Cuando voy donde Antonio, mi peluquero de siempre y de paso el único que entiende mis amañadas mechas, suelo entretenerme con revistas Muy Interesante que definitivamente son de mis favoritas. Y es que desde que el famoso Smartphone tiene todo lo que necesito a mano, casi estoy perdiendo la buena costumbre de leer, por lo que durante la peluqueada es una de las pocas oportunidades que no desaprovecho para que mis ojos hagan un poco de ejercicio culto.
Amarres poderosos, fumadas poderosas y una serie de artilugios poderosos son ofrecidos por una serie de fulanos que ante todo se atribuyen originalidad, exclusividad y dones otorgados por rayos y centellas que les caen desde el cielo y que seguramente son la mejor miel para atraer con esperanza a cientos sino miles de desesperados y desesperadas que les va mal con el amor, el trabajo o las diferentes circunstancias que nos presenta la vida.
El caso es que de todos esos letreros que cautivaron mi atención, uno de ellos tenÃa una frase que me dejó pensando y que acoto a la ocasión pues llevaba consigo una palabra que dice muy poco pero que significa bastante en realidad.
Una verdadera cantinfleada sin lugar a dudas, digna del más clásico de los pajpacus, pero que contenÃa en el mensaje algo muy importante, la conveniencia como necesidad primaria.
Dicha palabra es exacta y ambigua a la vez, porque puede señalar con precisión que lo conveniente es beneficioso, bueno, útil o adecuado para algo o alguien, y a su vez, denota un sentido de condicionalidad.
La conveniencia aparentemente es algo que nos permite una elección, como cuando tenemos dos caminos a elegir y optamos por uno de ellos, justamente porque ese es el que creemos o estamos seguros que nos conviene.
En un estricto apego a la norma (no abstracto), la Ley, sus organizaciones y sus administradores deberÃan descartar por completo esta palabra puesto que filosóficamente hablando, el apego a la misma, apenas deberÃa permitir una chance a la interpretación, pero jamás a la opción de obedecerla, mucho menos por conveniencia.
Lo mismo sucede con los Tribunales que imparten Justicia, acudir a ellos deberÃa estar intrÃnsecamente sujeto al cumplimiento de sus decisiones, sean estas convenientes o no para nuestros intereses.
Pero cuando nos acostumbramos a obedecer solamente lo que nos conviene, o ir sólo a las Cortes que nos puedan dar la razón, o reconocer únicamente jurisprudencia favorable, o que quien dijo algo que estaba a mi favor era mi aliado y cuando dice lo contrario es mi enemigo, estamos haciendo de nuestra vida una chacota, pero si además quien hace eso son las autoridades de un Estado, la cosa toma matices realmente preocupantes.
El cumplimiento de los resultados no tuvo ninguna observación claro está, los ganadores festejaron y los derrotados se marcharon a sus cuarteles, pero el mandato popular fue obedecido tal como dictan las normas democráticas.
Pero cuando Evo Morales retó a la ciudadanÃa a ir a las urnas nuevamente, esta vez para modificar la Constitución y poder reelegirse indefinidamente, quien aceptó el duelo ganó, pero el retador no quiso aceptar su derrota, lógicamente porque no le convenÃa.
Amparado en las triquiñuelas que tantas veces habÃa criticado cuando era oposición, sus abogados le buscaron la cuadratura al redondo y acudieron a una figura legal por demás risible y hasta vergonzosa. Basándose en el Pacto de Costa Rica del cual sus protectores son La Comisión y La Corte de los Derechos Humanos, refirieron que por encima incluso de la CPE estaba el derecho humano de nuestro presidente de hacerse reelegir eternamente si quiere y puede, porque asà lo ha dicho este inmaculado Pacto.
Ante esta solicitud, el Sr. Luis Almagro, Secretario General de la Organización de Estados Americanos, acudió a un ente deliberativo y de asistencia jurÃdica legal como es la Comisión de Venecia, órgano consultivo del Consejo de Europa, formado por expertos independientes en el campo del derecho constitucional para que le den luces sobre este aspecto.
Como era de esperarse, dicho ente señaló claramente que de ninguna manera la reelección podÃa ser un derecho humano y que sobre cualquiera de estos derechos estaba la decisión inalienable del pueblo soberano en democracia.
La forma en que el Gobierno encuentra conveniencia e inconveniencia en los dictámenes y pactos de organismos internacionales es tristemente repudiable, pues entran en contradicciones tan notorias, que uno teme lo peor cuando nos toque hacer cumplir la sentencia de la Corte de La Haya por ejemplo, en caso de que sea favorable a nosotros claro está.
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