El referendo en cuestión era para rechazar o apoyar la reelección indefinida; de allí salió un campanazo rotundo, capaz de penetrar al más sordo. Y decir que aquello es distinto a lo que sucedió en Bolivia, no es sino un fingido desdén o ignorancia. Si el resultado hubiera sido en respaldo a las pretensiones antidemocráticas de Correa, se lo hubiera celebrado como un apoyo a las que tiene aquí otro caudillo.
Pero lo efectivo es que a un aspirante a dictador, se le ha cerrado la puerta y con un candado de siete llaves. Tal que, a estas alturas, ya son pocos los que todavía resisten el empuje del ciclo alterno en la política: Venezuela y Bolivia son los que soportan todavía la tormenta. Cuba observa en silencio cómo se desploman sus discípulos, uno tras otro. Y no sólo por la mutación inevitable; sobre todo, por la corrupción que los está barriendo.
En Bolivia un mal cálculo político les llevó a desafiar al soberano, pensando que esta vez saldrían con la suya y les salió el tiro por la culata: perdieron. "Evo quiere saber del pueblo si le quieren todavía", dijo un oficioso panegirista. El resultado del 21 de febrero fue la respuesta. Los ecuatorianos ya tenían esa referencia. Y con todo, aquella derrota tuvo en Bolivia una repercusión psicológica decisiva.
La experiencia en Bolivia es que después de escalar mediante la democracia, se busca cómo aniquilarla desde el poder. Ha sucedido al revés en el Ecuador. Lenin Moreno, que llegó a la presidencia en alianza con los partidarios de Correa, se pronunció luego a favor de la democracia, haciendo que el soberano se exprese en las urnas, limpiamente. Los caudillos de la ALBA no aceptan o no se han dado cuenta de que la rueda de la historia ya no va con ellos. Los tiempos han cambiado.
Ecuador es ese país donde un gran escritor exclamó aquella frase épica: "mi pluma lo mató" después de derribarlo con la pluma a un tiranuelo de su país. Hemos mencionado a Juan Montalvo, la figura máxima de las letras ecuatorianas. Pertenece a la pléyade de los escritores combativos y de espléndida galanura en el decir. José Enrique Rodó lo coloca junto a Bello, Sarmiento y Martí, los grandes civilizadores de América, los "varones máximos".
¿Cómo se las arreglaría Montalvo para no caer en las garras de esa fiera humana? En un parecido intento Alcides Arguedas fue abofeteado en Palacio Quemado por un destemplado militar, y también Carlos Medinaceli tuvo que huir a escondidas por haber publicado un artículo de crítica social ¿Hemos salido de ese infierno? Tal vez el infierno se mantiene incólume; lo que no hay es quién lo desafíe como en Ecuador o como en los tiempos de la dictadura militar. Bolivia es una tierra de paz, pero de esa paz que produce el silencio cómplice o el recato pusilánime de los indiferentes.
(*) Escritor, miembro del PEN Bolivia
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