La posición boliviana es irrenunciable en su demanda marítima, reclamar el derecho solidario para recuperar una salida al océano Pacífico, la que fue cerrada por una invasión expansionista de Chile, alentada por intereses de un poder europeo en pos de afincar sus empresas para extraer las riquezas bolivianas, sin comprometerse directamente.
Como se observa el asunto el objeto principal del reclamo y los alegatos bolivianos tienen que ver con la recuperación del Mar, el libre uso de sus aguas para el tránsito de su comercio de importaciones y exportaciones, reducido a su mínima potencialidad durante más de cien años, con un perjuicio millonario que sin embargo impulsó y favorece a la economía chilena.
Aguas del extenso mar cerradas ignominiosamente al uso de un país que nació gozando de ese privilegio natural, anulado por la codicia imperial y el criterio expansionista de la fuerza sin razón.
Pero no solo se trata de aguas (saladas ) del mar, Bolivia también reclama el abusivo uso de las aguas dulces provenientes de las vertientes del Silala, ubicadas en territorio del Departamento de Potosí y desviadas por canales construidos exprofesamente hacia territorio chileno, cuya población en su zona norte se nutre del invalorable elemento líquido, en el uso más importante de su consumo doméstico, pero también en el movimiento de industrias y comercio e incluso para el desmedido trabajo de la minería.
El hecho es que por ese consumo irrestricto de agua dulce, atrabiliariamente desviada al territorio chileno, ese gobierno no paga un centavo a Bolivia y aunque reconoce que el agua dulce da vida a una amplia región de su territorio y que debe establecer un pago, no llegó a concretar un acuerdo propiamente definido. Esa es otra prueba de que otro problema de agua, altera las relaciones entre países.
Pero no es todo, hay un tercer problema de aguas y es que de manera autoritaria, como generalmente proceden las autoridades del vecino país, hay que recordar que en abril de 1962 el gobierno de Jorge Alessandri instruyó abrir las compuertas de su embalse de Chaquipiñas para desviar las aguas del río Lauca que pasando por territorio chileno también en su curso natural pasaban por poblaciones del altiplano boliviano, que abruptamente se quedaron sin ese recurso que servía para consumo de la población, para regadío y para abrevaderos de ganado. Otro daño de inmensa proporción y una acción que colmó la paciencia del gobierno boliviano que determinó el rompimiento de las relaciones con Chile.
En su tiempo a través de los canales diplomáticos se han realizado los reclamos pertinentes, lamentablemente con el argumento de que se trata de un rio que nace en Chile y cuyas aguas discurrían de manera natural al territorio boliviano, fuerzas militares de ese país penetraron en territorio boliviano y procedieron al desvió del rio para dirigir sus aguas al desolado sector de Azapa y parte de Arica, donde no había signos de vegetación, según reconocieron pobladores del lugar. El hecho es que tampoco entonces, se mostró intención de alcanzar un acuerdo que evite el daño a los agricultores y ganaderos de la zona boliviana.
Como se puede apreciar, el problema de Chile con Bolivia es de aguas, agua salada, agua del mar, pero también de agua dulce, la que utilizan arbitrariamente desviándola del Silala y las que evidentemente siendo aguas de un río de curso internacional como el Lauca, las desviaron para su uso exclusivo. El daño para Bolivia es inmenso, incalculable, en el marco de una situación incalificable. La cuestión de Chile con Bolivia, es de aguas.
Fuente: LA PATRIA
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