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Domingo 25 de febrero de 2018

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Cultural El Duende

La Literatura y sus artífices

25 feb 2018

Por Luis Urquieta Molleda. Escritor ensayista, Académico de la Lengua

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Una vez, hace muchos años, la maestra parvularia devastó mi inocencia al ordenarme ufana que leyera el ejercicio siguiendo su cadencia. Acaté el mandato; balbuciente deletreé: OSO, ALA, EJE, UVA, IDA, LORO?

Eran las primeras voces silábicas que penetraron en las profundidades motoras de la memoria visual y vocalización del infante que fui. Era también el deslumbramiento del descreído niño por la magia de aquellas hojas de papel fino compaginadas y encuadernadas con tapa y contratapa primorosamente coloridas, que contenían nada más que letras, palabras y figuras.

Así empezó en todos los tiempos la mayor aventura intelectiva de la especie humana, construyendo en procesos graduales y sostenidos, signos, palabras, ideas, pensamientos y mucho más, hasta transportarnos al infinito espacio del conocimiento compendiado en el maravilloso cofre que se llama libro.

EL LIBRO

En sí mismo el libro, yacente en la biblioteca, en la oferta librera o dondequiera, es inerte como la losa sepulcral. Su lectura le restituye la animación que le impuso su creador, induciendo al lector al dominio del mundo y la vida en toda su vastedad, también a recorrer las insondables marañas de la fantasía.

El libro es, esencialmente, el medio de comunicación de la oralidad plasmada en escritura. El libro perpetúa el conocimiento y lo hace sistemática y cronológicamente acumulativo, sin cuyo beneficio la humanidad estaría aún en el limbo de la civilización.

El libro activa y acicatea las mentes de los autores, correctores, críticos, maestros, estudiantes, investigadores, lectores comunes y hasta políticos y burócratas. Por el libro y su manejo, se han creado ocupaciones especializadas como las de bibliotecología y documentación, la archivística, los repositorios, sobre todo editoriales con profusa y febril actividad impresora.

Hay quienes se aproximan al libro con vocación de coleccionistas, y prestan, voluntaria o involuntariamente un servicio a la cultura, ya con un propósito comercial, ya por simple afición de atesorarlos o deleitarse con esa posesión, como quienes coleccionan piezas arqueológicas, pinturas o sellos postales, sin percatarse que su uso sostenido dinamiza los prodigios del conocimiento.

También hay compradores de libros sólo para exponerlos en lujosas estanterías de la casa, sin haber abierto jamás página alguna ni permitido que otros lo hicieran. Los tienen sólo para presumir de gente culta cuando no para provocar alguna mueca de emulación.

Como se ve, hay varias formas de aproximación al libro. La más digna de todas es la del lector que tiene hambre y sed de conocimiento, necesidad de solaz espiritual, ansias de penetrar en los predios de la belleza y los meandros de la vida.

Platón dijo que conocer un libro es recordar y Descartes no vio diferencia entre viajar y conversar con autores de otros siglos. El libro conduce a todo esto: deroga el tiempo y suprime el espacio.

LA LECTURA

¿De qué hablan hombres y mujeres a través de los siglos? De dioses, de abusos de poder, de desdichas e ilusiones amorosas, del deber que no se elige, de política y corrupción, de guerras heroicas, de la justicia imposible, del miedo al torrente tumultuoso de la vida cuyo inevitable desenlace presagian. Hablan del Cielo y el Infierno. De sueños y sexo.

El lector construye el libro que lee. El autor sólo traza un camino cuya riqueza no es alcanzar una meta sino fecundar asociaciones que no están previstas. Todo libro es un sueño y debe leerse como tal.

El lector moderno está obligado a ser selectivo, y para ello debe contar con orientación crítica confiable. Por eso, es cada vez más necesaria la crítica bibliográfica especializada.

Las generaciones presentes prefieren los mensajes de la televisión, porque es más cómodo y fácil ver y oír que leer. La lectura de comprensión exige esfuerzo y les causa fatiga, cuando no aburrimiento. Hace rato que asistimos al nacimiento de la cultura audiovisual y computarizada, que ha invadido los campos de la educación, la información, la opinión y el entretenimiento.

¿Serán mejores o peores los hombres formados en esta nueva cultura? Aún no lo sabemos, pero es evidente que hay empobrecimiento intelectual en la sociedad. Pero vayamos a la esencia de la lectura en los patrones de la literatura universal, la literatura madre.

Probablemente ninguna otra forma del conocimiento humano contribuye mejor que la literatura a la formación personal y a ejercer la libertad. Para empezar, el libro y la lectura modelan el espíritu y enseñan las rutas de la verdad y la rectitud. Cuando los valores se cuestionan, la literatura es el pórtico de ingreso a la fantasía y la ficción por el ancho camino de esta libertad tan preciada.

La literatura, a diferencia de la ciencia y la tecnología, es uno de los vehículos portentosos de la experiencia humana. Gracias a ella los seres humanos nos reconocemos y dialogamos, no importa cuán distantes se encuentren las ocupaciones, los universos y las circunstancias, incluso los tiempos históricos en que nos hallemos.

Leyendo a Cervantes o a Shakespeare, a Dante o a Tolstoi, a Goethe o a Víctor Hugo, o a los próceres de la literatura boliviana, nos entendemos y nos sentimos miembros de la misma especie porque en las obras que ellos crearon aprendemos aquello que compartimos como seres humanos, a pesar de las diferencias que pudieran separarnos.

