Las autoridades policiales reportan que los dos últimos meses se produjeron 25 feminicidios y algo más de 600 agresiones a la mujer y violencia intrafamiliar (Reportados, pero sobrepasan el millar los no denunciados por temor), las autoridades reportan y lo hacen mecánicamente sin meditar con sensibilidad, dolor por el prójimo, y sobre todo sin investir con resoluta coacción el concepto de autoridad, tocante a esta deformación de las sociedades, específicamente del hombre.
Se erige con esta constante que no se detiene de casos mencionados una verdad irrefutable: se interpreta o que las actuales leyes no son lo suficientemente draconianas y ejemplificadoras, o que las autoridades no las implementan rigurosamente; entonces, el órgano legislativo debe percibir ese claro y diáfano mensaje de la sociedad y actuar.
Esta etiología criminal, que se basa en la psicología y sociología criminales, deben afrontarse desde el hogar con padres formados para erradicar desde tierna edad en los varones, en base al diálogos esclarecedores y constantes, el sentimiento de supremacía, muchas veces patrocinado por los propios padres. Naturalmente esta labor debe continuarse obligadamente en la escuela como programa analítico de enseñanza.
Se debe evitar que estos desgarradores eventos que registran cronología casi diaria contra la mujer, el ser más importante de la creación, asuman la rutina y la indolencia: primero en las autoridades que están obligadas a introducir todos los medios posibles para reducir y eliminar este ilícito y segundo en las sociedades, pues son éstas las que poseen la fortaleza indeclinable para demostrar su inconformismo con la actuación de las autoridades y el valor intrínseco de su empatía espiritual.
La historia y la literatura son ricas en ejemplos sobre los celos que son expresión inequívoca de la inseguridad del hombre: Otelo con la obsesión del Moro que tiende a inducir a aborrecer el amor; su falta de sentido crítico le inclina a prestar atención a las sutiles y premeditadas insinuaciones de Yago y su imaginación le crea una jaula en que va a quedar prisionero como un implacable felino en su fiereza.
El celoso de imaginación duda sin pruebas temiendo el engaño que zahiere su amor propio y dignidad; el celoso de los sentidos que supone o sabe, duda de la exclusiva posesión en el futuro y sufre de no poder olvidar lo que ha perdido, y más intensos son los celos del corazón que perdonan y siguen amando, decantando la conclusión que a cada temperamento le corresponde un tipo distinto de celos. Los celos difieren en cada individuo, pues nunca se equiparan el temperamento y la experiencia. El que ama como Werther, la excepcional creación de Goethe no puede tener celos análogos a los que aman como Don Juan; el inteligente, el tonto, el soberbio y vanidoso, el digno, el joven, el viejo celan de distinta manera así cada celoso tiene los celos según su forma de amar.
Son diferentes en profundidad los celos del amante y del cónyuge pues son muy distintos los egoísmos exaltados en celos por la seguridad de posesión y en el amante obra el amor propio, mientras que prima en el cónyuge el sentimiento de propiedad.
Ilustrativo para el lector es distinguir los celos de otras pasiones que le son parecidas; suele denominarse amor a varios sentimientos que tienen raíces instintivas diversas y no presentan un homogéneo contenido afectivo y con la misma imprecisión se denominan celos a varias formas de egoísmo o de envidia; los niños, se dice, celan a sus hermanos cuando los suponen preferidos, los padres se celan entre sí cuando se concede a otros la confianza que cada uno ansiaría le estuviesen reservadas en exclusividad. Es en el amor propiamente dicho en que la afección entre personas de distinto sexo donde los celos expresan pasión desequilibrada y casi siempre dramática y conmovedora.
La imaginación estructura los celos más trágicos: el celoso imaginativo construye absurdas quimeras que lo obsesionan, no teme lo que sabe sino lo que ignora. Por ello la moral cristiana no es obsecuente cuando pregona que debe preferirse al celoso que sufre y perdona al celoso que odia y mata.
Hoy convivimos con horror el incremento espeluznante de casos de feminicidios y agresiones a la mujer en Bolivia como efecto, teniendo como causa o fundamento a los celosos imaginativos cuyos celos son odio que ciega, vanidad que los convierte en verdugos y en víctimas. Lo razonable a este inextricable tema que en esta columna se analiza como critica a la indolencia e ineficacia de las autoridades pertinentes sería que todo primeramente y luego que el hombre sea digno y renuncie al amor de la persona cuya ilusión sentimental no ha podido preservar, por su acendrado machismo no superado y su afán de posesión, de lo contrario, está latente su potencialidad en la comisión de feminicidios, agresiones y violencia intrafamiliar.
(*) Es abogado corporativo, postgrados en Conciliación y Arbitraje, Interculturalidad y Educación Superior, Docencia en Educación Superior, Derecho Aeronáutico, Filosofía y Ciencia Política (maest),doctor honoris causa, escritor.
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