Chile llegaba con severas heridas a esta instancia del alegato oral, heridas provocadas por su equivocada estrategia inicial, la de la Excepción Preliminar de Incompetencia que no sólo no se resolvió a su favor (que la Corte Internacional de Justicia-CIJ aceptara que no es competente para conocer la Demanda boliviana), sino que destruyó el corazón argumental de su defensa, el "escudo protector" que según nuestro vecino representaba el Tratado de 1904. Este es el único argumento sólido que nuestro adversario tenÃa en la mano para responder a Bolivia que, en un giro inesperado para Santiago, logró pasar el escollo del Tratado y anclar su fuerza jurÃdica en los actos unilaterales de los Estados.
La última carga estuvo en manos de Daniel Bethlehem a quien le faltó poco para hablar de potenciales refugiados. Un fallo favorable a Bolivia afectarÃa, dijo, a miles de chilenos en el Norte de ese paÃs, a originarios de la región que han vivido y viven allÃÂ? mención a pueblos indÃgenas para intentar equivalencias imposibles con el impacto terrible de la mutilación del Litoral boliviano a un paÃs con un 40% de población indÃgena. Este último cartucho fue el retrato exacto del punto de ebullición de una defensa que se aferró a recursos de efecto que -grandes ironÃas- buscaron tocar las fibras de la emoción y la compasión de los jueces. Fibras que, según dijo Santiago durante muchos años, trata siempre de tocar Bolivia.
Mientras Bolivia desarrolló sus alegatos en el contexto del mayor rigor histórico-jurÃdico, basada en argumentos y buenas razones, tendiendo además una mano de acercamiento, diálogo y entendimiento mutuo, Chile, agotadas las ideas, ha escogido la intemperancia.
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