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Domingo 11 de marzo de 2018

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Cultural El Duende

Washington Delgado

11 mar 2018

Washington Delgado. Perú, 1927 - 2003. Poeta, catedrático y crítico. Entre otros poemarios, ha publicado: Formas de la ausencia (1955), El extranjero (1952-1956), Días del corazón (1957), Canción española (1956-1960), Para vivir mañana (1959), Parque (1965), Destierro por vida (1969), Un mundo dividido (1970), Historia de Artidoro (1987) y Cuán impunemente se está uno muerto (2003).

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Globe trotter

Sobre arenas tan interminables

como el día

imaginando nubes, palmeras,

aguas, noches de luna

he caminado por los desiertos,

toda mi vida.

Bajo luces de neón, atravesado

por el estruendo de los automóviles,

implacablemente gobernado

por señales rojas y verdes,

he caminado por los desiertos,

toda mi vida.

A menudo soñé con dulces samaritanas

y siempre he despertado en un autobús:

ajadas oficinistas me rodeaban,

muertas de sueño, encadenadas

a una vida polvorienta

y sin una gota de agua

en el corazón. Con insaciable sed

he caminado por los desiertos, toda mi vida.

Sin cesar he subido las escaleras del hotel.

Nunca vi la palmera ni el manantial soñado

ni el arco iris de la paz

ni la paloma del perdón.

Ángeles despiadados me miraban sin verme,

me preguntaban por mi nombre y mis señas,

me echaban el humo en la cara

y me indicaban con desdén

el camino del paraíso

que nunca era un paraíso

sino las mismas arenas, el desierto

por donde he caminado, toda mi vida.

Si entraba en el salón vetusto

el viejo inquisidor se atragantaba,

lanzaba al aire el humo, el café, la sonrisa

y me preguntaba por Mariena.

¿Mariena, Mariena? ¿Quién es Mariena?

Suspendida está en el aire,

lejos de este desierto

y yo nunca la he visto.

Vivirá en su isla rosada, en su casa pequeña,

en su granja con gansos

y conejos o se habrá ahogado

en las aguas azules del mar Mediterráneo.

Ese oasis no me sirve,

el viejo inquisidor se marchó hace tiempo

y me ha dejado

una angustia inútil, un nombre

que he de llevar a cuestas para nada

mientras camino por los desiertos,

toda mi vida.

Las estrellas de los policías brillan

y tintinean,

los estudiantes pasan con libros

o muchachas bajo el brazo,

la niebla ligera se levanta

para que duerma en la calle

esta primera noche primaveral del año.

De buena gana leería una novela de Voltaire,

conversaría con mis viejos amigos,

tomaría un café, fumaría un cigarro.

En el arenal interminable

todo es un sueño tan desesperado

como la niebla,

las palmeras y la dulce samaritana.

He caminado por los desiertos,

toda mi vida

y nunca me acompañó nadie.

A veces se dibujan ante mis ojos

historias de fantasmas:

aposentados en lujosos palacios ahuyentan

a los escopetados compradores durante el día,

en la noche alimentan

y consuelan a las pobres gentes.

Otras veces son ladrones:

después de años de cárcel y miseria

roban con fortuna una casa opulenta

y disfrutan los goces de la vida

o reparten limosnas a la puerta del templo.

En la soledad del arenal

no hay palacios ni opulentas casas

ni pobres gentes ni fastidiosos compradores

ni puerta ni templo ni limosna

ni goces de la vida.

Toda mi vida he caminado por los desiertos

y ahora estoy triste.

Una vendedora de claveles

canta o llora en mi oído.

¿Qué haría yo con un clavel en el desierto?

He caminado solo y sin equipaje toda mi vida,

estos claveles son también un desesperado sueño

aunque la melodiosa vendedora

me contemple con lastimados ojos

como si ella fuera el fantasma y yo la pobre gente

llegada en la gran noche

a las puertas del palacio lujoso.

He caminado por los desiertos,

toda mi vida

y nunca llegué a ninguna parte.

¿Nunca nos libertaremos?

Para ser bueno hay que servir

al que paga; para ser bueno

no hay que pagar al que sirve.

Así ganaremos el cielo.

El que no tiene manos que trabaje

con los pies y el que no tiene pies

que venda su alma.

¿Nunca nos libertaremos?

Somos grandes, hermosos y fuertes;

tenemos bellos libros y sabias palabras

que nos dicen: todo está bien.

¿Nunca nos libertaremos?

Una historia maravillosa

nos han contado. Somos siervos

de dioses guerreros y santos.

¿Nunca nos libertaremos?

Hoy es de día o de noche.

El sol no es sol sino una piedra.

La felicidad es cosa de otro mundo.

¿Nunca nos libertaremos?

Los pensamientos puros

Señor rentista, señor funcionario,

señor terrateniente,

señor coronel de artillería,

el hombre es inmortal:

vosotros sois mortales.

Es curioso como la podredumbre

se adelanta a veces al cadáver.

Soportad vuestro olor, mostradlo

si queréis, poquito a poco.

pero no habléis.

Señores, enseñad el trasero,

pero no lloréis nunca,

cierta decencia es necesaria

aun entre las bestias.

Pensad en el cielo, también

en las alas blancas

y en la música de las arpas

dulcemente tocadas

por vuestras dulces manos.

Pensad en vuestros libros de lectura,

en las viudas tísicas y abandonadas

que ayudaréis con una trompeta de oro.

Pensad en vuestros billetes, en los veranos

junto al mar, en la mucama rubia,

en el amante moreno, en los pobres

que besaréis en la otra vida,

en las distancias terrestres,

en los cielos de almíbar.

Pensad en todo, vuestros días sobre la tierra

no serán numerosos.

Para tus amigos: