El Comité Nacional Contra el Racismo y Toda Forma de Discriminación, un ente falaz y reaccionario, identificó a la mujer involucrada en un incidente racista en un micro de la línea 75 en Santa Cruz, cuyo nombre es Ramona y tiene domicilio en el Barrio Las Hamacas. Es una banalidad que no tiene nombre ni apellido. En la cultura boliviana es común insultar con palabras soeces. La Ley del MAS agrede a la conducta cotidiana. El video que circula en redes sociales, donde se ve a esta mujer maltratar a otra vestida de pollera, llegó incluso a conocimiento del Presidente Evo Morales, quien pidió sancionar con todo el peso de la Ley a la agresora, en una conducta atrevida contra los derechos fundamentales de las personas. No es sensato dañar con palabras a otra persona, pero resulta común para desatar la rabia contenida parcialmente y hasta necesario en esta época plagada de maldades.
En el video se observa que la señora Ramona impide que una mujer de pollera se siente a su lado agarrándola del brazo y empujándola, ante la explicación de que buscaba sentarse ahí para cuidar sus cosas, la agresora responde: "Qué me importa, vas a cuidar tus cosas allá, porque aquí en Santa Cruz no hay ladrones como son los collas, andá sentate a otro lado porque aquí no te vas a sentar". Es una conducta malcriada, pero no se constituye en justificación para condenar con siete años de cárcel a la mujer regionalista, se le podría imponer una multa a lo sumo. La aberración jurídica llega al extremo.
En medio de la discusión, donde ninguno de los expectantes se pronuncia, Ramona continúa gritando "De aquí soy, no soy colla c... estás muy alzada cuando estás con el indio perro ese". Mientras la agredida intenta reflexionarle diciéndole "Dios nos hizo una sola persona", la agresora responde: "Cállate no estás en el mercado estás en un micro, ¡te callas!".
"Aquí se sienta una de mi igual", dice antes de bajar el tono para invitar a otra mujer a tomar el asiento diciéndole: "Venga señora a sentarse acá". La actitud fue rechazada y drásticamente condenada por internautas quienes expresaron "su indignación y vergüenza figurada", señalando que es un hecho inadmisible, pero no se puede admitir en una sociedad que hace ya mucho tiempo rompió con sus normas religiosas españolas, correctas hasta cierto punto. El racismo no se podrá destruir fácilmente. Habría que cambiar radicalmente al Mundo, lo que es imposible hoy.
Asimismo, la Comisión de Derechos Humanos de la Cámara de Diputados presentó un pronunciamiento por el hecho de discriminación y anunció que esta instancia legislativa se convertirá en parte denunciante. La Ley Contra el Racismo y Toda Forma de Discriminación, promulgada el 8 de octubre de 2010, establece que: "la persona que arbitrariamente e ilegalmente, restrinja, anule, menoscabe o impida el ejercicio de derechos individuales o colectivos por motivos de raza, origen nacional o étnico, color, ascendencia, pertenencia a naciones y pueblos indígena originario campesinos o el pueblo afroboliviano o uso de su vestimenta o idioma propio, será sancionado con pena privativa de libertad de tres a siete años". Es una barbaridad. El insulto no se debe constituir en delito. Se trata de una perversidad en su interpretación. ¿Acaso dicha instancia, la Asamblea Legislativa, tiene la moral suficiente para condenar tan criminalmente?
Lupe Cajías, en LA PATRIA de Oruro del 19-03-2018, analiza el tema en un artículo donde señala: "Desde hace unos meses el mundo contempla el surgimiento de peligrosos puritanismos envueltos con papel celofán, aparentemente correctos, desde campañas del neofeminismo, las sectas disputando el poder político en Latinoamérica, la era Trump y el fortalecimiento de los sectores derechistas europeos. Contemplamos resultados perversos, quizá porque las luchas por los derechos de las mujeres y por los derechos de las minorías llevaron el péndulo a extremos o porque no consideraron otras sensibilidades o porque se asumió que los derechos de un grupo podían o debían estar por encima de los demás.
Las últimas campañas feministas para denunciar el acoso sexual y laboral están acompañadas por discursos alarmantes que hacen pensar en el fin del amor heterosexual, los espacios para la seducción y el coqueteo, el romanticismo. Aquí queda el tema en su realidad. Decirle a una mujer que te encanta o que tiene ojos bonitos ya sería delito. Sí acabarán los maniáticos o maniáticas con la relación de pareja y el matrimonio terminará en los escenarios del desperdicio sociológico, algo pobre en esencia. Hay que educar y no condenar en el sentido del mensaje cristiano.
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