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Domingo 25 de marzo de 2018

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Cultural El Duende

Alfonso Reyes: La fundación de la teoría

25 mar 2018

El ensayo forma parte de "El poder de la palabra", obra finalista del Premio de Ensayo, 1992 - Casa de las Américas. Su autor, el Doctor en Crítica Literaria Guillermo Mariaca Iturri (Bolivia, 1954)

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Segunda y última parte

¿En qué consisten, entonces, estas posibilidades americanas nacidas en la ficción, o mejor, cuál resulta ser la preceptiva literaria de Reyes -asumiendo, claro, que no se rebaje preceptiva a receta, si se recuerda que el principio general es ´mentarnos´? La herramienta formal que debe presentar a la literatura como diseñadora del proyecto nacional es la política editorial; basta citar en este aspecto su intención de llevar a cabo un "aseo [literario] de América".

Pero una propuesta editorial estaría limitando su preceptiva solamente a cierta inquisición cultural, cuando lo que Reyes postula es una modalidad de oficialización de un canon literario particular. Por esta razón, su preceptiva no trata primordialmente de la aplicación de un canon, sino del principio para su construcción: "la más alta poesía es aquella que más contempla al hombre abstracto, y mucho más que al accidente que somos, al arquetipo que quisiéramos ser". En otras palabras, debemos ´mentarnos´ de tal manera que devengamos contemporáneos de lo ´mejor´ de la cultura europea.

Una vez determinado el principio, Reyes postula que las posibilidades concretas de la lengua están exclusivamente en manos de los elegidos; y lo hace tanto en Aristarco como en ensayos menores.

Es decir, si la lengua hará de América parte del mundo, si la literatura será el nudo que resuelva las paradojas entre humanismo y positivismo; entonces unos "cuantos y contados genios" escribirán este futuro y la relación entre literatura y sociedad se basará en que la primera abra el mundo para la segunda, porque sólo ella -la literatura- puede aludir al interés ideal del hombre: "la literatura en pureza se dirige al hombre en general, al hombre en su carácter humano".

Las encrucijadas de ´americanismo´, ´universalismo´, ´humanismo´ o ´positivismo´ son resueltas por Reyes acudiendo al recurso de los ´elegidos´, de los pocos ´genios´ que en el mundo han sido.

Hasta aquí se ha desarrollado lo que podría considerarse la epistemología crítica de Reyes, la solución que propone al problema de la legitimidad de la literatura y de la crítica literaria en nuestra América: inventar la representación de América. Esto bastaría para incorporarlo, como primer expositor de una de las corrientes de crítica literaria, dentro de un canon tentativo de fundadores de la crítica hispanoamericana.

Pero su aporte no se ha limitado a debatir uno de los asuntos sin duda centrales de la crítica, sino que ha incorporado una argumentación teórica sistemática para sustentar su particular epistemología crítica:

El deslinde entre literatura y no-literatura, o mejor, el estudio ´científico´ de la literatura. Porque, obviamente, dado que la literatura marca el camino de la política, dado que ella constituye la invención de América, es pues imprescindible trabajar su especificidad para demostrar suficientemente su carácter fundador.

El deslinde es considerado su trabajo más importante de teoría literaria, y sin duda lo es. Pero al margen de la significación que pueda tener dentro de su obra personal, su importancia tanto en teoría como en política cultural radica en ser la primera obra latinoamericana que discute sistemáticamente el problema del estudio científico de la literatura.

Si bien en La experiencia literaria, La antigua retórica y La crítica en la edad ateniense introduce muchos de los temas y asuntos que más tarde desarrolla en El deslinde, sólo en esta última obra elabora una metodología que, aunque todavía inicial según su criterio, puede acompañar sus afirmaciones teóricas.

Reyes justifica su ingreso a la tarea teórica por la necesidad de determinar la "esencia común al fenómeno literario" en un sólo texto que explique, tanto la tarea monográfica y de ´historia de la literatura´ que él mismo ha ido realizando, como, sobre todo, que defina cuál sería la "literatura en pureza" que merece el nombre de tal en América Latina.

Quizá por esta calidad de síntesis de lo logrado y de expansión de los argumentos centrales, El deslinde inicia su discusión con un resumen metodológico: la integración de los métodos históricos, psicológicos y estilísticos en lo que Reyes llama la exegética y su culminación en el "juicio literario".

Reyes plantea tres problemas teóricos centrales y focaliza su reflexión sobre ellos: la representación, el tratamiento del lenguaje y la ficción literaria.

Para Reyes la representación se limita a "mímesis", y dado que la característica central de la literatura es la ficcionalidad, la condición necesaria para la existencia de un texto literario es desentenderse del "suceder real" y su condición suficiente será "la intención de puro fin estético".

