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Sábado 31 de marzo de 2018

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Revista Tu Espacio

REFLEXIÃ?N

Sobrevivir para contarlo

31 mar 2018

Lic. Tatiana Mónica Siles Toro - Exclusivo para Tu espacio

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Cuando la conocí no pesaba más de 45 kilogramos, lucía pálida, con una expresión como si se encontrara adormecida, en trance. Sus tristes ojos intentaban olvidar la pesadilla que había vivido y que sin embargo debía recordar día a día, si al menos pretendía que la justicia actuara sobre su agresor y este no quedara impune, sin castigo por un crimen que logró espantar a la muerte por esos milagros que solo son explicables gracias a un acto de fe.

Su agresor, el hombre que alguna vez la había amado� ¿Realmente la amó algún día?

Hubo muchas señales previas que podían haberla alertado: Las peleas frecuentes, los gritos, el pesado candado con que alguna vez la hirió en la cabeza... recordaba haber escapado llorando a la casa de su suegra, donde solo encontró recriminación: "seguramente ella había provocado la furia de su esposo por caprichosa". La tensión diaria y los múltiples golpes provocaron una embolia y a pesar de tener la mitad del cuerpo paralizado fue acusada de "floja" sin considerar que mientras estuvo sana, ella siempre trabajó para llevar el pan a su hogar. Cada vez que algo sucedía, invariablemente ella era la culpable, según la numerosa familia del esposo.

Apenas se había restablecido de su larga enfermedad, decidió divorciarse. Había transcurrido un tiempo en que creyó estar a salvo, cuando una noche fatídica recibió las veintisiete puñaladas que maltrataron su frágil cuerpo, dejando pulmones e intestino perforado. Fueron producidas por un cuchillo de cocina con el que el hombre la había herido frente a su propia niña, que acababa de cumplir solo ocho años.

Cada herida, cada insoportable dolor, las múltiples operaciones durante meses para salvarle la vida, su lamentable estado de salud, la falta de recursos, nos brindan una leve pincelada del calvario por el que Zulema Mamani Valeriano atravesó. ¿Atravesó? No. La agonía continúa.

Mientras escribo este artículo, esta víctima de la violencia debe peregrinar implorando por justicia, ¿la Ley 348? Tal vez esté escondida en medio de los papeles con los que quedó sepultado su caso, o quizás vaya caminando junto a su niña cuando en cuatro oportunidades fue preparada para revivir el horror por el que atravesó frente a una psicóloga. Cuatro fueron las veces que la declaración fue postergada con el consiguiente daño permanente a la menor.

Zulema no duerme y cuando habla, lo hace muy bajito debido a los pulmones irreversiblemente dañados, nos cuenta con terror que el criminal ha solicitado detención domiciliaria. ¿Adivinan dónde vive? En el barrio de Zulema, muy cerca de su hogar�.

Esta mujer jamás recuperará la salud completamente y la niña que fue testigo del ataque criminal nunca volvió a ser la misma criatura feliz e inocente que algún día fue.

La historia descrita es real y sucedió en nuestra ciudad, esta víctima del machismo y la ignorancia es solo una de las muchas que hoy sufren la misma tortura, pero no sobreviven para contarlo.

Algunas, incluso si sobreviven, no tienen el valor para denunciarlo por miedo a perder la vida.

Solo un acto de justicia logrará devolver a estas personas al menos la dignidad y la paz perdidas.

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