Una vez determinado el principio, Reyes postula que las posibilidades concretas de la lengua están exclusivamente en manos de los elegidos; y lo hace tanto en Aristarco como en ensayos menores.
Las encrucijadas de ´americanismo´, ´universalismo´, ´humanismo´ o ´positivismo´ son resueltas por Reyes acudiendo al recurso de los ´elegidos´, de los pocos ´genios´ que en el mundo han sido.
Pero su aporte no se ha limitado a debatir uno de los asuntos sin duda centrales de la crÃtica, sino que ha incorporado una argumentación teórica sistemática para sustentar su particular epistemologÃa crÃtica:
El deslinde es considerado su trabajo más importante de teorÃa literaria, y sin duda lo es. Pero al margen de la significación que pueda tener dentro de su obra personal, su importancia tanto en teorÃa como en polÃtica cultural radica en ser la primera obra latinoamericana que discute sistemáticamente el problema del estudio cientÃfico de la literatura.
Si bien en La experiencia literaria, La antigua retórica y La crÃtica en la edad ateniense introduce muchos de los temas y asuntos que más tarde desarrolla en El deslinde, sólo en esta última obra elabora una metodologÃa que, aunque todavÃa inicial según su criterio, puede acompañar sus afirmaciones teóricas.
Reyes plantea tres problemas teóricos centrales y focaliza su reflexión sobre ellos: la representación, el tratamiento del lenguaje y la ficción literaria.
Aunque El deslinde logra, notoriamente, romper con cierta continuidad estilÃstica existente en casi todas las otras obras teóricas y/o crÃticas de Reyes, existen algunos párrafos que traicionan su voluntad ´cientificista´, ´positivista´ y lo derivan al elogio impresionista.
Pero inclusive uno de esos pocos párrafos -un comentario a una descripción de Martà de la actriz Jane Hading- permite apreciar la consistencia de un juicio literario de Reyes con su propio aparato teórico.
Sin embargo, ni siquiera en el elogio Reyes se permite incorporar la historia a la literatura; no en vano afirmará que la simpatÃa entre matemática y literatura consiste en su atemporalidad.
Ahora bien, ¿no podrÃa ser que esa defensa teórica de la autonomÃa literaria, de su autodeterminación, marque la consistencia de la teorÃa literaria de Reyes con su polÃtica cultural? ¿No será que "Reyes ha mostrado la dimensión universal a que, de hecho, puede y debe llegar la inteligencia americana"?
Y su particular manera de demostrarlo fue la crÃtica literaria. Tanto en su flujo estrictamente teórico como en sus múltiples trabajos de reseña, su labor enfatiza la comparación (quizá habrÃa que decir, la equiparación) de la literatura latinoamericana con la europea, de la cultura latinoamericana con la europea.
No hay, por consiguiente, conflicto entre la noción de autonomÃa literaria y servicio cultural en la obra de Reyes; conflicto que ha atravesado la modernidad literaria latinoamericana.
Alfonso Reyes ha dotado a nuestra crÃtica de legitimidad para hablar en nombre de nuestra literatura. Aunque, por supuesto, ´legitimidad´ quiera sólo y únicamente, ni más ni menos, significar legitimidad moderna. Aunque sólo bautizados y creyentes en la palabra ajena, podamos alcanzar el derecho a hacerla nuestra. Aunque la medida de nuestra estatura autónoma sea la vara colonial. A fin de cuentas, la propuesta de Reyes, vivida rigurosamente letra a letra en toda su obra, nos permite hacer de la escritura colonizada el instrumento de nuestra propia liberación cultural.
Fin
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