La rememoración de la Vida, Pasión, Muerte y Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo, que cada año festeja la humanidad cristiana, es motivo para que cada hombre comprometa sus sentimientos y propósitos a practicar las grandes enseñanzas de Jesús que vino al mundo para conseguir su salvación; pero, el hombre, soberbio y ensimismado, no siempre hace profesión de fe de toda la vida de Jesús que fue una lección de amor, paz y perdón.
Su sacrificio en la Cruz en que imploró de Su Padre el perdón para toda la humanidad, retumba en todos los corazones y en todos los tiempos porque solamente el amor y el perdón reconfortan el espíritu, engrandecen los buenos propósitos, sentimientos y conductas ya que solamente esas condiciones del ser humano hacen que pueda vivir en paz y concordia con todos sus semejantes.
Perdonar es signo de amor, es símbolo de buena voluntad y es propósito de olvido porque no puede haber verdadero perdón sin la condición de que haya olvido; no puede haber paz en el corazón sino hay tranquilidad en las almas por el hecho de haber perdonado a quienes nos ofendieron o lastimaron; no puede haber sosiego en quienes viven bajo la angustia de rencores y resentimientos; no puede haber confianza ni fe ni esperanza cuando el corazón alberga solamente sentimientos de revanchismo, venganzas y deseos de devolver el mal con más mal que el recibido. Es el amor el que permite el perdón y éste, con el olvido, el que da paz y sosiego a los espíritus.
Jesús, con el sacrificio de su vida, nos aseguró las bienaventuranzas eternas que ?l prometió a quienes lo amen y cumplan sus enseñanzas conjuntamente los Mandamientos entregados por Dios a Moisés y que son reglas de vida para todas las generaciones. La Semana Santa que culmina el día Domingo de Pascua o Resurrección es el principio para que la humanidad entienda el gran mensaje de Jesús; amar al prójimo, perdonar las ofensas, olvidar los odios y rencores, desterrar de la vida los resentimientos, los racismos y las diferencias que se hace con quienes son tan hijos de Dios como somos todos sin distinción alguna.
La humanidad de todos los tiempos ha creído siempre en la Misericordia y Amor de Dios que Cristo se encargó de enseñar y mostrar en los días de Su vida y, con el Supremo acto de Resurrección ha mostrado la voluntad, misericordia y omnipotencia de Dios que señala caminos de concordia, paz, armonía y amor entre todos; pero, muy especialmente se trata de enseñanzas y mensajes que piden por los que no creen en Dios, no tienen a Cristo en sus vidas, no entienden la fuerza del amor y de la paz; no comprenden que no es posible la vida sin el consuelo del perdón y el olvido. Cristo ha mostrado los caminos en que ?l es pan que alimenta nuestros cuerpos y espíritus y ha enseñado a los que no creen y sienten que ellos son sus propios dioses, que el camino del perdón de Dios para ellos estará siempre cercano porque nada puede disminuir o anular el amor del Señor. Dios, hoy y siempre será el Padre, el amigo y el que restaña las heridas del espíritu para el que tiene reservado lugar en Su reino. El mensaje de Jesús es de paz y amor, unidad y concordia, caridad y esperanza, bienes a los que estamos obligados a acogernos y vivir conforme a lo mucho que significan en bien de la humanidad. Su cumplimiento y práctica determinarán el curso de nuestra vida que sólo será posible en campos de bienaventuranza con las bendiciones de Dios.
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