De acuerdo a los pronósticos del Servicio Nacional de Meteorología e Hidrología (Senamhi), el próximo mes de marzo que comienza en horas más, seguirá con pronósticos lluviosos en la mayoría de los distritos, estimándose que las medidas de alerta persistirán, posiblemente hasta la tercera semana, cuando las lluvias disminuyan paulatinamente.
El anuncio es poco halagüeño, considerando que casi todo el mes los bolivianos seguiremos soportando las inclemencias de un tiempo que últimamente ha tenido variables sustanciales, sorprendiendo a las autoridades y por supuesto a desprevenidos ciudadanos, por la intensidad de lluvias, que propiamente han afectado seriamente a todo el país, pero especialmente a ciertos departamentos por el desborde de ríos que hasta antes de la época no presentaban la amenaza de un caudaloso y destructivo movimiento.
Este tipo de coyunturas nos muestra una debilidad latente en el país, la falta de previsiones, precisamente en tiempos de regularidad climática, cuando se pueden tomar algunas medidas, aprovechando las posibilidades de trabajo y buen uso de materiales, sin esperar las emergencias, que por su fuerza y su intempestiva presencia, no dan margen a cuidados previos, sino directamente a planes de emergencia, con las consecuencias que implican inundaciones, desborde de ríos y sus efectos altamente perjudiciales para centenares de familias.
Por las informaciones climatológicas, se atribuyen los cambios a la presencia de fenómenos naturales identificados como El Niño, por una parte y temporadas de prolongada sequía, mientras la Niña llega con fuertes lluvias, provocando desastres por la enorme cantidad de agua y la fuerza de su caída en extensas zonas, en este caso de nuestro país.
Tomando en cuenta los informes que han establecido la magnitud de los hechos, se cuentan más de 15 mil familias afectadas y cerca a 400 viviendas dañadas, lo que en suma implica un lamentable perjuicio de orden general en el país, y que lamentablemente, ojalá no sea así, todavía puede causar problemas, si este clima fuera de estación se prolongara hasta el mes de marzo.
Frente a los desastres naturales, algo que se presenta de manera espontánea es la amplia solidaridad de los bolivianos, en algunos casos, los menos afectados apoyando a las familias que han sufrido muchas pérdidas. Desde algunas ciudades capitales, las campañas para recolectar la mayor cantidad de enseres, agua bebible, ropa y vituallas (alimentos) que se distribuyen con programas especiales de gobernaciones y municipios, a lo que se suma la ayuda gubernamental.
Todos los distritos, unos más que otros han sufrido el embate de las aguas, en el caso de Oruro, es el único distrito que no entra en las medidas de alerta, aunque no por eso los ciudadanos del área rural no hayan reportado problemas, como también lo han hecho los vecinos de muchos barrios desatendidos en los que las calles quedaron convertidas en barriales, debido a la inoperancia municipal.
Algo que puede tomarse en cuenta como un hecho providencial, es que allí donde la sequía causó estragos secando dos lagos, resulta que con las últimas lluvias, por lo menos uno, el Poopó ha recuperado parte de su volumen y es posible que los pescadores de la zona vuelvan a sus tareas habituales. El lago Uru Uru también mejorará si se hacen trabajos para que encausar el río Desaguadero de manera que sus aguas no inunden zonas agrícolas, sino que aumenten el caudal que llega a nuestros lagos. Son situaciones del calentamiento global y la imprevisión comunal.
Fuente: LA PATRIA
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