Decrépitos, decrépitos vamos a estar todos

¡Jodidos, jodidos estamos todos! le respondía un nervioso Oscar Eid a su angustiado inquisidor que hoy se las da de cosmo biólogo, pero que en ese instante le estaba clamando por plata para poder desaparecer. Era un audio desgarrador que parecía significar el final de un histórico partido.

Unos cuantos días después, ante cámaras, visiblemente acongojado y tratando de tener una dicción clara y pausada, el jefe del Movimiento de Izquierda Revolucionaria don Jaime Paz Zamora, daba la cara ante el pueblo boliviano, con un mensaje sepulcral, había decidido dejar la política.

"Son errores, no delitos" afirmaba el ex presidente tratando de justificar las relaciones de muchos tipos que habían mantenido él y muchos de los miembros de su cúpula partidaria, con personajes proscritos por la justicia boliviana debido a su ligazón con el narcotráfico.

Sin embargo, el beniano era tan solo una pantalla, el verdadero "rey de la droga" en aquellos tiempos eran el Departamento de Estado Americano, la DEA y varios miembros de los gobiernos militares. Con la llegada de la democracia, este clan llegó a su fin, los americanos se fueron a Huanchaca a hacer el negocio por cuenta propia y el Chapare se volvió tierra de nadie. Esto fue aprovechado por hombres que pasaron a la historia como grandes narcotraficantes, pero que en realidad simplemente eran acopiadores y distribuidores del polvo blanco, con pequeños dominios y con diminutos mercados que no llegaban ni al 8% del consumo mundial que estaba cubierto casi por completo por los colombianos.

En esas circunstancias salieron a flote los nombres de Jorge Roca Suárez ´Techo ´e paja´, su hermana ´Tonchi´, Raúl ´el Rey´ Salomón, Carmelo ´Meco´ Domínguez, entre otros y el que más fama adquirió en ese instante fue don Isaac ´el Oso´ Chavarría.

A finales de los 80 y principios de los 90, el único jet set boliviano que provocaba cierto tipo de atención de la sociedad boliviana era la clase política, y para ser parte notoria de ese círculo social, si uno no era un político en ejercicio, tenía que estar dispuesto a financiar sus actividades y uno que otro gusto, o costeando sus costosas campañas. Y aunque los narcos nacionales no tenían fortunas desmedidas como las que se ven hoy, poseían lo suficiente no sólo como para costear gorritas y banderas, también conocían las debilidades de estos dirigentes y después de llevarlos de mitin en mitin por diversos pueblos en sus avionetas, les organizaban tremendos bacanales, con muchos excesos de por medio, para tenerlos luego en sus manos y poder exigirles lo que quisieran.

El gobierno de Paz Zamora pagó el precio de tanto relajo y dos sucesos son sólo la muestra de cómo el tío Sam tenía a Jaime Paz sujeto de los cojones. Primero la DEA secuestró de una hacienda en Santa Cruz a Luis Arce Gómez, pasándose nuestra soberanía por las narices y con la directa permisividad del mandatario, un escándalo que por suerte no llegó a mayores y luego, cuando la Embajada de los Estados Unidos le obligó a destituir al Cnl. Rico Toro tras ser nombrado Jefe de Antinarcóticos. Y no es que el famoso militar haya merecido ese cargo, su nombramiento fue vergonzoso por sus antecedentes, pero la intromisión de la embajada en nuestras decisiones ya era cínica por decir lo menos.

Cuando el MNR fue gobierno, se puso como una de sus metas políticas hacer desaparecer al MIR y a un paso estuvo. Los narco vínculos les cayeron con todo y daba la impresión que el gabinete en pleno del acuerdo patriótico iba a volver a sesionar pero tras las rejas. No lograron su objetivo porque un jugado Oscar Eid, con una lealtad digna de un can, se echó todas las culpas y evitó que su jefe, sus familiares y muchos otros, le hagan compañía durante los cuatro años que duró su encierro.

