaban a los difuntos, dieron tres vueltas hacia la derecha con los cajones en hombros, costumbre arraigada en este tipo de situaciones.
Finalmente, nada podÃa detener el destino marcado para la ocasión, la recta final a la última morada, tras la puerta una columna de alumnos de la Escuela Básica Policial y uniformados militares, se convirtieron en custodios de uno de los momentos más tristes en la historia de Huanuni.
Asimismo, para todos ellos, la multitud pidió justicia y castigo a los culpables de la explosión, que segó la vida de padres de familia, tÃos, hermanos, cuñados y esposos.
Los dirigentes mineros se encargaron de dar el último adiós, rodeados de miles de personas, que despidieron con un "Paz en su tumba" a los trabajadores del subsuelo.
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