Jueves 22 de marzo de 2018
ver hoy
Las próximas elecciones generales están precedidas por una muy temprana campaña. Esto porque se trataría de elegir entre dos diferentes visiones de país: la del oficialismo estatista y avasallador, frente a las diversas opciones opositoras que reclaman democracia y respeto a la ley y a la institucionalidad republicana.
Por ello, hay una corriente que busca unificar a una oposición que, no obstante, tiene partidos y agrupaciones con ideologías opuestas, por no decir irreconciliables. Pero también es cierto que la mayoría de los opositores comparten el objetivo de luchar contra la corrupción y el flagelo del narcotráfico, además contra la constante demagogia. Seguramente hay muchas otras coincidencias que incitan a organizar un frente opositor único, con un candidato que no concite divergencias.
Esta visión, pese a sus elevados propósitos, se opone a la realidad: la diversidad y hasta la descalificación mutua entre sectores políticos -opositores ellos-, lo que hace suponer que, por ahora, una posible alianza no resultaría en un gobierno coherente y capaz de fijar cursos políticos coincidentes. Y esto es magnificado por el oficialismo que ya demostró ser ducho para dividir.