Mientras se confesaba ante la sociedad boliviana y trataba de justificar sus errores que no debían ser tipificados como delitos, fue muy astuto al quitarle la noticia a lo más importante y puso los ojos de todos en lo que era más escandaloso, su salida definitiva de la política nacional. Nada podía estar más lejos de la verdad, tres años después estaba de nuevo haciendo campaña electoral y siete años más tarde, seguía con la misma dinámica, sin darse cuenta que sus posibilidades ya eran muy pocas. Su imagen y palabra estaban tan desgastadas que acudió a pedir el voto de la gente cantando el Salve a Patria a capela, dándole más dramatismo a su triste ocaso político.

Acabó mal, es verdad, no podía haberle tocado peor fin que ser el aliado gubernamental de Goni, creyendo que el país era un equipo de fútbol con dos técnicos y cargando todas las culpas a lo "difícil que era amar a Bolivia". Pero no siempre fue así, en sus inicios Jaime Paz era un hombre que prometía, y su mayor virtud fue que empezó a hacer política y oposición, cuando ambas palabras estaban proscritas del diccionario nacional.

El MIR se fundó en las barricadas universitarias contra el golpe de Banzer el 71, pero la idea se había gestado mucho antes, sus orígenes estuvieron en el foco guevarista, la aventura de Teoponte y la Asamblea Popular del 71. Su bautismo de fuego fue a plomo vivo en las inmediaciones de la Universidad y el estadio "Hernando Siles".

No sólo derramó su sangre durante las dictaduras (La masacre de la calle Harrington es la mayor prueba de ello), sino que su aporte a la dirigencia política nacional sigue vigente hasta el día de hoy.

En cierta ocasión Jaime Paz dijo que el MIR era la Tahuichi de la política, haciendo alusión a que en ese momento, el 80% de los jugadores nacionales que habían clasificado a USA 94 y enriquecían la liga nacional, provenían de aquella famosa cantera cruceña. Evidentemente, luego de la vergonzosa salida del MIR del gobierno de la UDP, la vida política nacional estuvo formada mayormente por hombres que habían tenido como cuna ese partido. El MIR Masas, el MBL, el MSM y muchos otros fueron formados por hombres que en sus orígenes cantaron la marcha de la victoria.

Uno puede tener aprecio o desprecio, gratitud o animadversión, admiración o indiferencia por Jaime Paz, pero no puede desconocer por ningún motivo el enorme aporte que hizo a la democracia nacional y ello por una sustancial razón, él, junto a muchos, lucharon para que los bolivianos vivamos en libertad, ejerciendo nuestro derecho ciudadano y pudiendo decir incluso, lo que se nos venga en gana, como lo hacen muchos cuya lengua es más rápida que su cerebro.

Casi muere víctima de esa decisión de dedicar su vida a la política y las marcas en su rostro son el sello de cómo esta democracia de la que se jactan tantos, a cientos y miles de connacionales les ha costado mucho más que coser banderitas kilométricas.

Los héroes están cansados, reza el adagio, y eso pasa cuando empezamos a ver a los hombres que nos han dado gloria, empezar a encorvar la espalda. Ese momento debe ser aprovechado para rendirles homenaje o por lo menos, agradecer su aporte. Si todavía estamos fuertes y erguidos, si aún levantamos la voz y si además estamos gozando del elixir del poder que alguna vez fuera de ellos, deberíamos aprovechar para mirarnos en ese espejo y darnos cuenta que tarde o temprano estaremos tan o más encorvados que ellos.

La decrepitud es una condición física, adjudicada exclusivamente al paso de los años, es inevitable, pues no hay riqueza que le compre tiempo extra a la vida. Insultar en base a esa condición solamente demuestra la pobreza moral y espiritual de quien descalifica a la naturaleza.

Y si además la ofensa está supeditada a un acto de conciencia la culpa es doble, ruegue don Álvaro que la decrepitud lo encuentre en mejores condiciones que a don Jaime, pues por la forma en que usted valora a los demás es posible que pague facturas mucho más caras que él.

*Es paceño, stronguista y liberal