Una afrenta blasfema

Recientemente, ha causado consternación, rechazo, ira y estupor la publicación de una imagen blasfema en referencia de la Virgen María, Reina y Madre de la población boliviana que en su mayoría se declara católica.

En 1925 Sor Lucía de Fátima vio a Nuestra Señora con el Corazón cercado de espinas quien le dijo: «Mira hija mía mi Corazón cercado de espinas que los hombres ingratos me clavan continuamente con «blasfemias e ingratitudes». «Cinco son las clases de ofensas y blasfemias proferidas contra el Inmaculado Corazón de María».

La blasfemia sea de palabra o de actitud interna, supone siempre una rebelión, un desafío a Dios. Si de otros pecados se puede afirmar que en la mayoría de los casos son ocasionados por la debilidad humana, la blasfemia comporta además una resolución no admitir la liberalidad y la magnificencia de Dios, de despreciar sus llamadas, de alejarse de Dios.

La blasfemia puede constituirse en el pecado principal, tanto por el ejemplo de su castigo en el Antiguo Testamento, como por la negación de su perdón mientras permanezca el sujeto en esa situación voluntaria de huir del perdón de Dios.

El máximo teólogo católico Santo Tomás de Aquino explana señalando que esta es, de suyo «un pecado mucho más grave que el homicidio, porque va directamente contra el mismo Dios; aunque el homicidio es el mayor pecado que se puede cometer contra el prójimo».

Hace ya varios años, que una ideología anti-católica, propulsada por el colectivo Conspirando y la Red Latinoamericana de Católicas por el Derecho a Decidir (CDD), se sustenta en delirios tales como que «el símbolo de la Virgen María como madre pura y sumisa ha reforzado el estereotipo cultural de la mujer latinoamericana». La ideología «ecofeminista» busca desconstruir, de la mano de la Teología de la Liberación los dogmas tradicionales marianos de la fe cristiana, despojando a la Madre de Dios de todas sus prerrogativas, títulos e incluso de sus virtudes naturales y sobrenaturales.

El gran pensador católico, Plinio Corrêa de Oliveira dijo: «Los frutos de la apostasía son peores que los del paganismo. Porque puede no haber culpa en ignorar la verdad: hay siempre culpa en repudiarla» (Catholic Magazine, Julio 1952).

Toda ofensa exige reparación. Una profunda reparación, comenzando con quienes se llenan la boca de miel cuando hablan del «patrimonio» en vez de la defensa de la Madre, y que permiten que ingresen al templo sacro del Santuario del Socavón, escandalosas bailarinas y ebrios e impúdicos «devotos». Si alguien utilizara una fotografía de mi madre y la prostituyera, recibiría el merecido que le corresponde, jamás lo permitiría, naturalmente que haría todo lo que esté a mi alcance para que sea reparada semejante ofensa.

Un presbítero mexicano, al saber de esta odiosa y diabólica afrenta blasfema a la Madre de Dios, y a la fe del pueblo devoto católico y mariano, me escribió: «Qué asco de ofensa a la Inmaculada siempre Virgen María Madre de Dios en su advocación de Nuestra Señora del Socavón, perdónanos Madre del Verbo Divino, perdónanos Padre por esta ofensa a tu hija predilecta, perdón Señor Jesucristo por esta blasfemia contra tu Madre amadísima, perdón Espíritu Santo por esta ofensa contra tu castísima y purísima esposa. Señor perdónanos y danos la fuerza para defender a tu Santa Madre y Madre nuestra».