Washington Delgado. Perú, 1927 - 2003. Poeta, catedrático y crítico. Entre otros poemarios, ha publicado: Formas de la ausencia (1955), El extranjero (1952-1956), Días del corazón (1957), Canción española (1956-1960), Para vivir mañana (1959), Parque (1965), Destierro por vida (1969), Un mundo dividido (1970), Historia de Artidoro (1987) y Cuán impunemente se está uno muerto (2003).
¿Fotos en alta resolución?, cámbiate a Premium...
Globe trotter
Sobre arenas tan interminables
como el día
imaginando nubes, palmeras,
aguas, noches de luna
he caminado por los desiertos,
toda mi vida.
Bajo luces de neón, atravesado
por el estruendo de los automóviles,
implacablemente gobernado
por señales rojas y verdes,
he caminado por los desiertos,
toda mi vida.
A menudo soñé con dulces samaritanas
y siempre he despertado en un autobús:
ajadas oficinistas me rodeaban,
muertas de sueño, encadenadas
a una vida polvorienta
y sin una gota de agua
en el corazón. Con insaciable sed
he caminado por los desiertos, toda mi vida.
Sin cesar he subido las escaleras del hotel.
Nunca vi la palmera ni el manantial soñado
ni el arco iris de la paz
ni la paloma del perdón.
Ángeles despiadados me miraban sin verme,
me preguntaban por mi nombre y mis señas,
me echaban el humo en la cara
y me indicaban con desdén
el camino del paraíso
que nunca era un paraíso
sino las mismas arenas, el desierto
por donde he caminado, toda mi vida.
Si entraba en el salón vetusto
el viejo inquisidor se atragantaba,
lanzaba al aire el humo, el café, la sonrisa
y me preguntaba por Mariena.
¿Mariena, Mariena? ¿Quién es Mariena?
Suspendida está en el aire,
lejos de este desierto
y yo nunca la he visto.
Vivirá en su isla rosada, en su casa pequeña,
en su granja con gansos
y conejos o se habrá ahogado
en las aguas azules del mar Mediterráneo.
Ese oasis no me sirve,
el viejo inquisidor se marchó hace tiempo
y me ha dejado
una angustia inútil, un nombre
que he de llevar a cuestas para nada
mientras camino por los desiertos,
toda mi vida.
Las estrellas de los policías brillan
y tintinean,
los estudiantes pasan con libros
o muchachas bajo el brazo,
la niebla ligera se levanta
para que duerma en la calle
esta primera noche primaveral del año.
De buena gana leería una novela de Voltaire,
conversaría con mis viejos amigos,
tomaría un café, fumaría un cigarro.
En el arenal interminable
todo es un sueño tan desesperado
como la niebla,
las palmeras y la dulce samaritana.
He caminado por los desiertos,
toda mi vida
y nunca me acompañó nadie.
A veces se dibujan ante mis ojos
historias de fantasmas:
aposentados en lujosos palacios ahuyentan
a los escopetados compradores durante el día,
en la noche alimentan
y consuelan a las pobres gentes.
Otras veces son ladrones:
después de años de cárcel y miseria
roban con fortuna una casa opulenta
y disfrutan los goces de la vida
o reparten limosnas a la puerta del templo.
En la soledad del arenal
no hay palacios ni opulentas casas
ni pobres gentes ni fastidiosos compradores
ni puerta ni templo ni limosna
ni goces de la vida.
Toda mi vida he caminado por los desiertos
y ahora estoy triste.
Una vendedora de claveles
canta o llora en mi oído.
¿Qué haría yo con un clavel en el desierto?
He caminado solo y sin equipaje toda mi vida,
estos claveles son también un desesperado sueño
aunque la melodiosa vendedora
me contemple con lastimados ojos
como si ella fuera el fantasma y yo la pobre gente
llegada en la gran noche
a las puertas del palacio lujoso.
He caminado por los desiertos,
toda mi vida
y nunca llegué a ninguna parte.
¿Nunca nos libertaremos?
Para ser bueno hay que servir
al que paga; para ser bueno
no hay que pagar al que sirve.
Así ganaremos el cielo.
El que no tiene manos que trabaje
con los pies y el que no tiene pies
que venda su alma.
¿Nunca nos libertaremos?
Somos grandes, hermosos y fuertes;
tenemos bellos libros y sabias palabras
que nos dicen: todo está bien.
¿Nunca nos libertaremos?
Una historia maravillosa
nos han contado. Somos siervos
de dioses guerreros y santos.
¿Nunca nos libertaremos?
Hoy es de día o de noche.
El sol no es sol sino una piedra.
La felicidad es cosa de otro mundo.
¿Nunca nos libertaremos?
Los pensamientos puros
Señor rentista, señor funcionario,
señor terrateniente,
señor coronel de artillería,
el hombre es inmortal:
vosotros sois mortales.
Es curioso como la podredumbre
se adelanta a veces al cadáver.
Soportad vuestro olor, mostradlo
si queréis, poquito a poco.
pero no habléis.
Señores, enseñad el trasero,
pero no lloréis nunca,
cierta decencia es necesaria
aun entre las bestias.
Pensad en el cielo, también
en las alas blancas
y en la música de las arpas
dulcemente tocadas
por vuestras dulces manos.
Pensad en vuestros libros de lectura,
en las viudas tísicas y abandonadas
que ayudaréis con una trompeta de oro.
Pensad en vuestros billetes, en los veranos
junto al mar, en la mucama rubia,
en el amante moreno, en los pobres
que besaréis en la otra vida,
en las distancias terrestres,
en los cielos de almíbar.
Pensad en todo, vuestros días sobre la tierra
no serán numerosos.
Para tus amigos:
¡Oferta!
Solicita tu membresía Premium y disfruta estos beneficios adicionales:
- Edición diaria disponible desde las 5:00 am.
- Periódico del día en PDF descargable.
- Fotografías en alta resolución.
- Acceso a ediciones pasadas digitales desde 2010.