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Domingo 11 de marzo de 2018

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Cultural El Duende

"Los trabajos y los días", itinerarios de Benjamín Chávez

11 mar 2018

Edwin Guzmán

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Benjamín Chávez, además de su condición de poeta, ha venido desplegando diferentes actividades vinculadas a las letras, lo que le ha permitido acercarse a través de géneros diversos a temas disímiles. Junto a la publicación de una decena de libros de poesía, algunos de los cuales han sido acreedores a premios nacionales, ha visto la luz el reportaje "Viaje al corazón de Bolivia", elaborado junto a otros cronistas y fotógrafos , habiendo obtenido el Premio Internacional de Crónica periodística Elizabetha Neuffer de las NNUU; la publicación de la novela "La indiferencia de los patos" (2015), las antologías "Cambio climático" -Panorama de la joven poesía boliviana, (2009), "Letras Orureñas" (2016) en coautoría con diferentes escritores del país, además de cuentos y artículos aparecidos en revistas y periódicos.

Su versatilidad se evidencia ahora con la presentación de "Los trabajos y los días" (2017), libro que aglutina una selección de columnas escritas por el autor entre 1999 y el 2012, en los suplementos culturales "El Duende" del periódico La Patria de Oruro, y "Fondo Negro", suplemento del diario La Prensa de La Paz. Columnas que, por el texto y el contexto, constituyen nítidas manifestaciones del pulso literario que es marca recurrente en la obra de Benjamín.

El libro se abre y cierra con artículos sobre Jorge Luis Borges (I y II), poeta caro a la formación y la pasión creativa del autor. En el vientre de ese viaje circular, discurre una población heterogénea de temas que revelan pasajes, fragmentos de memoria, personajes, lecturas, en fin una silva de acontecimientos que fluctúan entre la evocación y el homenaje, entre la reflexión y el testimonio.

El hálito que anima a las columnas es precisamente el viaje. El autor, siempre móvil e itinerante, discurre por lugares y textos. Sea la Grecia de la filosofía, el Cerro Rico, Montevideo, el trópico amazónico, el tata Sajama, Medellín, el volcán Masaya en Nicaragua, las librerías de la Plaza del Zócalo, o un quiosco de Sucre, en fin. Lugares visitados, y luego revisitados en la casa de la memoria que no cesa de reinventarse en el tiempo. Hitos que revelan un itinerario que lía acontecimientos y experiencias donde el feeling del columnista da cuenta de hechos memorables.

Mas, el viaje se multiplica a través de poemas y libros que Benjamín emprende desde su indiscutible condición de lector. Páginas y lugares terminan fundiéndose, los textos se abren a lo imprevisible resignificando los sentidos tejidos entre la literatura y las experiencias vividas.

Los poemas de Trastrommer se convierten en personajes de una historia de halo futurista en un puerto de Montevideo. El poema X de Jorge Tellier, codeándose con Browning, se lanza a un juego de transmutaciones y horizontes im/posibles. El poema "Balada para unos ojos que no han visto el mar" de León de Greiff abre las esclusas para acometer una genealogía líquida que remata precisamente en el encuentro de unos ojos que nostálgicamente se casan con el mar. Los poemas de Arlindo Paruma se confunden con la respiración de la manigua, y abrazados trascienden en un cuerpo de follaje verbal y vegetal. Las hebras de sol de Celán refulgen al costado de la Calle Sara en Santa Cruz de la Sierra. La saga por la posesión de un libro de Luis Cardoza y Aragón remata en una aventura que trama contactos transfronterizos, y una incursión por librerías en la Plaza del Zócalo en el D.F. de México. O, acaso, ese viaje insólito de una comparsa heteróclita de escritores en torno a los misterios gatunos. Otras lecturas son objeto de reflexión y motivación a consumarlas, cito por ejemplo a "Cuadernos de la Sequía" de Rodolfo Ortiz, o la novela "Cuando Sara Chura despierte" de Juan Pablo Piñeiro.

De este modo, sujetos también de los temas son los libros y autores que coexisten con circunstancias y cuya presencia enriquece una suerte de doble periplo. De este modo el conocido apotegma que "leer es viajar" se cumple irrebatiblemente en Benjamín Chávez. Es más, se infiere que su lectura le permite duplicar la experiencia vital, es decir, su propia existencia conjugada con la experiencia de los autores leídos expande la aventura del viaje. El viaje que es encuentro, descubrimiento y como dice el autor "el viaje como revelación"; éste, termina citando a Umberto Eco que manifiesta "uno no sabe si viaja para escribir o escribe para viajar".

Las columnas de "Los trabajos y los días" rebasan la matriz convencional del género de opinión periodística, para acercarse a la condición de delicadas piezas literarias y/o incluso de sutiles ensayos. En efecto, la escritura de Benjamín no se despliega bajo el régimen formal de las columnas tradicionales de prensa, cuya pretensión es abordar críticamente hechos relevantes a través de un lenguaje directo. Por el enfoque y la manera de encararlas, su discurso se despliega desde zonas de impulsión literaria. De este modo literaturiza acontecimientos, los narra, poetiza, o los pone sobre el tinglado crítico, bajo el ojo que escruta y recrea, en consecuencia, bajo el halo de una escritura que se desea escritura.

Considerado en su conjunto el libro trasunta un tono autobiográfico. Los abordajes que realiza Benjamín son definitivamente cercanos a su condición de escritor y poeta, a los avatares en medio sus trabajos y sus días. Los festivales internacionales de poesía en Medellín o Nicaragua de los que fue poeta invitado, la experiencia de publicación del Suplemento Cultural "El Duende", se suman a la vindicación que hace de amistades entrañables como las de los poetas Ives Froment o Antonio Terán Cavero. Y claro, además las páginas no dejan de revelar destellos de la vida cultural de Oruro, del país en general y los allendes aludidos.

Bajo el epíteto bautismal de "Cementerio Club" se publicó la columna de Benjamín Chávez durante algunos años en el suplemento cultural "El Duende" del diario La Patria de Oruro. �l "Qué le dio al pequeño dios el centro gris del abismo, solo sé que no soy yo a quién duerme" resuena sigilosamente al fondo de ella, en la voz del maestro Spinetta, y bajo el aura poética de Antonin Artaud: ¡menuda complicidad!, me digo.

De ahí un salto retro, enormísimo salto a la segunda mitad del siglo VIII a.C., para trasladar no sin tino el título de la célebre obra poética, "Los trabajos y los días", del aeda griego Hesiodo al libro que Benjamín ha germinado. Libro que nos entrega la fidelidad y el oficio de su autor , el generoso apoyo de la Fundación Cultural ZOFRO y más que nada -de ese otro, él mismo- el ajayu de Benjamín Chávez que no ceja en brindarnos una de las más sutiles satisfacciones: la buena lectura.

* Edwin Guzmán Ortiz. Oruro, 1953. Poeta y crítico de arte

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