Los datos sobre el crecimiento de la población mundial son aterradores en su proyección, para fines de este año el cálculo refiere más de siete mil millones de habitantes, pero lo trágico de las cifras es que más de la mitad de esa población vive en los límites de la extrema pobreza, es decir “sobreviviendo” a las circunstancias, sin fuentes de empleo seguro por lo mismo sin ingresos definidos y sólo con la esperanza de que los grandes estadistas cambien el desastre por la bonanza…una utopía, según refieren los estudiosos.
En la mínima expresión de aquellas cifras podemos ubicar al continente latinoamericano que es parte de la globalidad de los números y donde precisamente se asienta parte de ese porcentaje de pobreza, otra se puede marcar en parte de Asia y África, donde realmente el drama de vivir es cosa de la cotidianidad.
Si se sigue achicando el escenario global llegaremos al país donde se ubican algo más de nueve millones de bolivianos y de manera irónica como en el esquema mundial más de la mitad de la población vive con limitaciones casi extremas en algunos casos, al no recibir los beneficios de la economía que en los niveles de macro cifras se mantiene en punto alto, cuando en la base del esquema societario un porcentaje elevado no tiene ingresos fijos, vive en los cinturones marginales, sin servicios básicos, sin acceso a mínimos beneficios de salud y educación.
La muestra de exclusión social es patética copia de lo ocurre en grande, pero con el ingrediente de que en nuestro país se habla mucho de justicia social, de equidad e igualdad, de una opción de ofrecer a los más necesitados los mayores beneficios de lo que debería ser una adecuada inclusión económica y social para acortar, o reducir, esos índices de extrema pobreza que siguen siendo la muestra más clara de lo que es la exclusión de las mayorías.
Hay que plantear el cumplimiento de los objetivos mínimos del gobierno que hace más de cinco años ofreció “cambiar” la situación vigente y revertirla, de tal modo que sean menos los pobres y más los bolivianos que gocen del beneficio que otorga una eficiente administración del Estado, aprovechando el potencial de nuestros recursos naturales y la adecuada distribución de las utilidades.
Para alcanzar ese objetivo es necesario que se imprima una política de apertura gubernamental y de inserción al proceso económico de todos los sectores que hagan posible dinamizar la economía, esto quiere decir que debieran haber opciones para compartir una política mixta que involucre al sector privado empresarial, a los profesionales y los productores industriales, como también a los protagonistas directos del cambio social, que son parte de la gran mayoría marginada.
Lo esencial es que para llegar a objetivos concretos de mínimo bienestar hay que dejar de lado las exclusiones que tienen visos políticos o que responden a las presiones “sociales” que esperan que sea sólo el Estado la solución de los males…y estamos viendo que esa posición no es la más adecuada, por tanto se impone admitir una verdadera inclusión económica que haga factible el cambio social, sin exclusiones y con toda la fuerza de una combinación de capacidades, capitales o inversiones, políticas de gobierno adecuadas y la responsabilidad de las bases para salir adelante en el verdadero cambio.
Se trata de abrir oportunidades para que todos contribuyamos en el propósito de mejorar las condiciones de vida de nuestra comunidad. La única posibilidad está en practicar la inclusión social para aprovechar la potencialidad de todos los bolivianos en beneficio propio, cambiando el sentido de las cifras que aún siguen siendo negativas.
Fuente: LA PATRIA
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