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Domingo 11 de marzo de 2018

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Cultural El Duende

Alfonso Reyes: La fundación de la teoría

11 mar 2018

El ensayo forma parte de "El poder de la palabra" obra finalista del Premio de Ensayo, 1992 - Casa de las Américas. Su autor, el Doctor en Crítica Literaria Guillermo Mariaca Iturri (Bolivia, 1954)

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Primera de dos partes

Alfonso Reyes ha dotado a nuestra crítica de legitimidad para hablar en nombre de nuestra literatura. Aunque, por supuesto, ´legitimidad´ quiera sólo y únicamente, ni más ni menos, significar legitimidad moderna. Aunque sólo bautizados y creyentes en la palabra ajena, podamos alcanzar el derecho a hacerla nuestra. Aunque la medida de nuestra estatura autónoma sea la vara colonial. A fin de cuentas, la propuesta de Reyes, vivida rigurosamente letra a letra en toda su obra, nos permite hacer de la escritura colonizada el instrumento de nuestra propia liberación cultural. (Guillermo Mariaca)

Una de las preguntas fundamentales que hay que plantear a la crítica literaria hispanoamericana moderna es aquella sobre su legitimidad: ¿cuándo se plantea a sí misma el derecho a la existencia autónoma? Alfonso Reyes, en Aristarco o anatomía de la crítica, elabora una de las primeras respuestas modernas sobre la legitimidad de la crítica literaria en nuestra América. Podría sugerirse, sin embargo, que la modernidad postulada por Reyes está tan paradójicamente planteada como la tensión contenida en el mismo título de su conferencia. La combinación del recurso a la autoridad clásica de la cultura helénica con la tipología positivista difícilmente podría concluir en la autonomía literaria celebrada por la modernidad; pero Reyes logra que sí concluya resolviendo la ´ciencia´ en el ´genio´, el progreso en el humanismo. El desmembramiento de la paradoja que opera con elementos tan distintos servirá, por consiguiente, como punto de partida para explicar las encrucijadas de la obra de Alfonso Reyes y, al mismo tiempo, los conflictos de su modernidad.

Aristarco realiza una valoración altamente positiva de la cultura ´occidental´, en su sentido humanista, y señala su incorporación inevitable y deseable en nuestra América dado nuestro "origen colonial". Por esta vía, toda la historia política de América Latina se resuelve en la concepción implícita de nación neocolonial, y la historia cultural en la noción de lengua. Si Europa no sólo es la inevitable fuente política, sino también nuestra raíz cultural, esto contrae, obviamente, la situación complementaria: los americanos se harán universales a través de la lengua.

La lengua, como metonimia de la "función unificadora" de la cultura, no se limita a hacer accesible el mundo a la particular identidad americana; convierte a los americanos en ciudadanos del mundo. Este cosmopolitismo, obviamente, aunque parte de la lengua como el sustento conceptual de la cultura, extiende su propia raíz lingüística hasta la actividad intelectual en general; "capítulo esencial de la vida humana" de la que participamos todos sin distinción de origen cultural. De esta manera, resulta que la lengua, la cultura y la actividad intelectual hacen posible que los americanos sean tan ´universales´ como los europeos y, por tanto, que su obra cultural también lo sea.

Reyes, sin embargo, mantiene un matiz de diferencia epistemológica en su concepción de cultura que le permite distinguir entre la cultura humana, en general, y la cultura americana, en particular. Aun cuando sostiene la preeminencia de la noción mayor, considera que la ´universalización´ de la cultura americana no le hace perder su identidad, su diferencia específica, y que su integración en la cultura universal no se limita a formar parte pasiva de ella, sino que dinamiza la actividad tanto particular como general.

La argumentación de Reyes para defender la importancia y la necesidad de incorporar América a la cultura ´occidental´ no se limita, ciertamente, a nociones lingüísticas y culturales. Existen momentos argumentales que añaden interpretaciones históricas a su abundante ´epistemología´ culturalista, las cuales permitirían señalar que la ´occidentalización´ de América no implica pérdida de una identidad -no sólo cultural sino también histórica- difícilmente ganada a lo largo de cuatro siglos y medio. Lo fundamental, sin embargo, no es enfatizar los datos históricos y las interpretaciones que Reyes añade a ellos; sino mostrar cómo incorpora lengua, cultura e historia dentro de una propuesta de política cultural. ¿Cuál es la cultura americana que forma parte de la cultura universal; cuál es la "humanidad americana característica" cuya formación histórica preserva su identidad y posibilita su incorporación al mundo? La respuesta a la primera parte de esta pregunta es algo que podría denominarse ´viabilidad

Postcolonial´: dadas una lengua y una cultura dominantes, la única posibilidad de integración de América en el mundo consiste en seguir la corriente del progreso relegando lo ´autóctono´ a exotismo. La identidad americana, entonces, resulta de ´americanizar´ lo europeo que se está importando, de comunicarle el "condimento de abigarrada y gustosa especiería".

Sin embargo, el argumento central de Reyes para sostener esta incorporación subordinada de la cultura americana a la universal puede encontrársela, paradójicamente, en su concepción de la poesía, si se la articula apropiadamente con la noción de cultura en general. Según Reyes, el procedimiento retórico fundamental es "la catacresis: que es un mentar con palabras, lo que no tiene palabras ya hechas para ser mentado". Ahora bien, dado que los americanos accederemos al mundo a través de la lengua, dado que ésta "es el excipiente que disuelve, conserva y perpetúa nuestro sentido nacional" y dado que somos "un enorme yacimiento de materia prima", nuestra función fundamental y nuestro objetivo más importante son nombrarnos a nosotros mismos, bautizarnos con la palabra ajena, para alcanzar el derecho a la palabra propia. Reyes, por tanto, está explícitamente planteando hacer de la poética una política.

¿Nos haremos universales, entonces, gracias a la palabra colonial? ¿Cuál es la causa, según Reyes, para que una realidad social pre colonial como la americana haya sido tan profundamente colonizada? ¿Cuál era esa "debilidad fundamental que colocaba a los pueblos americanos en condiciones de notoria inferioridad"? Para Reyes, la escritura, la ciencia y la religión monoteísta constituyen la prueba de la superioridad de la civilización occidental, la razón de la colonización cultural de América y, por consiguiente, la causa que explica suficientemente el que este continente deba -inevitablemente- quedar ética y epistemológicamente supeditado a la cultura europea. El exotismo americano, por tanto, no es su seña de identidad, sino su estigma de inferioridad moral y cultural.

La ´viabilidad postcolonial´ de Reyes no se limita a registrar algunos hechos y algunas consecuencias coloniales. Al afirmar que América debe alcanzar a Europa para sobrevivir como identidad propia está diseñando una de las tendencias que ha guiado la obra y el pensamiento de la cultura americana y que, ciertamente, se encuentra germinalmente en ella: asumir al colonizador en uno mismo para devenir su contemporáneo.

Esta corriente de pensamiento no es propia ni única de Reyes; su notable particularidad, sin embargo, aquella que lo distingue radicalmente de la propuesta educativa de civilización y barbarie, es adjudicarle a la literatura el papel de conducción del ´desarrollo´ social porque "la literatura se adelanta a la política". La razón de este privilegio para la ficción viene, como no podría ser de otra manera, de la caracterización que Reyes hace de la función social de la literatura en general: diseñar posibilidades, no construir realidades; o, más precisamente, diseñar las posibilidades imaginarias de la lengua de acuerdo a un objetivo ideológico general que no fue otro que el proyecto nacional concebido como la invención de la identidad.

Continuará

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