La característica más importante de la ficción es, entonces, la intencionalidad estética. No, Reyes lo enfatiza, la secundarización del dato real, sino su valor fictivo. Esto, obviamente, cuestiona y tiende a cancelar la función referencial del discurso literario.

Es decir, pretende la autosuficiencia de la ficción. Sólo así la ´ancilaridad´ circunstancial de la obra ´genuina´, que en el caso de la literatura latinoamericana referirá en muchos casos a su realidad histórica, podrá ser considerada accidental y, por tanto, marginal respecto al ´auténtico´ objetivo que es el "puro fin estético".

Cancelando la referencia dentro de la ficción, todavía resta solucionar el asunto de la pragmática lingüística dado que también "la literatura sólo existe cuando es ya una formulación en palabras". Aunque la lengua resulta la vía analítica fundamental para Reyes, y su ficcionalización, por consiguiente, tiene nomás un ancla referencial que la obliga a funcionar en ´paralelo´ respecto a lo cotidiano, aun así plantea reducirla a instancia auto suficiente si está en función estética.

Y en esta autosuficiencia: realidad ficticia que se inventa a sí misma y al lenguaje que la expresa, radica el valor que Reyes otorga a la literatura. No se trata únicamente, entonces, de inventar la representación de América; se pretende, además, inventar el lenguaje de esa representación.

Aunque El deslinde logra, notoriamente, romper con cierta continuidad estilística existente en casi todas las otras obras teóricas y/o críticas de Reyes, existen algunos párrafos que traicionan su voluntad ´cientificista´, ´positivista´ y lo derivan al elogio impresionista.

Pero inclusive uno de esos pocos párrafos -un comentario a una descripción de Martí de la actriz Jane Hading- permite apreciar la consistencia de un juicio literario de Reyes con su propio aparato teórico.

Sin embargo, ni siquiera en el elogio Reyes se permite incorporar la historia a la literatura; no en vano afirmará que la simpatía entre matemática y literatura consiste en su atemporalidad.

Ahora bien, ¿no podría ser que esa defensa teórica de la autonomía literaria, de su autodeterminación, marque la consistencia de la teoría literaria de Reyes con su política cultural? ¿No será que "Reyes ha mostrado la dimensión universal a que, de hecho, puede y debe llegar la inteligencia americana"?

Ciertamente, para Reyes la supervivencia cultural -y, por consiguiente, histórica- de América estaba directamente relacionada con su capacidad de hablar al mundo europeo en sus mismos términos, de asumir al colonizador hasta ser su contemporáneo.

Y su particular manera de demostrarlo fue la crítica literaria. Tanto en su flujo estrictamente teórico como en sus múltiples trabajos de reseña, su labor enfatiza la comparación (quizá habría que decir, la equiparación) de la literatura latinoamericana con la europea, de la cultura latinoamericana con la europea.

De esta manera, América se convierte en el espejo de Europa y los portadores de la ´antorcha cultural´ serán los que saben leer los "que hemos combatido por el bien y la belleza".

Y aunque el sujeto del "aseo de América" no sea otro que el intelectual, el objeto no será precisamente la limpieza -la canonización- del territorio cultural, sino su fundación en términos ´universales´.

América se hará occidental a través de la literatura y se hará moderna a través de sus intelectuales.

En este proceso de encuentro de América con su posibilidad ´universal´ radica la legitimidad de la literatura y la importancia de la crítica literaria.

Como la literatura -no la política o la economía o la historia- debe inventar América, esta literatura tendrá que representar el "puro fin estético" para romper nuestro origen colonial y poder ser parte del mundo. América, sólo entonces, no será representada sino como el "arquetipo que quisiéramos ser".

No hay, por consiguiente, conflicto entre la noción de autonomía literaria y servicio cultural en la obra de Reyes; conflicto que ha atravesado la modernidad literaria latinoamericana.

Como sólo la "literatura en pureza" podrá fundar la universalidad americana, sólo la crítica literaria podrá juzgar qué obras representan a esa América ´universal´.

Una vez emitido el juicio, y sólo después de él, la crítica se convierte en política cultural: base teórica del canon y del criterio de representatividad de tal o cual obra de la literatura latinoamericana.

Alfonso Reyes ha dotado a nuestra crítica de legitimidad para hablar en nombre de nuestra literatura. Aunque, por supuesto, ´legitimidad´ quiera sólo y únicamente, ni más ni menos, significar legitimidad moderna. Aunque sólo bautizados y creyentes en la palabra ajena, podamos alcanzar el derecho a hacerla nuestra. Aunque la medida de nuestra estatura autónoma sea la vara colonial. A fin de cuentas, la propuesta de Reyes, vivida rigurosamente letra a letra en toda su obra, nos permite hacer de la escritura colonizada el instrumento de nuestra propia liberación cultural.

Fin

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