Un docente dedicado debe evitar dos actitudes extremas: una es aquella de satisfacción y complacencia interna que equivale a avalar la rutina y el aislamiento moral, pues si se actúa asà se deja una impronta negativa en los estudiantes y esa es una responsabilidad que le perseguirá toda su vida, y que triste debe ser no ser saludado con efusión por un profesional que fue su estudiante, por negligencia, pues los estudiantes que son el futuro de un paÃs. Este punto de vista es contrario a los ideales de la verdadera educación que, en su esencia es creatividad, investigación e incesante autocrÃtica del docente que es el facilitador en el aula.
Otro extremo pernicioso es el pesimismo de algunos docentes en su proclividad a seguir con sistemas del pasado, no realistas con la evolución y las exigencias progresistas de la juventud actual, además de contener una inequÃvoca carga de sentimientos discriminatorios. Quienes en el aula abogan por fórmulas mágicas de enseñanza-aprendizaje, no detectan las complejas problemáticas que plantea diariamente la educación, cuya misión es social como individual.
(*) Abogado, docente en Educación Superior, doctor honoris causa, escritor.
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