Para el común de la gente, nuestras autoridades y para la clase polÃtica, los problemas cotidianos que confronta la mayorÃa de la población pasan inadvertidos y por lo mismo no entran en orden prioritario en las cargadas agendas de los responsables de trabajar por el bienestar común.
Hay de todo en la viña del Señor, la referencia es directa a la condición humana, a las diferencias sociales y las condiciones de vida de unos y otros, unos pocos con opciones de cierta seguridad por efecto de tendencias polÃticas, una gran mayorÃa admitiendo las circunstancias y luchando por vencer obstáculos que se presentan como producto de la desconfianza reinante, que además es causa de la apatÃa y al mismo tiempo de la indiferencia de pocos, insensibles ante los problemas que son parte de una vida de constantes sobresaltos.
El Papa Francisco en una de sus recientes homilÃas se ha referido justamente a esos problemas de diario vivir y ha pedido a los fieles del mundo, vencer la desconfianza que es causa de la apatÃa junto a la incertidumbre que "cauterizan y paralizan el alma del pueblo creyente".
El Sumo PontÃfice tan conocedor de la realidad humana, de las caracterÃsticas propias de muchas regiones, puede hacer referencia generalizada de los factores adversos, pero por sus insinuaciones francas y abiertas llegando de manera directa a ciertos gobernantes que no asumen responsablemente su deber de servir igualitariamente a los ciudadanos de un paÃs. El Papa es muy claro cuando propugna "plantarse ante la mirada altanera, el comentario fugaz y desaprensivo de querer controlarlo todo, saberlo todo y devastar todo".
Estamos viviendo el Tiempo de Cuaresma, tan especial para retomar el camino del bien y de la solidaridad y recargar la conciencia con mayor fe y sentimientos que nos acerquen a una realidad en la que se eliminen los egoÃsmos y las indiferencias y se avance en un camino de solidaridad humana, sensibilizando a quienes tienen el deber de ayudar y no lo hacen, olvidando sus obligaciones o direccionándolas de manera interesada, fuera del contexto de igualdad y de fraternidad, como establecen las condiciones de una práctica de vida sencilla, pero al mismo tiempo orgullosa de su principal pilar que es la fe en un Ser Supremo.
No hay que perder el seguimiento a las intervenciones frecuentes del Santo Padre de Roma, que mostrando preocupación por la humanidad ha condenado en muchas oportunidades el armamentismo, el hedonismo y el deseo nunca satisfecho de mayor poder y enriquecimiento, condena la falta de austeridad por parte de los que poseen mucho, sin comprender que hay mucha gente que no puede sobrevivir a la pobreza y la carencia de medios para enfrentar las condiciones de marcada desigualdad en regÃmenes de oprobio e injusticia.
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