Nada protege mejor al ser viviente contra los prejuicios, como la comprobación que aparece siempre en la gran literatura: la igualdad de hombres y mujeres de todas las geografías.

Y nada enseña mejor que la literatura a ver, en las diferencias étnicas y culturales, la riqueza del patrimonio humano y a valorar como una manifestación de su acción creadora.

Leer buena literatura es divertirse, sí, pero también aprender de manera directa e intensa la experiencia vivida a través de las ficciones, qué somos y cómo somos en nuestra integridad, en nuestros actos, sueños y fantasmas, solos o en el entramado de las relaciones que nos vinculan a los otros, en nuestra presencia pública y en el secreto de nuestra conciencia, en fin, de esa compleja suma de verdades contradictorias es que está forjada la condición humana.

A Borges lo irritaba que le preguntaran "para qué sirve la Literatura". Le parecía una pregunta inútil y respondía: "¡A nadie se le ocurriría preguntarse cuál es la utilidad del canto de un canario o de los arreboles de un crepúsculo!" En efecto, si esas cosas bellas están allí y gracias a ellas la vida, aunque sea por un instante es menos triste y llevadera. ¿No es mezquino buscarles justificaciones prácticas?

Sin embargo, a diferencia del gorjeo de los pájaros o el espectáculo del sol hundiéndose en el horizonte, un poema, una novela, un ensayo -todos primorosamente elaborados-, no están simplemente allí por el azar o la Naturaleza. Al ser una creación humana, es lícito indagar cómo y por qué nacieron, qué han aportado a la humanidad y por qué la literatura, cuyos remotos orígenes se confunden con los de la escritura, ha durado tanto tiempo.

La literatura no comienza a existir cuando nace por obra de un individuo, sólo existe de veras cuando es adoptada por los otros y pasa a formar parte de la vida social, cuando se vuelve experiencia compartida gracias a la lectura.

Uno de sus primeros efectos gratificantes ocurre en el plano del lenguaje. Una comunidad sin literatura escrita se expresa con menos precisión, sin riqueza de matices ni claridad que otra cuyo principal instrumento de comunicación -la palabra- ha sido cultivada y perfeccionada debido a los textos literarios.

Una humanidad sin lectores, no contaminada de literatura, se parecería mucho a una comunidad de afásicos, aquejada de ingentes problemas de comunicación por lo rudimentario de su lenguaje.

La reflexión vale también para las personas individuales: una persona que no lee, o lee poco, o se nutre sólo con folletería intrascendente, puede hablar mucho pero dirá siempre pocas cosas, porque dispone de un repertorio escaso y deficiente de vocablos para expresarse. La carencia de lectura es, al mismo tiempo, una limitación intelectual y de horizonte imaginario, una indigencia de pensamientos y conocimientos.

Se aprende a hablar con corrección, profundidad, rigor y sutileza, gracias a la buena literatura, y sólo gracias a ella. Ninguna otra disciplina ni rama alguna de las artes, puede sustituir a la literatura en la formación del lenguaje con que se comunican las personas.

Hablar bien, disponer de un habla rica y diversa, encontrar la expresión apropiada para cada idea o emoción que se quiere comunicar, significa estar mejor preparado para pensar, enseñar, aprender, dialogar y, también para fantasear, soñar, sentir y emocionarse.

De una manera subrepticia, las palabras reverberan en cada acto de la vida, aún en aquellos que parecen muy alejados del lenguaje. Este, a medida que, gracias a la literatura, evolucionó hasta niveles elevados de refinamiento y matización, elevó también las posibilidades del goce humano.

Tras las disquisiciones repasadas hasta aquí, al conjuro del arco intemporal de los fastos de la literatura, aparecen vibrantes los artífices de la creación literaria sublimando la palabra escrita. ¿Y cómo orientan ellos sus preferencias?

? EN POESÍA. Como heraldos de la belleza y

el sentimiento estético.

? EN NARRATIVA. Como tejedores del entramado humano, al abarcar, según su extensión, desde el cuento breve hasta la novela, incluso la novela cíclica.

? EN ENSAYO. Como estudiosos ordenados de las formas y las ideas sobre tópicos diversos.

Damas y caballeros:

Concluyo saludando el acontecimiento inusitado que nos reúne hoy, aquí. Escritoras, escritores, poetas, mediante su organización regional colegiada, UNPE Cochabamba, se aprestan a recibir la Ley dispensada por el gobierno del Estado Plurinacional, declarando el 12 de mayo: DÍA NACIONAL DE LA ESCRITORA Y EL ESCRITOR BOLIVIANO.

Gracias.

El viernes 16 de febrero, se llevó a cabo el Acto de Entrega de la Ley N° 988 que instituye el 12 de mayo como Día Nacional de la Escritora y el Escritor Boliviano, "como justo reconocimiento a los escritores y poetas que aportan y contribuyen a la riqueza documental de la producción literaria nacional".

La Unión Nacional de Poetas y Escritores de Cochabamba fue la impulsora para el trámite de dicha ley, siendo elegida la fecha en homenaje a dos personalidades de la literatura nacional: El poeta, escritor, historiador y diplomático Ricardo Jaimes Freyre, quien nació un 12 de mayo de 1868 y, en la misma fecha, pero en 1949, falleció el crítico y novelista Carlos Medinaceli.

Para tus amigos: