El Jueves Santo es uno de los dÃas más conmovedores de la liturgia católica, conmemoramos la institución de los sacramentos del sacerdocio y la EucaristÃa.
I. Judas comulgó. Los cuatro evangelistas describen la institución de la EucaristÃa la noche del Jueves Santo, y todas las narraciones comienzan con la traición de Judas como un hecho de primer orden. Como en la primera caÃda Judas Iscariote se convierte en instrumento del «padre de la mentira». El Doctor EucarÃstico, Santo Tomás de Aquino señala que en ese momento Judas habÃa entregado su alma definitivamente al Demonio.
El nombre de Judas siempre ha sido sinónimo de traición, falsedad y maldad.
La EucaristÃa es tan esencial para nuestra unión con Cristo, que ni bien Nuestro Señor la anunció en el Evangelio, comenzó a ser la prueba de fidelidad de sus seguidores. Primero, perdió las masas, porque era muy duro en sus palabras, y ya no lo siguieron. En segundo lugar, perdió algunos de sus discÃpulos: ´Ellos ya no caminaron más con Ã?l´. Tercero, dividió su grupo de apóstoles, ya que aquÃ, Judas es anunciado como el traidor» (Fulton J. Sheen).
Mientras Pedro llora contrito, Judas se suicida, porque le falta la confianza en la misericordia de Dios, que a todos perdona. Es la diferencia entre el solo remordimiento, que lleva a la desesperación, y el arrepentimiento, que lleva al perdón.
San Juan Crisóstomo nos recuerda que Judas Iscariote no se arrepintió comulgando secretamente en la �ltima Cena y Primera Misa. Conversión o arrepentimiento no es lo mismo que remordimiento.
El celo por su Padre celestial y la salvación de las almas podrÃa decirse que son los intereses cumbre de Nuestro Señor Jesucristo: «Y haciendo un azote de cuerdas, arrojó del Templo a todos, con las ovejas y los bueyes; desparramó las monedas de los cambistas y volcó sus mesas. Y a los vendedores de palomas les dijo: "Quitad esto de aquÃ; no hagáis de la casa de mi Padre un mercado". Y sus discÃpulos se acordaron de que está escrito: "El celo de tu Casa me devora"» (Juan 2, 15-17).
En ciertos lugares de culto católico locales, hay un absoluto desmán espiritual, que por ser espiritual precisamente, resulta ser doblemente inmoral. La Iglesia ha reglamentado el aporte de las limosnas o estipendios, y si bien la Santa EucaristÃa tiene un valor infinito en el orden de la gracia, eso no significa que quienquiera que sea ha de «cobrar» a capricho personal a costa de la ingenuidad de los fieles.
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